Capítulo 45. |La tentación en mi casa.

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Aaron.

No tuve otra opción que traerla a la fuerza.

La había secuestrado solo para mí hasta que ambos entráramos en razón.

Hace días que mi mente no se tranquilizaba, específicamente desde la noche que Leah se besó con el mequetrefe de Noah. No podía dormir, ni comer, ni pensar en paz porque necesitaba con urgencia tenerla cerca. Así que me ausenté por días intentando idear un plan para que nadie nos interrumpiera y obligarnos a escucharnos el uno al otro.

Así que secuestrarla fue la mejor opción hasta ahora.

Ella me miraba un tanto confundida, aún estaba algo aturdida por el desmayo. No quería ser brusco, intenté ser lo más cuidadoso que podía, pero el sedante era fuerte y la había hecho desmayarse enseguida, así que se despertó con dolor de cabeza.

Se sienta en el sofá como puede y la observo. Luce preciosa, tanto que el deseo que tengo por ella florece en mí haciéndome calentar la sangre y no precisamente de mis venas. Su vestido se ajustaba a su cuerpo de manera que sus curvas se acentuaban a la perfección dejándome con la boca agua. Sus piernas tenían una especie de brillo que las dejaba lucir más deseables, y pude fantasear unos segundos con lo que podía ver debajo de ese vestido.

Quizá alguna lencería provocativa, de color negro, ese que tanto me gusta verle. Ella pestañea varias veces intentando normalizar su visión y yo me aclaro la garganta cuando veo que el vestido se le sube un poco más de lo normal.

¿Es qué acaso ella no está consciente del efecto que tiene sobre mí? Al parecer no, porque se deja el vestido tal y cómo está, y yo tengo que morderme la boca para no devorarle la suya.

—No entiendo nada, Aaron—. Dice mirándome a los ojos—Eso del secuestro no tiene sentido.

La miro intentando contener mis ganas con ella, así que el enojo vuelve a mí.

—¿Qué no tiene sentido? Es la única manera que tuve para que pudiéramos tener un momento a solas definitivamente sin que nadie nos interrumpiera, porque no hacíamos otra cosa que huir del otro y...no he podido pensar bien...después de tu estúpida idea de besar a Noah.

Sus ojos adquieren un color intenso y su mirada se ensombrece.

—¿Estúpida idea? ¿Y la tuya de besar a Sydney si era una de esas maravillosas, no?

La ira la consumía. Yo tenía que entender que ella también tenía sus razones para no querer verme ni escucharme, y es por eso que recurrí a encerrarla a la fuerza porque sabía que de buena manera no iba a acceder.

La veía y me preguntaba que demonios es lo que hacemos si no podemos estar el uno sin el otro. Sus pupilas se dilatan y la veo mirarme con tanto enojo que las venas de su cuello sobresalen. Hasta cabreada hasta la cordura es una diosa, mi diosa, esa que necesita entender a quien pertenece una vez más.

—Precisamente eso necesito explicarte, y me vas a escuchar aunque tenga que amarrarte para que lo hagas.

Ella abre sus ojos sorprendida por mis palabras.

—¿Quién te crees, eh? No tengo porqué escucharte si no se me da la gana, y mira qué, no me interesa tu explicación acerca de cómo te comiste la boca de esa mustia mentirosa.

Ella intenta pasar por mi lado pero la retengo con mis manos que la hacen retroceder. Mis ojos penetran los suyos y veo que empieza a respirar por la nariz del enojo.

—¿Te calmas, primero, por favor? Y claro que te obligaré, ya no voy a andarme con tonterías. Ni tú, ni yo, ya basta. Hablaremos todo lo que haya que hacerlo y el otro escuchará, y después nos podemos lanzar la mierda que queramos. Pero ahora, me escuchas por las buenas o...

Mi Liberación #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora