9 | De duendes, magos y enfrentamientos

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Un golpe estrepitoso, acompañado de un sonoro grito de dolor, llegó desde la Sala Común hasta el dormitorio de los chicos de séptimo curso de la Casa Gryffindor. Los que se encontraban en ese momento en la habitación se miraron con resignación, y detuvieron sus quehaceres durante un instante, pero después sacudieron la cabeza y retomaron la tarea de preparar sus equipajes.

—Y mira que se lo hemos dicho —resopló Dean—. "Seamus, llevas muchas cosas en el baúl. Déjanos ayudarte..."

—"...Un hechizo proveniente de una sola varita no bastará para levantarlo" —añadió Harry, sonriendo cómplice, mientras doblaba sus jerséis.

—"¡Para nada! ¡Puedo bajarlo yo solo!" —finalizó Ron, imitando fielmente la voz de Seamus, y agitando una mano como quitándole peso al asunto. Cogió un par de libros y los arrojó al baúl, conteniendo una carcajada—. Pues nada; al final se ha caído por las escaleras, baúl incluido.

—¿Se habrá hecho daño? —intervino Hermione, sentada en una esquina de la cama de Ron con Crookshanks en el regazo, mirando hacia la puerta con preocupación.

—Buena pregunta —sonrió Dean, dejando encima de la cama las pertenencias que iba a meter en la maleta, y yendo hacia la puerta—. Voy a ver si se puede salvar algo. De Seamus, o del baúl.

Ron soltó una carcajada y arrojó los últimos utensilios que faltaban a su ya bastante abarrotado baúl. A continuación bajó la tapa y se sentó encima tratando de cerrarlo. Hermione puso los ojos en blanco.

—¿Eres un mago, o qué? —bromeó Harry, viendo jadear a su amigo y gruñir irritada a su amiga.

—No conozco ningún hechizo para cerrar un baúl lleno hasta los topes —replicó el pelirrojo, dando pequeños saltos con el trasero sobre la tapa, frustrado.

Mientras Hermione, con visible impaciencia, enseñaba a Ron el hechizo que necesitaba, Harry giró el rostro para mirar a Neville, que se encontraba sentado sobre su propia cama atendiendo con cariño a su vieja Mimbulus Mimbletonia, la cual ya contaba con sus buenos cuarenta centímetros de alto. El muchacho estaba entretenido cortando algunas rebeldes ramitas que estaban creciendo entre los desagradables forúnculos.

—Al final no nos has contado cómo es que no vas a pasar las Navidades a casa, Neville —comentó Harry, amistosamente—. Siempre sueles irte...

—Ah, ya, es que mi abuela se va a Transilvania con un par de amigas suyas —informó el joven Longbottom, sonriendo con resignación—. Así que no me apetecía pasar las Navidades solo en casa; en esas circunstancias no me merecía la pena irme.

—Vaya, pues sí, lógico —murmuró Ron, ya con su baúl adecuadamente cerrado. Pareció vacilar un momento y después añadió—: ¿Tu abuela tiene amigas?

—Oh, sí —confesó Neville, sonriendo divertido al ver que Hermione, indignada, le daba un golpe en el hombro a Ron como castigo por su impertinencia—. Tiene muchas amigas. Va a ir con estas dos al concierto de Lorcan D'Eath... Creo que os lo comenté en clase hace unas semanas —soltó una risita—. No os imagináis la marcha que tienen para su edad.

—No, efectivamente, me cuesta imaginarlo —repuso Ron con cara de susto, obteniendo otro golpecito por parte de Hermione.

—Pues sí, pero no me importa quedarme en el castillo, es por una buena causa. Me alegra que mi abuela se divierta por una vez. Ya sabéis que es bastante estricta, aunque, por suerte, desde lo ocurrido en el Departamento de Misterios, es bastante más tolerante conmigo —comentó Neville, con tímida satisfacción. Después sonrió amigablemente a Hermione—. Además, Hermione y yo nos lo pasaremos genial aquí, ¿verdad? He oído que no se quedará mucha gente, así que se estará de maravilla, todo el castillo para nosotros...

Rosa y EspadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora