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Ganas.

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Lean abrió la puerta con una sonrisa, al parecer esperaba mi llegada con ansias y no tenía el poder de controlarlo. Me causaba ternura y a la vez, emoción, Leandro era una de esas personas que podrían ser alguien especial en tu vida, no quería pasar por lo mismo que con Enzo, al menos tenía claro que estaba separado de la mujer. Me dejó pasar después de saludarnos con un beso en la mejilla, en instantes sentí como el calor subió a estas y también, al ver que estabamos solos esta vez.

—¿Y Paulo? — Pregunté con un poco de atrevimiento mientras dejaba mis cosas sobre la cama de él, Lean rió un poco pasando por al lado mío y sentándose en la cama.

—Es mejor no preguntar esas cosas en este equipo. — Dijo con una sonrisa y acercando un poco su cara hacia la mía. Apreté los labios en una sonrisa y comencé a sacar las cosas de mi maletín, estaba un poco nerviosa debido a la soledad de la habitación. — Che, ¿Te puedo hacer una pregunta? — Preguntó mientras se sentaba en la cama con la vista en lo que yo estaba haciendo. Una de las cosas que me agradaban de Leandro, era su curiosidad. Nunca había conocido a alguien que quisiera saber todo de ti e interesarse por tu vida.

—Bueno. — Respondí un poco nerviosa, no me esperaba a que quisiera saber algo sobre mí y menos lo que me esperaba escuchar.

—¿De dónde lo conoces a Enzo? — Se reclinó en sus brazos mientras con una sonrisa preguntaba aquello que me había dejado helada. Si era sincera, no sabía que responder.

Tarde en darle una respuesta, simplemente sonreí un poco mientras terminaba de sacar mis cosas y colocarme los guantes. No era algo que me gustaba recordar, tampoco me gustaba contar aquella historia, fueron meses duros para mí y en lo único que pensaba era en él, en como ese día corrió detrás de mí en cuero y agitado por explicarme como fueron las cosas, exactamente el momento en el que mi corazón dejó de latir. No podía decir que lo amaba, no llegué a ese punto de sentirlo así, pero había una ilusión y un cariño particular, el cual nunca volví a sentir con nadie.

Mi error fue idealizarlo mucho, creer que era un chico diferente y que de verdad me quería. Siento que la mayor responsabilidad la tuve yo, quizás si le hubiera preguntado si tenía novia o simplemente hubiera marcado los límites cuando se debía, no estaría pasando por situaciones como esta. Así se sentía una decepción amorosa, crees tenerlo todo hasta que un día dejas de pensar en querer las cosas y sólo vives porque es lo que te toca.

—Fui su tatuadora de confianza cuando jugaba en River. — Contesté después de un silencio incómodo, creí que esa era la respuesta más correcta a lo que habíamos sido con Enzo. Desvíe la vista a su pecho viendo como el tatuaje iba sanando al paso de los días, Leandro se acostó en la cama dejándome el pase libre para colocar el soporte y empezar el trabajo.

—Te digo la verdad, — Habló nuevamente cortando el silencio, casi que no esperaba a hablar con él de está forma. Esperaba hacer mi trabajo normal y sin comentarios de por medio, como lo hacía siempre. — pensé que era tu ex, por como se te acerca y todo.

Lo miré un poco extrañada mientras él me dedicaba una de sus sonrisas, me perdí en la luz de sus ojos al mirarme a los míos. Pocas veces vi unos ojos como los de él, ese brillo que tenía nunca lo había visto o presenciado hacia mi persona, era increíble, casi una maravilla mirarlo.

—Es un tarado, me encantaría no verlo nunca más. — Leandro se rió aunque no fuera intención mía que lo hiciera, lo miré confundida y volvió a clavarme la mirada sin decir nada. — ¿Qué?

—¿Por qué no te quedas hoy? — Abrí mis ojos sorprendida ante la propuesta, tenía una sonrisa tierna y simplemente me debilitaba verlo de esa manera, casi no podía protestar. — Julián me dijo que está durmiendo en tu habitación y al parecer, vos mucho no te lo bancas. — Aclaró y se sentó en la cama, estabamos un poco cerca pero no lo demasiado para que no pudiera respirar, aún estaba shockeada por la propuesta. — Quédate, dale. A parte, estoy solo por hoy.

De repente, había olvidado como se respiraba y una sonrisa boba salió sin permiso. Agarró mi mano para pedirme con la mirada de que esa noche la pasara con él y sin chistar, acepté.



























Desperté gracias al sol que chocó en mi cara, volteé un poco molesta para poder seguir durmiendo pero pude visualizar a Leandro terminando de cambiarse para ir al entrenamiento. Observé los tatuajes en su espalda y como cada uno estaba retratado de manera perfecta, rápidamente los tapó con su camiseta y se dió la vuelta para regalarme una sonrisa al darse cuenta de que ya había despertado. Se sentó en el borde de la cama y acarició mi mejilla con suavidad, parecía sacado de un cuento de hadas.

—¿Cómo dormiste? — Preguntó con una sonrisa y corrió el pelo de mi cara, me estiré en la cama indicando que dormí perfectamente a su lado. El aroma de su perfuma permanecía en la almohada y eso hacía que me embriagara con este. — Voy al entrenamiento, ¿Querés venir?

Asentí ya que no podía negarme a aquellos ojos verdes, se paró de la cama para finalmente darme una mirada diciendo que me esperaría. Cerró la puerta de la habitación mientras yo aún no podía disimular una sonrisa, era tan atento y parecía ser perfecto, aunque debería tener cuidado para no pasar lo mismo que la otra vez. Debía procurar no caer en los encantos de nadie, el mejor remedio para sanar viejas heridas es volverse fría ante la provocación.

Tenía ganas de caer por Leandro, eso no iba a negarlo. Terminé de arreglarme un poco y salí encontrándolo con su celular en el pasillo, me regaló una sonrisa para después pasar su brazo por mis hombros y ambos caminamos hacia el lugar donde se llevaría a cabo el entrenamiento. Sorpresivamente (hablando con sarcasmo), Martina también estaba ahí y su mandíbula atravesó la tierra al verme con Leandro, probablemente nunca se imaginó aquella imagen que estaba viendo en ese momento.

Me despedí de él para acercarme a ella, aún no pronunciaba ninguna palabra por el shock pero claramente se le notaba lo que quería decirme. Aunque no había pasado nada del otro mundo con Leandro, desde afuera se veía diferente y hasta se podría llegar a pensar que algo raro había pasado anoche. Un rato pasó mientras Martina cebaba mates durante el entrenamiento, a lo lejos noté como Leandro me llamó para que me acercase a él, como si quisiera decirme algo pero por la lejanía no lograba entenderle.

—Te quería preguntar si me acompañabas a...

Y recibí un pelotazo bastante fuerte en la cabeza, me agarré fuerte para intentar aliviar el dolor pero ni siquiera eso lograba calmarlo. Leandro se preocupó bastante al ver como mi nariz comenzó a sangrar, el resto del plantel junto al cuerpo técnico se acercaron a verme debido a la preocupación.

—¿Vos estás loco, Enzo? — Gritó Leandro con bronca, se acercó a él mientras los demás me ayudaban a caminar hacia la enfermería. Ahora sabía finalmente quién había sido el hijo de puta que se atrevió a pegarme un pelotazo.

Una razón más para odiarlo.























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𝗧𝗔𝗧𝗧𝗢𝗢 | 𝗲𝗻𝘇𝗼 𝗳𝗲𝗿𝗻𝗮𝗻𝗱𝗲𝘇 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora