Leah.
Su imagen muerta sobre aquella tierra húmeda aún me atormenta la cabeza. Su cuerpo frío, sus ojos cerrados, su respiración nula, y las fuerzas de vivir se desvanecieron aquel día, en el que no volví a verlo abrir los ojos nunca más.
La tierra cubre el ataúd y yo me deshago en el suelo del dolor que invade mi alma.
Esto no podía estar pasando.
Esto no podía ser real.
Siento como una daga me clava a punzones el corazón cuando veo que la tierra ha cubierto todo rastro de lo que fue el amor de mi vida alguna vez.
Si morir en vida era realmente una frase que podía sentirse literalmente, pues así me sentía.
Estaba rota, y los pedazos no lo iba a unir nunca nadie más.
Las ráfagas de viento me golpean sin pudor, sin anestesia, sin tener pena ni dolor por mí. Simplemente me daban una cachetada dándome a entender la realidad que estaba viviendo.
Aaron se había ido, lo había hecho para siempre.
No pude salvarlo, no pude y la agonía agobia mi pecho de tal manera que no me permite respirar. Si no fuera por Ava, y por el pequeño que crece dentro de mí, no me hubiera permitido seguir viviendo.
Todos están aquí, sin excepción, y la verdad es que no sé de donde saqué las fuerzas para presenciar esto.
No estoy lista para darle el último adiós.
—Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo. Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme. Tu rostro buscaré, Señor; no me escondas tu rostro.—Dice el sacerdote mientras bajan el ataúd hasta la altura correspondiente.
Siento la mano de Alexander sobre mi hombro y la otra de Alice quien me abraza por el costado.
Soy una muerta viviente, que no siente nada más que dolor y culpa por la muerte del amor de su vida. Si Aaron no se hubiera interceptado cuando Rick me disparó estaría aquí, todo es mi culpa, soy la única culpable de que lo haya perdido para siempre.
El llanto es sofocante, todos lloran, sufren, y yo no sé cómo definir mi dolor.
La vida sin Aaron no la quiero, definitivamente no la quiero.
—Brille, Señor, sobre él la luz eterna, en compañía de tus santos, porque tú eres piadoso.—Continúa el sacerdote.
Matt sujeta a Alice que casi cae de espaldas y Alexander se mantiene a mi lado procurando que no pase lo mismo conmigo.
Tenía que ser fuerte, tenía que ser fuerte, tenía que ser fuerte...
Me lo repetía constantemente, pero no lograba nada.
La tierra lo oculta y yo siento como el adiós es definitivo y como me está apretando el pecho ahora mismo. Cuando todo se ve terminado, mi alma siente que se sale del cuerpo al sentir que de verdad esto está pasando.
—Leah, debemos irnos.—Me dice Alexander con la vida echa un desastre al igual que yo.
Me niego.
—No, no, no puedo aceptarlo, no puedo.
Sus lentes oscuros ocultan la hinchazón de sus ojos y el dolor que refleja su rostro.
—Por favor, todo esto es muy difícil y...Ava te necesita.
Ava, claro que me necesitaba, pero yo ahora mismo no podía tener cabeza para nada.
—No puedo Alex. ¿Cómo voy a vivir sin él? Él me enseñó a todo menos a estar sin él.
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Mi Liberación #3
RomanceTERCER LIBRO DE LA SAGA MI ASESINO FAVORITO. Meses después de Leah haber heredado toda la fortuna de Jojo, las cosas parecen empezar a encajar a la perfección. Todo aparenta marchar a viento en popa que no existe el tiempo para preocuparse por absol...