15. Abril

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Me apoyé en la puerta de su habitación llevándome la mano al corazón que me latía frenético

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Me apoyé en la puerta de su habitación llevándome la mano al corazón que me latía frenético. No podía controlar las miles de sensaciones que se arremolinaban dentro de mí cuando lo tenía tan cerca. Le había besado. Vale sí, solo en los nudillos pero... le había besado. Respiré hondo y llené de aire mis pulmones. Su habitación olía genial, olía a él.

Me tumbé en su cama, que era bastante grande, y me obligué a cerrar los ojos a pesar de que no quería dormir. Habían pasado tantas cosas que mi cerebro aún estaba intentando procesarlo todo. El maldito Imbécil, no entendía cómo había averiguado dónde estaba. ¿Había viajado a Londres expresamente para encontrarme? Hay que ser psicópata para hacer algo así. Menos mal que apareció Drew, si no... no sabía qué habría pasado. Jamás había visto al Imbécil tan desquiciado, tenía los ojos inyectados en sangre y daba auténtico miedo. Por suerte era imposible que supiera en qué residencia nos quedábamos Miri y yo porque nadie lo sabía, de hecho, tan solo lo sabían nuestras madres y ya está, pero a pesar de esto, me daba pánico encontrármelo allí.

No supe cuándo me dormí ni cuantas horas había dormido pero cuando me desperté, los rayos de sol inundaban la habitación iluminándola por completo. Me levanté poco a poco y vi en el reloj de la mesita de noche que eran las cinco y media. De la tarde. Abrí los ojos como platos, había estado durmiendo un porrón de horas y en una cama que no era la mía. Cuando salí de la habitación había un silencio sepulcral y pensé que los chicos estaban durmiendo, me fui al baño y al ir a abrir la puerta esta se abrió y apareció ante mí un torso desnudo que no estaba nada mal.

Drew carraspeó al ver que me había quedado paralizada en el marco de la puerta y entonces pestañeé varias veces para salir de la ensoñación. Levanté la cabeza y él me estaba observando con una sonrisa ladeada que en cualquier otro momento me habría hecho desmayar, pero estaba demasiado ocupada intentando no mearme encima. El pelo le goteaba y las miles de gotitas se iban estampando contra sus hombros, dejando un rastro húmedo por todo su cuerpo que... mi cerebro se desconectó.

—¿Abril? ¿Estás en la Tierra?

No, estaba en el cielo.

—¡¿Abril?!

Me zarandeó un poco por los hombros y desperté de aquel letargo tan extraño. Él seguía sonriendo y parecía saber con exactitud por qué me había quedado alelada.

—Ehm... sí, yo... hola.

Como decía, mi cerebro se había desconectado. Drew contuvo una carcajada y con suavidad me apartó del marco de la puerta para pasar.

—Buenos días a ti también, aunque ya serían buenas tardes —me echó una mirada de arriba abajo y volvió a sonreír de lado—. Hay toallas en el armario, por si necesitas una ducha fría.

Me guiñó el ojo y desapareció dentro de su habitación.

Cabrón. Capullo. Exhibicionista. No debería pasearse en toalla por un piso dónde también había una chica. ¿Qué se creía? Joder, menudo cuerpazo tenía el cabrón. Quizás sí necesitaba esa ducha fría.

Siempre nos quedará Londres #1  #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora