Capítulo 32. |No se olvida esa noche.

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Sydney.

¿De verdad era real o estaba teniendo alguna especie de alucinación? Leah y Aaron habían terminado y de qué manera.

Presenciar aquello me dejó en completo trance. Aaron en realidad le había dicho que lo de ellos se había acabado allí mismo, y solo puedo pensar que debió pasar algo grave en realidad para que reaccionara así con ella.

Aaron estaba soltero, y yo no podía creer que no había tenido que hacer nada para que eso pasara.

Salgo de su oficina y se me cruza su secretaria quien me mira con precaución de arriba abajo.

—Se le ve contenta, Señorita Cohen.—Me dice como si me estuviera analizando.

Sé que no le caigo muy bien a la secretaria de Aaron, pero para lo que me importa.

—Ay, Sarah, estoy muy feliz, sí. Es uno de estos días en los que algo que tanto deseabas se hace realidad y no tuve que mover ni un dedo para que fuera posible.—Le sonrío y le guiño el ojo.—Por cierto Sarita, el verde te queda fenomenal.

Ella me mira como si me hubieran crecido dos cabezas y me marcho con la sonrisa más grande que he tenido en mucho tiempo.

Me vuelvo a pellizcar cuando llego a casa para saber si esto es real. Parezco una niña pequeña saltando por todas las esquinas. Esos dos habían terminado y no de una buena manera, eso es mucha ventaja para mí.

—¿Por qué anda tan contenta mi princesa?—Me saluda papá, quien está tomando su desayuno en el comedor.

Me acerco a él y lo abrazo por detrás besándole dulcemente la mejilla.

—Hoy es un día muy bonito, eso es todo.

Me siento a su lado y él me analiza mientras se toma un sorbo de su taza de café.

—¿Dónde estabas? Le dije a Greta que te llamara para desayunar juntos pero me dijo que habías salido muy temprano.

Tomo una uva del frutero y me la llevo a la boca.

—Estaba en la empresa visitando a Aaron, y adivina con qué me encontré.

Mi padre frunce el ceño.

—No lo sé, cuéntamelo tú.

Suspiro y otra sonrisa se me forma en los labios.

—Pues con una discusión de Leah y Aaron que fue a parar en su ruptura. Aaron y Leah han terminado su compromiso.

La taza de café de mi padre se derrama por toda la mesa.

—¿Qué? ¿Cómo así, Sydney? ¿Por qué? ¿Qué pasó?

Me encojo de hombros.

—No lo sé, Aaron no quiso contármelo, pero Leah se marchó llorando de la oficina, y Aaron me dejó claro que la relación había terminado allí.

Mi padre pasa la servilleta por el café derramado en la mesa.

—Vaya, esto no me lo esperaba. Lo lamento mucho. Tendré que llamar a Leah y a Aaron en su debido momento. Los aprecio bastante y supongo que están pasando por un mal momento ahora.

Vuelvo y me llevo otra uva a la boca.

—Pues sí, por eso yo me encargaré de ser el paño de lágrimas de Aaron.

Mi padre voltea a verme y niega con la cabeza cuando nota por donde van mis palabras.

—Ya veo porqué tu felicidad hoy.—Él suspira.—Escucha, Sydney, creo que te he educado mejor que esto. No está bien que te aproveches de la vulnerabilidad de Aaron ahora para que se fije en ti. Entiende que él está muy enamorado de Leah, y que aunque no estén juntos no quiere decir que tienes un chance, hija.

Mi Liberación #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora