15

9.8K 579 186
                                    

Mentira.

┉┅━━━━━━━━━━━┅┉

Luna llegó al local como todos los días, se notaba que la noche anterior no había pegado un ojo y Martina lo sabía. La esperaba con el mate mientras de fondo sonaba Un siglo sin ti de Chayanne, le acercó el mate cantando un par de letras de la canción, bailaba como Moni Argento pero le encantaba sacarle una sonrisa a su mejor amiga cuando la veía así. Luna le dio un sorbo al mate quemándose toda la boca y sacando la lengua hacia afuera para aliviar el ardor, otra vez se le había pasado el agua a la castaña. 

—El día que no se te pase el agua, voy a ser la mujer más feliz del mundo Martina. — Dice Luna entre risas seguido de morderse la lengua para calmar el dolor, sintió como se agrietó gracias al agua hirviendo. 

—Y el día que no hagas mates lavados yo también lo voy a ser. — Empujó a la morocha con cariño y ambas se sentaron en el mostrador a esperar clientes. En especial, al cliente favorito de Luna. 

Se sentía rara después de lo que había pasado aquel domingo a la madrugada, ambos se necesitaban de esa manera pero ella no pudo olvidar su pasado, ni siquiera para algo así. Las cicatrices se remontan a la etapa secundaria de Luna, el bullying era tan intenso que dejó un montón de inseguridades y odio en ella, no podía mirarse en el espejo sin sentirse insuficiente para cualquier persona. Alguien que no se quiere a si mismo es el peor enemigo para un alma tan pura como lo era la de Luna, la solución para expulsar todo ese odio la encontró en una navaja y su piel, cuan errada y lastimada estaba como para pensar eso. Nunca pudo contarle a nadie lo que le pasaba, tapaba las heridas evitando usar remeras cortas y siempre usando ropa holgada cuando las cicatrices estaban recién hechas, el raspor fresco podía ser el peor castigo para que ella dejase de comer y tuviera el abdomen plano que siempre quiso, del cual siempre se burlaron. 

Hicieron que se odiase, que ni siquiera tuviera la cordura para darse cuenta de que lastimándose no llegaría a nada, sólo a dañar su hermoso cuerpo que no merecía ningún cambio. Ambas chicas escuchaban las canciones que pasaban en la radio y las cantaban a la par, como si las dos tuvieran el corazón roto cuando no era así, mientras comían medialunas junto al mate hirviendo de Martina. La tarde pasaría y Luna seguiría esperando la visita de Enzo, ella sería capaz de esperarlo hasta el fin del mundo como él también lo haría, tenían un sentimiento reciproco y querían sacarle provecho a ello. El día parecía ser perfecto aunque afuera estuviera nublado y a punto de llover, todo llevaba a que finalmente hoy Luna tomaría la iniciativa para aclarar las cosas con Enzo y confesarle lo que nunca pudo, decirle lo cuan enamorada estaba de él. 

Ambas se levantaron a hacer el típico baile de Provócame de Chayanne, la canción favorita de las dos durante toda su adolescencia. Habían cosas que nunca iban a cambiar. 





















































Enzo y Julián llegaron al local a eso de las cinco de la tarde, saludaron a las chicas y pasaron al estudio de Luna. Enzo se preparaba para su última sesión de su tatuaje en la espalda, se sentía bien al ver que la chica no estaba incomoda con la situación que habían vivido hace dos días, esa noche significó mucho para el morocho ya que, aunque con palabras no lo dijera, con acciones Luna le expresaba cuanto lo quería, Enzo se sentía querido por primera vez. Se sacó la remera del entrenamiento y se recostó de espalda a Luna, observó como los ojos de la morocha se desviaron al tatuaje que estaba en su pecho ya sanado, deslizó su dedo con el guante de látex causando una sonrisa traviesa en los labios de Enzo. 

—Sanó bastante bien. — Dijo ella con cierta cercanía peligrosa a la cara del chico, este se mordió el labio inferior con deseo de clavarle un beso en esos labios carmesí. 

𝗧𝗔𝗧𝗧𝗢𝗢 | 𝗲𝗻𝘇𝗼 𝗳𝗲𝗿𝗻𝗮𝗻𝗱𝗲𝘇 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora