43. Andrew

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Cuando acepté el plan loco de las chicas jamás pensé que terminaría abrazado a Abril en el sofá de una cabaña diminuta

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Cuando acepté el plan loco de las chicas jamás pensé que terminaría abrazado a Abril en el sofá de una cabaña diminuta. Después de confesarle lo que sentía por ella, nos estuvimos besando, acariciando y no sé como terminamos tumbados en el sofá; ella recostada en mi pecho mientras le acariciaba el cabello.

Tenía tanta felicidad en el corazón que pensaba que me acabaría estallando. Nunca me había sentido tan feliz y ella era la única causante de mi estado de felicidad, pero aún tenía ese miedo en mi interior que me hacía pensar que todo tenía fecha de caducidad.

Cuando conocí a mi ex, la Innombrable, también me sentía el chico más feliz del mundo. Era muy joven y pensaba que aquel amor duraría toda la vida. Pero ella acabó haciéndome muchísimo daño, tanto a mí como a las personas que más quería. Al principio de estar con ella todo iba genial, parecía que hasta me quería pero todo era fachada y enseguida descubrí su verdadero ser. Me estuvo machacando, me hundió, logró que dudara hasta de mí mismo y caí en el pozo de la desesperación. Huía de las chicas, me negaba a conocer a alguien, me negaba a abrir mi corazón otra vez. Hasta que apareció Abril arrasando con todo mi mundo como si fuese un huracán. Volví a querer conocer una chica, volví a querer tener una relación, volví a abrir mi corazón de par en par, sin embargo, lo que también volvió era el miedo a que me hicieran daño.

Una leve caricia en la mandíbula me sacó de mis cavilaciones y me encontré con los ojos avellana de Abril que me miraban con curiosidad.

—¿En qué piensas?

En ti y en lo afortunado que soy al tenerte a mi lado.

—En cómo puede ser que cuando vas a cagar siempre mees peeero cuando vas a mear nunca cagues. Es curioso, ¿no crees?

Me dio un golpe en las costillas amoratadas y me quejé del dolor.

—Te jodes, por decir tonterías.

—¡Me duele mucho! —exclamé llevándome la mano a las costillas—¡Voy a morir!

Me dejé caer en peso muerto al suelo y fingí que me había desmayado con los ojos abiertos. Ella siguió tumbada en el sofá sin hacerme caso y volví a gemir de dolor.

—Me muero y te da igual.

—Eres un idiota, Andrew.

—Estoy muriéndome y tú insultándome, ¿no tienes piedad por las personas desvalidas?

—Por las personas desvalidas sí, pero por ti no. Eres un dramático, un quejica y un poco idiota.

Me levanté con la mano en el corazón y la miré con falsa incredulidad.

—Me has hecho muchísimo daño, pues mañana voy a ir a hacer snowboard y bajaré por las pistas más complicadas porque total, como no tienes piedad por mí...

Dejó de sonreír al instante y me miró con crudeza.

—No lo digas ni en broma, ¿me oyes? No te vas a subir a una tabla sin tener ni idea.

Siempre nos quedará Londres #1  #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora