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Medianoche.

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Me encontraba en mi habitación esperando la llegada de Martina, había salido a comer con Julián antes del primer partido de Argentina para este mundial. Las esperanzas se hicieron bastante fuertes con el paso de los meses y se le tiene fe al equipo, hace poco habían salido campeones de América y de la Finalissima. Los chicos sentían un especie de presión por conseguir el título de campeones del mundo, durante la cena me dediqué a escuchar y no acotar nada, aún no podía respirar después de haber estado compartiendo el mismo aire que Messi. 

Apagué la televisión mientras ponía música en mi parlante, miré al techo y la melodía comenzó a sonar. Mi mente se inundó de recuerdos sobre hace un año, la sensación que me había dejado en el cuerpo el acercamiento de Enzo hace un par de horas me había sacado el sueño. Me había prometido a mi misma dejar de sobre pensar las cosas, pero parecía que los motivos para hacerlo eran más fuertes que mis promesas, más si se trataba de él. Suspiré intentando tranquilizarme y cerré los ojos para intentar conciliar el sueño, aunque quisiera olvidarme de lo que hemos vivido antes era imposible, desde que lo vi otra vez lo único que venían a mi cabeza eran flashbacks. 

Me arrepentía muchísimo de haber venido sólo para apoyar a mi amiga y a su novio, venía manejando todo tan bien, tenía los ladrillos bien acomodados en la pared, pero esa pared volvió a ser derrumbada por él. La puerta sonó varias veces y lo primero que pensé era en Martina, ya era medianoche y claramente sería obvio que volviera a esa hora. Me levanté y abrí la puerta con despreocupación, para mi sorpresa, encontré a Enzo recostado en el marco de la puerta. 

—¿Qué haces acá? — Pregunté seria mientras él se invitaba solo a pasar a mi habitación, lo miré con indignación al verlo sentarse en mi cama y apreté los dientes con cierto disgusto al verlo. 

—Vengo por un tatuaje. — Sonrió mientras se inclinaba hacia atrás con apoyo de sus brazos, lo observé molesta pero al parecer, no entendía la clara indirecta de que se fuera. 

—Son las doce de la noche, ni en pedo hago nada por vos. — Dije cruzándome de brazos aún esperando a que se levanté y se marchase de mi habitación. Recordé aquel dicho de: "Los hombres siempre se acuerdan de lo que quieren", nunca pensé que fuera tan cierto. Me acerqué a él con la intención de arrastrarlo hasta la puerta, agarré su brazo y lo miré a los ojos. — Así que te invito a que te reti-

—Sin el tatuaje, no. — Se levantó de golpe y se acercó a mi cuerpo junto con su cara, haciéndome frente junto a una sonrisa que tenía toda la pinta de manipulación. Apreté los labios mientras le mantenía la vista firme sin forma de que pudiera convencerme en hacer lo que él quería, ahora quien sostenía mi brazo era él. — Vos necesitas la plata, así que pensá bien tu respuesta. — Alzó una ceja mientras intentaba convencerme con la mirada, una sonrisa salió de sus labios mientras su aliento mentolado chocaba con mi cara. La cercanía entre ambos volvía a ser peligrosa, había olvidado lo caprichoso y manipulador que era Enzo. 

Era verdad, necesitaba la plata para mi estadía en Qatar. Aunque Julián nos había reservado una habitación que nos mantendría por lo que quedaba del mes, si quería comprarme mis propias cosas o regalos para mi familia, debería salir de mi bolsillo y justamente pensé en ejercer mi profesión con gente que siempre quiere un tatuaje. Me mordí la lengua al ver lo decidido que estaba a no irse hasta que cumpliera su capricho, lo detestaba tanto cuando se comportaba como un nene y justo en este momento lo estaba haciendo. 

𝗧𝗔𝗧𝗧𝗢𝗢 | 𝗲𝗻𝘇𝗼 𝗳𝗲𝗿𝗻𝗮𝗻𝗱𝗲𝘇 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora