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Melancolía II.

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Sonaba "A las nueve" de No Te Va Gustar en aquella habitación, Luna se replanteaba cosas en su vida, como lo que había pasado aquella noche. Miraba al techo mientras pensaba en todo lo sucedido, aún no confiaba en el morocho pero claramente algo revivió en ella después de lo que pasó y más. La música sonaba desde un parlante al lado de su cama, así solía pensar cuando era más joven y normalmente le iba bien en las decisiones que daba después de estar horas así. 

Enzo tenía un poder muy fuerte en ella, era consiente de eso y cuanto más se acercaba a él, peor era, ¿Sería una buena decisión volver a alejarse?, replicaba en su cabeza. Ella tenía esa costumbre de alejar a la gente cuando sentía miedo, como bien lo había dicho Martina, pateaba a la gente como si todos fueran a lastimarla. La frase "No puedes elegir si van a hacerte daño, pero si eliges quien te lo hace" retumbaba en su mente, aquel libro que había leído en su adolescencia tenía tanta razón con esa frase y trágicamente no podía evitar ser insegura, aunque el libro tuviera la razón. 

El partido con Polonia había sido un éxito para la selección, próximamente se jugaría con Australia en pocos días y se esperaba un buen resultado. Enzo se encontraba de camino a la habitación de la chica, quería aprovechar que finalmente estaba sola para hablar con ella sobre lo que había pasado aquella noche. Tenía altas expectativas sobre lo que decidiría Luna después de la propuesta que tenía para hacerle, iba con confianza e ilusionado debido a que sentía que finalmente, después de un año, era correspondido su amor. 

Tocó la puerta con tres toques con los nudillos, una sonrisa llena de emoción apareció en su cara mientras esperaba a que abriera la puerta. La muchacha no tenía intenciones de tener visitas esa noche, menos si eran del morocho que la traía pensativa por varios días. Abrió la puerta encontrándose con el chico que la esperaba emocionado, ella no devolvió ninguna emoción de igual manera, llevaba una angustia en el pecho desde esa noche y no sabía que podría sacársela. La melancolía se la estaba comiendo viva y sin escape de lo que tenía enfrente. 

—¿Qué onda, morochita? — Enzo entró en la habitación sin permiso de la chica y se sentó en su cama, como si fuera el dueño. Luna parecía estar deprimida y era bastante notorio por su expresión, no eran las mejores fechas para ella y justo se le sumaba aquel problema. — ¿Y esa carucha? — Dijo dándose cuenta de la cara que tenía, llevaba un par de días sintiéndose así y aunque Enzo siempre estaba al rededor de ella, no quería que supiera que estaba depresiva. 

—Nada. — Respondió haciendo todo más notorio con el tono de su voz. Se sentó al lado de él pero sin dirigirle la mirada, no quería ponerse a llorar frente a él después de todo. — ¿A qué viniste Enzo? — La chica se pasó la mano por la cara demostrando cansancio, Enzo le clavó la mirada dándose cuenta de que no debería darle la propuesta en ese momento, no creía que fuera el momento correcto. 

—Bue, decile a tu cara que no pasa nada. — Respondió un poco indignado y se levantó de la cama, comenzó a dar vueltas por la habitación viendo que la caja de cigarrillos de Luna estaba casi vacía. Era capaz de fumarse un atado de 20 cuando estaba pensativa y ansiosa, claramente le costaría más dejarlo está vez. 

—No estoy de humor para tus boludeces, decime que querés rápido. — Dijo yendo directamente al grano, Enzo se paró frente a ella y decidió que con intentarlo no perdería nada. 

—A las doce te espero en la terraza del hotel, no faltes. — La chica lo miró con extrañeza, no sabía cuantos malabares intentaría hacer Enzo para llegar a ella. Le costaba tanto abrirse que ni siquiera podía ver como el chico se desvivía por ella y por hacer de todo por recuperarla. 

𝗧𝗔𝗧𝗧𝗢𝗢 | 𝗲𝗻𝘇𝗼 𝗳𝗲𝗿𝗻𝗮𝗻𝗱𝗲𝘇 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora