11. Abril

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Los días pasaron sin más inconvenientes pero no podía centrarme en las clases y los días se me hacían demasiado largos

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Los días pasaron sin más inconvenientes pero no podía centrarme en las clases y los días se me hacían demasiado largos. Miri insistía en salir y visitar más cosas de Londres pero al final desistió al ver que yo no estaba por la labor. No estaba deprimida, solo estaba asustada por la vuelta de el Imbécil a mi vida.

Hablé con Carlota casi todos los días y ella me insistía en que cuando volviese a Barcelona tenía que pedir una orden de alejamiento o algo así para que el Imbécil no me molestara más. Estaba muy indecisa sobre qué tenía que hacer respecto a esa situación y tan solo decidí que sería algo en lo que pensaría al llegar a Barcelona. Estando en Londres no podía dejar que ese tío me amargara el viaje, así que las semanas siguientes fui saliendo poco a poco, con Miri explicándome sus encuentros con Rick, sin darme detalles que no quería escuchar y lo pasábamos bien paseando y visitando partes de la ciudad que aún no habíamos visto.

A lo tonto ya llevábamos un mes en Londres y Miri quería salir para celebrarlo y quedar con los de la banda que hacía muchos días que no veíamos. Aunque ya me sentía algo mejor, rechacé su invitación y me quedé en la habitación mientras ella se iba de fiesta con los demás.

Mientras repasaba las lecciones que habíamos dado durante aquellos días, el móvil empezó a sonar al tener un mensaje entrante de un número desconocido. Lo abrí sin pensar demasiado y se me cayó el móvil de la mano cuando leí lo que había escrito:

"Hola bebé, ¿sabes quién soy? Soy tu querido Edu. Aunque dudo que realmente me quisieras porque querías dejarme y alejarte de mí pero no pasa nada, te perdono.

Necesito hablar contigo, te he echado de menos mi bebé. Ahora que he vuelto nada nos separará, ni las zorras de tus amigas. Pronto nos veremos. Te quiero y recuerda que eres mía, solo mía."

Empecé a temblar como una hoja que está a punto de caer de un árbol. Aquello no podía estar pasándome, no podía ser. El Imbécil había conseguido contactarme y aquello podía ser fatal para mí. Mi corazón latía tan frenético que parecía que estuviese a punto de atravesar mi pecho, intenté respirar profundamente para calmarme pero no había manera. Sin ser consciente de lo que hacía, me levanté y con la mano temblorosa abrí la puerta y me fui de la residencia. No sabía dónde ir, pero necesitaba salir de allí porque me estaba ahogando.

Caminé sin rumbo durante mucho rato y cuando pasé por delante del bar musical dónde fuimos el primer día, entré y me senté en una de las mesas. No me gustaba el alcohol pero aquella noche decidí pedirme una cerveza que estaba muy amarga pero me ayudaba a olvidar aquel mensaje. Bebí. Bebí y bebí. A la cuarta cerveza no notaba el sabor amargo, ni tampoco era consciente de dónde estaba ni qué me estaba pasando. Pedí una quinta pero el camarero se negó, según él llevaba demasiadas y no podía dejar que bebiera más. Le supliqué y me eché a llorar desesperada porque necesitaba olvidar al Imbécil, necesitaba olvidarlo todo.

Escuché unos pasos que se acercaban a mí veloces, pensé que volvía a ser el camarero pidiéndome que me largara pero cuando levanté la mirada para mandarlo a la mierda, me encontré con los brillantes ojos de Andrew. Se sentó a mi lado y de repente me abrazó. Entre sus fuertes y firmes brazos me sentí tan aliviada y protegida que por un momento olvidé por qué estaba en aquel bar bebiéndome cuatro cervezas.

Siempre nos quedará Londres #1  #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora