52. Andrew

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Abril no estaba bien

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Abril no estaba bien. Y no solo eran los moratones que tenía en las costillas y en la cara. Estaba esa tristeza, ese pozo oscuro que había en sus ojos. Sus iris avellana habían adoptado un color más apagado y me dolía verla así. Por la noche, al acostarnos, nos dejamos llevar demasiado. Creía que íbamos a llegar más allá que unas simples caricias pero no pasó nada. De repente todo su cuerpo se tensó y dejó de acariciarme y besarme como siempre había hecho. Me apartó de un empujón y me miró con tanto terror que se me cerró la garganta. No sabía si había hecho o dicho algo mal, no sabía si le había hecho daño sin querer... no sabía nada porque solamente se giró hacia la pared para darme la espalda y se durmió. Pasé un brazo por encima de ella y la abracé sin tocarla demasiado. Tardé mucho en dormirme, de vez en cuando Abril se retorcía y me daba patadas mientras murmuraba cosas. No dormía tranquila como siempre, fruncía el entrecejo y parecía que algo la estaba atormentando en sus sueños. Acaricié su mejilla con suavidad y le di un besito en la frente mientras me acercaba un poquito más a su cuerpo para que se sintiera más protegida y lograr que esos demonios que la torturaban en sus sueños la dejaran tranquila.

Al día siguiente de aquella noche intensa, no quiso salir de casa porque decía que no tenía las fuerzas suficientes como para dar un paseo por la calle. Cuando ya llevaba tres días encerrada en casa, entre su madre y yo la obligamos a salir, no podía quedarse toda la vida encerrada entre esas cuatro paredes. A regañadientes salimos del edificio y empezamos a caminar por aquel barrio que aún no conocía del todo, le iba preguntando cosas pero ella parecía que no estuviese por la labor de entablar una conversación y eso me empezaba a desesperar porque yo no le había hecho nada malo, no merecía que me ignorara de esa manera.

—¿Se puede saber qué te pasa conmigo? —quizá mi tono fue demasiado brusco y Abril me miró con el ceño fruncido mientras esperábamos a que el semáforo se pusiera verde.

—¿Hace falta que me hables así? No sé Drew, quizás es que hace tres días mi ex me dio una paliza y estoy cabreada porque mi madre y tú me habéis obligado a salir en contra de mi voluntad.

—No puedes quedarte toda la vida encerrada y escondida, tu madre y yo solo queremos lo mejor para ti.

—Lo mejor para mí era quedarme en casa.

Se cruzó de brazos y seguimos caminando sin decir ni una palabra más. Entendía que tuviese miedo de salir a la calle pero era absurdo quedarse encerrada para siempre, tenía derecho a vivir y seguir con su vida. El Imbécil seguía encerrado, no iba a volver a molestarla pero supuse que aún tenía el miedo instalado en el cuerpo. Le pasé un brazo por los hombros para relajarla pero ella me lo apartó de un manotazo. Resoplé indignado y escondí las manos en los bolsillos del abrigo. Era absurdo que quisiera quedarse en casa pero también era absurdo que estuviera tan enfadada conmigo. Estaba siendo muy injusta pero decidí callármelo para no cabrearla más. Se me encogió el corazón cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo; estaba empezando a ocultar mis opiniones tal y como hice con la Innombrable. Me daba tanto miedo enfadarla que siempre acababa callándome cosas. La historia se volvía a repetir, me callaba algo solo porque no quería que Abril se enfadara más y sabía como acabaría todo eso, acabaría estallando por los aires como una bomba nuclear.

Siempre nos quedará Londres #1  #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora