—Hasta mañana, señor Malfoy.
Draco dejó escapar un seco gruñido a modo de despedida. Salió del despacho de la profesora McGonagall y cerró la puerta a sus espaldas. Se mantuvo un instante quieto en medio del desierto pasillo, recuperando fuerzas, tanto mental como físicamente. Emitió un suspiro, cansado, y movió en círculos la muñeca derecha. Escuchó algún crujido sospechoso que antes no estaba ahí. La jefa de la Casa Gryffindor lo había tenido casi tres horas copiando "no se me volverá a pasar por la cabeza atacar a un compañero". Sentía la mano agarrotada, como un calambre continuo, y los dedos adormilados. Y todavía le quedaban seis días más. Durante el castigo, su mente había divagado y había recordado con frustración que, al estar castigado todas las tardes, no podría ir a los entrenamientos de Quidditch. Y tenían partido contra Ravenclaw ese sábado. Tenía que entrenar. Maldita sea.
Armándose de paciencia, exhausto ante sus pensamientos, echó a andar lentamente por el pasillo en dirección al Gran Comedor. La cena ya estaría casi concluyendo, pero, con un poco de suerte, quedaría algún alumno que se había demorado y no habrían retirado la comida todavía. Así podría llenar el estómago. No había parado de gruñirle bochornosamente durante la última hora de castigo. Se moría de hambre...
—A por él.
Todo sucedió en el espacio de un latido de corazón. El joven Malfoy no tuvo tiempo apenas de registrar semejantes palabras, mucho menos de darse la vuelta, cuando una gran mano lo empujó por la espalda con una fuerza considerable, tirándolo al suelo de bruces. Paró el golpe con los antebrazos, sintiendo un fuerte dolor en ellos, así como en las rodillas. Su cuello se sacudió violentamente hacia delante y hacia atrás por la inercia, dejándolo atontado. Con el corazón desbocado, paralizado de sorpresa, trató de colocarse de costado, pero, antes de lograr ver nada, su misterioso atacante le dio una patada en el centro del estómago, arrojándolo a un lado sin ninguna delicadeza, haciéndolo rodar por el suelo. Al detenerse, Draco tomó aire con urgencia, dolorido por el fuerte golpe, y tosió sin demasiadas fuerzas. Antes de poder alzar la mirada inundada en lágrimas de dolor, sintió una fuerte y decidida mano agarrarlo de la parte trasera del cuello de la túnica, y arrastrarlo por el suelo. Parpadeó, y, una vez superada la sorpresa, intentó patalear con rapidez, buscando frenar el avance y librarse del agarre. Intentó apartar sin éxito la mano de su atacante, y descubrió que la muñeca era tan gruesa como su cuello. No podía tomar el aire suficiente como para hablar, protestar, ni mucho menos gritar. Tanteó sus bolsillos con desesperación, buscando su varita, pero no llegó a encontrarla. Le pareció, en medio de la confusión, ver dos bultos a su lado. Apreció que cruzaban el umbral de una puerta, disminuyéndose la luz a su alrededor, y de pronto se encontró siendo alzado hasta ponerse en pie, y dos manos sujetándole las suyas en la espalda, cual prisionero de guerra. No fue capaz de ver a la persona que tenía detrás.
Echó un rápido vistazo, sus ojos acostumbrándose a la penumbra de la habitación, apenas iluminada por la luz nocturna del exterior que se colaba por las ventanas, y las antorchas del pasillo. Era un aula abandonada, que hacía años que no se utilizaba, a juzgar por la capa de polvo visible en los pupitres a su alrededor. La puerta se cerró, y la luz de las antorchas del pasillo desapareció.
La persona que lo sujetaba, obligó a Draco a girarse de cara a la puerta recién cerrada. El chico parpadeó, jadeando y doblado de dolor, para enfocar sus ojos claros en la persona que tenía delante y que había cerrado la puerta.
Al reconocerlo, durante dos segundos, se quedó completamente sin habla.
—Hola, Draco —saludó Crabbe sin sonreír, adelantándose unos pasos y colocándose frente al rubio.
—¿Qué... qué cojones...? —farfulló Draco, con voz ronca por la presión que todavía sentía en el pecho por culpa de los golpes. Su cerebro no fue capaz de asimilar todavía la situación—. ¿Qué estáis haciendo? ¿Estáis dementes? ¿Qué clase de broma es esta?

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Rosa y Espada
RomanceDraco Malfoy, ante la prolongada ausencia de la profesora de Runas Antiguas, se dedica a revolucionar la clase a sus anchas con ayuda de sus colegas, impidiendo estudiar. Hermione Granger, alumna responsable y aplicada, no piensa quedarse de brazos...