¿Alguna vez has pensado qué habría pasado si hubieses tomado otras decisiones en tu vida?
Siempre he vivido en un constante ¿y si...? ¿Y si hago esto? ¿Y si no me va bien? ¿Y si me tomo un año de descanso?
¿El destino existe? ¿O son nuestras decisiones que marcan nuestro futuro?
Quizás si no hubiese tenido un año sabático, aquel día de verano no habría quedado con mis amigas. Si no hubiese quedado con mis amigas, no habría visto aquel cartel de la escuela de idiomas. Si no hubiese visto el cartel, no habría ido a Londres. Y si no hubiese ido a Londres...
Pero como diría Jack el destripador: vamos por partes.
Ser una persona indecisa conlleva muchos problemas, la gente se desespera contigo y tú misma te sientes como un estorbo. Sin embargo la indecisión se lleva mucho mejor cuando compartes esa pequeña tara con tu progenitora. Mi madre Lourdes era igual de indecisa que yo, sobre todo cuando se trataba de decisiones importantes. Nunca nos poníamos de acuerdo y tenía que ser mi hermana Sofía quién decidiera por las dos. A pesar de que a veces discutíamos bastante, las tres habíamos formado un buen equipo.
Nuestro padre nos abandonó un año después de que mi hermana naciera, a mi madre la destrozó, pero un mes después lo mandó todo a la mierda y decidió que aquel hombre no merecía ni una lágrima más. Mi madre era toda una luchadora, una valiente que no se dejaba hundir por ningún hombre y eso era lo que me encantaba de ella.
A los dieciséis empecé a salir con chicos, mi primer novio fue a los diecisiete y solo duramos cuatro meses juntos. Mi amiga Miriam siempre me recordaba que aquel chico fue lo peor que había visto en su vida y eso que ella había visto a muchos idiotas. Aquel chico, al que llamaré Imbécil, fue lo peor que me encontré; me hacía sentir inferior, me anulaba y aunque jamás me puso una mano encima, me sentía desprotegida con él. Por suerte el Imbécil se tuvo que mudar y se fue al otro lado del país dos años atrás y no supe nada más de él. Me estresó tanto estar con aquel chico que tenía millones de dudas respecto a mi futuro, no sabía qué hacer ni a qué me quería dedicar porque creía que no podría encajar en ningún sitio.
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Suspiré delante del ordenador por millonésima vez repasando los cursos que podrían interesarme hasta que de repente recibí una llamada de Miriam.
—¡Abril! —exclamó tan alto que tuve que separar el teléfono de mi oído—. ¿Qué te parece pasarte por la facu? Carlota y yo vamos a ir a comer y estaría guay que vinieras con nosotras.
Miriam estaba estudiando criminología en la Universidad de Barcelona mientras que Carlota, que estaba en la misma universidad, estudiaba biología. Así que sus facultades estaban muy cerca la una de la otra y se veían muy a menudo.
—Pues me parece genial —contesté—, porque me estoy aburriendo como una ostra. Os veo a la una del mediodía en el restaurante de siempre, ¿vale?
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Siempre nos quedará Londres #1 #PGP2024
Teen Fiction«Solo somos dos almas rotas destinadas a encontrarse». Abril solo tiene clara una cosa en su vida: no quiere saber nada de chicos. Pero el destino le tiene preparada una sorpresa cuando decide hacer un viaje a Londres junto a su inseparable amiga...