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Cuidar.

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—No importa. — Dije intentando escapar de la situación, estaba dispuesta a levantarme de la cama para escapar al baño y no tocar más aquel tema que me perseguía por años. 

—No, Luna, — Enzo me agarró de la muñeca haciendo que me siente nuevamente en la cama envuelta en las sabanas blancas. — dijiste que no querías escaparte de tus problemas. Yo de verdad quiero saber que te llevó a eso. 

Odiaba generar pena en la gente, por eso ni siquiera asistí al velorio de mi papá. Sentía culpa cada vez que las personas me miraban con pena o con esa típica frase de "pobre de ella", no era mi intención preocupar a nadie y menos que supieran sobre mis problemas personales, podría decir que ni Martina sabía sobre estas cicatrices en mi cuerpo. Dudé demasiado en si contarle, creía que sería peor que supiera a dejarlo con la curiosidad, pero como bien él dijo, no quiero seguir escapando de mis problemas. 

—Cuando tenía trece, en el colegio me molestaban mucho por estar gorda. — Agaché la cabeza ya que no podría mirarlo a los ojos cuando contara las razones de mis cortes, era a la primera persona que le contaba a parte de mi familia, creo que era una forma de confiar en él. — Empecé dejando de comer, después empezaron a sospechar que no probaba la comida y empecé con los vómitos provocados. A veces me agarraban atracones y por la culpa, me cortaba el abdomen y debajo de los senos como "castigo" por comer de más. No sólo eso, siempre que un chico que me gustaba estaba con otra, me comparaba y hacía lo mismo, quería ser flaca a toda costa para tratar de gustarle a la gente y obtener aprobación. — Me recosté sobre el respaldo de la cama y miré a la ventana a la hora de contar las cosas que hacía para tratar de encajar en la sociedad. 

—Yo... No sé que decirte. — Se tocó la cara preocupado y mirando para todos lados, conocía esa maldita frase y odiaba que la dijeran cada vez que me pasaba algo.

—No necesito la lástima de nadie Enzo, y menos la tuya. — Me levanté de la cama, mi voz sonó quebrada y claramente, cuando me encerré en el baño fue mi momento de explotar. 

Había encontrado muchísimas formas para lastimarme, las suficientes como para no olvidarme ninguna y creía que la más letal, era la que estaba dentro de mi cabeza. Sobre pensar las cosas me llevaba a un desgaste emocional y mental, habían días en los que deseaba que no estuviera viva y simplemente esperaba a que los cortes fueran lo demasiado profundos para sacarme la vida. Sé que suena fuerte, soy consiente de ello, pero la verdadera razón por la que seguía viva era por Martina, pensaba en su sufrimiento si yo algún día llegara a irme y más de esa manera. 

El bullying en mi adolescencia no era poco, llegaba hasta los golpes y no podía hacer nada, peor era si hablaba en mi casa. La única manera de aliviar mi sufrimiento era yendo a pescar y a tatuar con mi papá mientras charlábamos de la vida, pero ahora que él no está no me queda otra manera de relajarme. Me senté en la tapa del inodoro con abrazando mis piernas, desde afuera se escuchaban los golpes en la puerta por parte de Enzo pidiendo entrar, las lágrimas no tardaron en caer.

Ni siquiera sé cuanto tiempo estuve encerrada en ese baño, llorando. 






































Me dolía la cabeza de llorar tanto, lamentablemente la charla con Enzo me había recordado todo lo que había perdido y lo que había vivido de mala manera. Me encontraba sentada en la playa mientras miraba como el sol se escondía en el mar, podría decirse que era la única forma de conectarme con mi papá y poder revivir esos lindos recuerdos que tenía junto a él. El mar comenzaba a subir y a mojar mis pies, mucho no me importaba ya que me relajaba un poco. 

𝗧𝗔𝗧𝗧𝗢𝗢 | 𝗲𝗻𝘇𝗼 𝗳𝗲𝗿𝗻𝗮𝗻𝗱𝗲𝘇 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora