21. Abril

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¿Tenía ganas de verme? ¡Tenía ganas de verme! Joder, Andrew tenía ganas de verme

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¿Tenía ganas de verme? ¡Tenía ganas de verme! Joder, Andrew tenía ganas de verme.

Creía que él no me había escuchado, de hecho, deseaba que no lo hubiese hecho porque me estaba muriendo de vergüenza al no haber podido controlar mi lengua. Pero me había escuchado y no solo me había escuchado, también me había contestado y me sentía como una niña pequeña en la noche de reyes. Aunque si lo pensaba bien, era obvio que quería verme, ya me lo había dicho en los cientos de mensajes que me había mandado por la mañana.

Le di un golpecito en la rodilla con la mía y él hizo lo mismo. Sonreí como una idiota y para disimular me llevé el vaso a la boca. Drew suspiró y recostó la cabeza en el tronco del árbol, lo miré de reojo deleitándome con la vista privilegiada que tenía de su perfecto perfil. Se dio cuenta de que le estaba observando y entonces sonrió de medio lado.

—Como me sigas mirando así conseguirás que me sonroje.

—Ya estabas rojo cuando has llegado, así que...

Él se rio y me quedé observándole embobada. Parecía que me hubiesen dado un golpe en la cabeza y me hubiese quedado tonta de por vida.

—Deja de mirarme así —volvió a reírse y entonces nuestras miradas conectaron, le brillaban los ojos y el color de su camiseta hacia que el verdor de sus iris fuese más intenso.

Aparté la mirada algo avergonzada y le di otro trago al café que por suerte tenía sabor a chocolate.

—¿De qué querías hablar?

Drew se enderezó y tragó saliva. Me fijé en el movimiento que hacía su nuez al tragar y tuve que volver a apartar la mirada, nerviosa.

—Anoche... siento mucho lo que pasó, quiero decir, no lo del baño...

—Ya, ya me ha quedado claro en los mensajes raros que me has enviado. —Reí al recordar los miles de mensajes que me había mandado por la mañana.

—¿He hecho mucho el idiota?

—Un poco, pero no pasa nada, Drew —le palmeé la pierna y él suspiró aliviado.

—Bueno ayer Mara... —me estremecí al escuchar su nombre—. Se pasó un poco, bastante, es decir a ella yo... ehm...

—Le gustas.

—Sí, sí pero yo no. Es decir, a mí no me gusta. Bueno, es buena chica y eso pero que no... no me gusta, es maja y todo eso pero... yo y ella nada. No.

Tuve que sofocar una carcajada y controlarme para no descojonarme en su cara. El pobre lo estaba pasando realmente mal y parecía que le hubiese dado un cortocircuito por lo mucho que tartamudeaba.

—Tranquilo, Drew —le cogí la mano y aquello hizo que temblara de nervios, mierda, estaba monísimo—. Sé que no te gusta, no te preocupes.

La noche anterior me había quedado muy claro que no sentía nada por ella.

Siempre nos quedará Londres #1  #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora