56. Héctor

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Siempre me he considerado alguien bastante cabal, nunca me había dejado llevar por la rabia o por la envidia

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Siempre me he considerado alguien bastante cabal, nunca me había dejado llevar por la rabia o por la envidia. Cuando a uno de mis amigos les pasaba algo genial, siempre les felicitaba y me alegraba realmente por ellos. Pero había ciertos límites. Abril era mi límite.

Desde siempre.

Desde que la conocí cuando aún era una niña inocente.

Con ella todo era diferente pero nunca fui lo suficiente valiente para decírselo. La miraba a escondidas en clase. Cómo se mordía el labio inferior cuando le costaba hacer algún ejercicio de matemáticas y fruncía muchísimo el ceño. Cómo se reía con sus amigas por cualquier tontería. Cómo se le sonrojaban las mejillas cuando algún chico se le acercaba. Cómo se peinaba distraída un mechón de cabello cuando hablaba con Edu. Su ex. Ese maldito tío que tuvo el honor de quitarle su inocencia. Siempre lo odié. Pero lo odié más cuando me enteré de que tan solo la estaba utilizando. Se besaban en clase, se abrazaban, él le tocaba el culo como si fuese suyo, la tocaba en el recreo y a mí se me encendían las mejillas de pura rabia. A veces volvía a casa de mi tía queriendo romper cosas pero no podía romperle cualquier cosa, así que entraba en la cocina y tiraba algún vaso al suelo, lleno de cólera. Le decía a mi tía que se me había resbalado pero obviamente era mentira. Mentía a mi tía y mentía a los demás cuando les decía que estaba bien y era muy feliz. No, no lo era. No estaba bien, ni estaba feliz, ni nada. Porque no podía tener lo que quería y lo que quería era a Abril. Ella tenía que ser mía y sabía que tarde o temprano lo sería. Pero claro, todo siempre se acaba torciendo.

Tuve que volver a Zaragoza porque la imbécil de mi madre se recuperó de sus taras mentales. Me separé de mi Abril y lo peor es que ella se había cambiado de teléfono para que su ex no la encontrara, así que no tenía su número nuevo y no podía llamarla cada noche. En aquella época tuve muchos ataques de rabia, mi madre no pudo más y me mandó a un internado para niños especiales cerca de Londres. Así que cuando llegué allí, tan solo me hizo falta una pequeña amenaza a la directora para que me dejase libre y pudiera hacer mi vida normal en aquella nueva ciudad. Y entonces conocí a Andrew, un chaval que parecía más tonto que las piedras. Ya se le veía de lejos que era fácil de corromper, fácil de manipular. Me divertí mucho con él. Me inventé una historia triste que él se creyó enseguida y entonces me empezó a contar cosas de su vida. Él creyó que había encontrado a un buen amigo. El pobre, era tan inocente... en parte me recordaba a Abril, tan pura e inocente hasta que se tuvo que cruzar con Edu.

Estuve manipulando a ese chico durante bastante tiempo hasta que tuve que volver a Zaragoza y allí me quedé, en mi piso y con mi madre encerrada otra vez, supuestamente por posesión de drogas. Digamos que un amigo de un amigo me debía un favor y... en fin, logré que encerraran otra vez a esa inútil y así poder volver a vivir solo en mi piso. Durante las semanas siguientes seguí llamando a Andrew para seguir fingiendo que era un buen amigo, cuando colgaba siempre me descojonaba de él.

Pero las risas se acabaron pronto. Me arrepentí de haberle dicho que se viniera a estudiar a Barcelona conmigo. Se lo dije para apartarlo de Londres y conseguir de alguna manera que fracasara con su intento absurdo de ser una estrella del rock. Pero todo se me fue al garete en noviembre. Estaba muy feliz por haberme encontrado con Abril, por fin el destino nos había unido de nuevo, por fin podríamos estar juntos. Quise presentársela a Andrew y cuando me di cuenta de que ya se conocían y que habían tenido algo en Londres la furia se adueñó de mi cuerpo. Maldije al puto Andrew de los cojones. ¿Cómo se atrevía a tocar a mi Abril? Ella era mía, solo mía. Por suerte ella estaba cabreada con él, así que aproveché para intentar acercarme y fingir ser un buen amigo a pesar de que en verdad me la quería llevar a la cama. Le propuse ser amigos con derechos, algo normal debido a la tensión que había entre nosotros. Quizás esa tensión tan solo la notaba yo, pero algo había, de eso estaba seguro. Ella me hizo una cara de horror que se me quedó clavada en el corazón, ¿por qué me miraba así? ¿No me deseaba? Era mucho más atractivo que Edu, ¿por qué con él se abrió de piernas y conmigo no? Me enfadé, estuve enfadado muchos días pero al final me relajé y volqué todas mis esperanzas en el viaje a París, creía que ella iría hacia allá y por fin le podría decir todo lo que sentía. Pero al llegar allí... me di cuenta de que la muy cabrona me había mentido, me había dicho que estaría allí pero nada, no estaba. No comprendía por qué me había mentido de esa manera y le mandé un mensaje diciéndole que la ayudaría a ser más honesta porque era lo que necesitaba, ella necesitaba ser más honesta con todos y sobre todo ser sincera conmigo. Porque si queríamos tener una relación, la sinceridad era primordial.

Siempre nos quedará Londres #1  #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora