Los rayos de sol hacía rato que despuntaban en lo alto de las lejanas montañas que rodeaban Hogwarts. La luz invadía los terrenos del castillo con un halo dorado, reflejando las gotas de rocío que la fría noche había dejado atrás. El silencio que reinaba allí en esas tempranas horas era casi sobrecogedor, en comparación con la gran agitación de la noche.
Ya se habían retirado casi todos los cuerpos de los terrenos.
La cruenta batalla había finalizado hacía ya unas cuantas horas. La balanza se había inclinado, finalmente, en favor de la Orden del Fénix. Con su poco preparado pero eficaz plan, con la habilidad de sus guerreros, y, especialmente, con la inesperada muerte de Lord Voldemort, habían conseguido la victoria.
Uno de los responsables de dicha muerte, quizá el directo responsable, se encontraba a orillas del Lago Negro, con el gran morro de color cobre hundido en las aguas, calmando su sed. El sol arrancaba destellos dorados a todas las escamas de su gigantesco cuerpo, cada vez que se movía.
El dragón Guiverno de Wye se encontraba en los terrenos desde que la batalla había finalizado. No quería entrar en el castillo para no atemorizar a los supervivientes, aunque la gran mayoría ya lo habían visto durante la batalla. Además de que su tamaño no se lo permitiría sin destrozar el lugar más de lo que ya lo había destrozado. Albus Dumbledore, vestido con una gruesa túnica de color morado oscuro, y dorados soles bordados en el bajo y en las mangas, se encontraba de pie junto a él. Ambos llevaban allí un largo rato, decidiendo seguramente, en conjunto, el destino del propio dragón. Al parecer, el célebre director de Hogwarts podía entender pársel, aunque no hablarlo. Cómo se estaba comunicando con la criatura era todo un misterio.
De hecho, era probable que necesitase la ayuda del otro responsable de la muerte del Señor Oscuro. El cual en ese momento se encontraba en el interior del castillo. En la primera planta. Sentado en una de las dos sillas para visitantes del despacho de Minerva McGonagall, delante de su amplio escritorio.
Harry tenía un brazo cruzado delante del estómago, y el otro elevado para poder ocultar sus ojos con la palma. Unos ojos firmemente cerrados. Junto a él estaba Hermione, sentada en la silla de al lado. Muy tiesa, con los puños apretados en su regazo. Ojos vidriosos, casi desbordados. Su labio inferior tembloroso. De pie, a un metro de distancia, de espaldas a ellos, se encontraba Ron, el cual emitía sonidos que estaban a caballo entre sollozos ahogados y gemidos de rabia. No hacía más que secarse los ojos con la manga de la chamuscada camiseta que llevaba. Ese era el único movimiento del despacho. Los tres amigos estaban solos.
Horas atrás, cuando aún no había amanecido, varios miembros de la Orden que se encontraban en la orilla del Lago Negro vieron acercarse a Draco y a Hermione, nadando, al límite de sus fuerzas. Reconociendo a la chica como a uno de los suyos, los sacaron del agua, y, viendo el debilitado estado en el que se encontraban, los ayudaron a llegar al Ala del Hospital. Allí se encontraba Fleur, la cual llevaba toda la noche encargándose de tantos heridos como podía. Y la joven dejó caer al instante el frasco de poción que tenía en las manos al ver llegar a Draco Malfoy. Identificándolo al instante como el Sargento Negro que ella misma atendió en Grimmauld Place. Y así se lo hizo saber a los miembros de la Orden que los estaban acompañando. Éstos, desconcertados y alarmados ante esa noticia, lo arrestaron de inmediato y lo sacaron de allí.
Y no sirvió de nada que Hermione jurase y perjurase a gritos que estaba de su lado. Que no era un enemigo. Que no le hicieran daño. Un Sargento Negro, alguien tan cercano a Voldemort, no podía estar de su lado. Era ridículo. Privado el chico de su negra túnica, y las insignias de su pecho, no supieron que, de hecho, era un General de Las Sombras. Un rango incluso superior. Lo cual quizá hubiera empeorado la situación más todavía.
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Rosa y Espada
RomanceDraco Malfoy, ante la prolongada ausencia de la profesora de Runas Antiguas, se dedica a revolucionar la clase a sus anchas con ayuda de sus colegas, impidiendo estudiar. Hermione Granger, alumna responsable y aplicada, no piensa quedarse de brazos...