34. Andrew

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En cuanto puse un pie en el aeropuerto de Barcelona me puse nervioso

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En cuanto puse un pie en el aeropuerto de Barcelona me puse nervioso. Bueno, decir que estaba nervioso es quedarse corto. De hecho, estaba más nervioso que un rinoceronte en una cristalería.

Por suerte Héctor vino a buscarme en coche porque si no estaba seguro que me habría perdido por allí. En cuanto nos vimos nos abrazamos y nos pusimos rápidamente al día mientras íbamos camino al coche. Me contó que estaba deseando que empezara las clases en la Escuela de Artes porque entonces conocería a una amiga suya que por lo que me decía era muy agradable. No tenía mucho interés en conocer detalles de esa amiga, así que no le presté mucha atención a todo lo que me contaba, lo veía muy feliz y eso era lo que me importaba.

Tras un largo camino en coche de unos cuarenta minutos llegamos al barrio donde la tía de Héctor tenía el piso que nos dejaba durante todo el año escolar. Mi curso, al final, empezaba en noviembre y terminaba en mayo, así que tan solo me quedaría en ese piso seis meses. El piso era pequeño pero para los dos ya teníamos suficiente. La cocina, el salón y el comedor era toda una planta abierta, así que se podía ver todo desde cualquier sitio. Al lado de la cocina había un pasillo que conducía a las dos habitaciones y al baño.

—Tu habitación es esta —me indicó Héctor abriendo la última puerta del pasillo—. No es muy grande pero bueno... tiene un buen armario y un escritorio para que puedas estudiar y escribir tus cancioncitas.

Sonreí agradecido y dejé las dos guitarras encima de la cama. Sí, había viajado con ellas hacia Barcelona porque me veía incapaz de separarme de mis queridas guitarras, quizás era algo extraño pero mis guitarras eran mi vida entera.

—Si no te importa voy a descansar un rato, que estoy molido del viaje.

Él afirmó con la cabeza y me dejó solo en la habitación para que pudiese descansar pero en realidad no me tumbé en la cama sino que empecé a sacar cosas de la maleta, incluida la libreta de las canciones y la dejé encima del escritorio. Sabía que me iba a costar componer porque no tenía el ánimo para hacerlo pero tenía la intención de intentarlo cada día hasta que saliera alguna buena canción.

Mandé unos mensajes a mi madre y al grupo para decirles que había llegado bien y entonces abrí la galería de fotos, no podía evitarlo. Desde finales de agosto, cada día miraba las fotos que tenía con Abril; se había vuelto mi ritual particular. Abría la galería, paseaba el dedo por la pantalla e iba abriendo todas las fotos dónde ella aparecía. En algunas sonreía ampliamente, en otras estaba seria mirando alguna cosa en particular y en otras miraba directamente a la cámara con esos preciosos ojos. Pero las que más me gustaban pero a la vez me apuñaleaban el corazón eran las últimas que nos habíamos hecho. La que le hice aquel día en el parque cuando le puse la flor amarilla en el pelo, salía tan bonita que la habría hasta impreso pero sabía que eso era muy raro, así que no lo hice. En otra estábamos cerca del London Eye y ella salía besándome en la mejilla mientras yo hacía una cara de idiota que era para enmarcar. Eran las mejores fotos, las que hacían que suspirara con melancolía cada día. Sentía una presión fuerte en el pecho cada vez que las miraba pero temía que si no miraba esas fotos, me olvidara de esos momentos tan felices.

Siempre nos quedará Londres #1  #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora