𝗧𝗔𝗧𝗧𝗢𝗢 | 𝗲𝗻𝘇𝗼 𝗳𝗲𝗿𝗻𝗮𝗻𝗱𝗲𝘇 ©

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La verdad.

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Los siguientes días fueron bastante pesados, los entrenamientos habían sido más arduos para el seleccionado y además, las dudas de Luna que inundaban cada habitación que pisaba. Quedaba un sólo día para el partido contra México y la ansiedad se hizo presente en el comedor, era uno de los partidos decisivos y más esperados por el plantel, obviamente querían demostrar que habían llegado para quedarse. Luna se encontraba en la cocina a altas horas de la noche, era de madrugada y la chica no podía dormirse debido a los nervios de conocer a los hijos de Leandro, además del partido.

Decidió hacerle galletitas caseras a los nenes para darles una bienvenida linda a esta nueva parte, normalmente las familias no suelen pasar a la concentración pero dado a las circunstancias, Scaloni dio de baja la orden. Sus pensamientos se encontraban más allá de la cocina, desde hace días no dejaba de pensar en ese beso que había compartido con Enzo y como se había dejado, había firmado un pacto con ella misma para que una cosa así no volviera a pasar pero claramente, era imposible no ver lo que tenía enfrente.

Amasaba mientras se iba de la Tierra por pensar en ese beso, le había revuelto todo su cuerpo y no podía ignorar el hecho de que Enzo no pensaba rendirse con el tiempo. Aún quedaron en su mente las palabras decididas del morocho a que volvería con ella, no llegaba a ser acoso porque muy en el fondo, aunque no quisiera, Luna se moría de ganas porque la besara todos los días.

—¿Cocinando? — Las manos de Enzo se deslizaron por la cintura de la chica abrazándola y susurrando en su oído, ella se sobresaltó ya que pensaba que estaban todos durmiendo a esa hora.

Bajó la vista a las manos de Enzo, este apretó más el agarré para sentirla en totalidad y posó su mentón en el hombro de la chica. Luna se sentía confundida, no sabía si estaba bien dejarlo o alejarlo, pero la naturaleza de ella hizo que soltara las manos de Enzo y se separara de él.

—Ándate a dormir Enzo. — Respondió corriéndose hacia otro lugar, evitando todo contacto con el chico que parecía confundido ante la reacción de la morocha.

Enzo pensaba que después del beso, todo volvería a ser como antes y que no habría obstáculos para que pudieran estar juntos. Extrañaba la sonrisa de la chica, así como su vieja energía y la forma en la que lo miraba, él se había dado cuenta del cambio drástico en ella.

—Bueno, bueno eh, — Dijo un poco alborotado y se paró frente a ella, buscaba su mirada pero simplemente ella mantenía la vista en la masa. Prefería no hacer contacto con él para no caer nuevamente, simplemente cada vez que lo miraba se acordaba de su mentira y de como la había lastimado sin pensar ni un poco en ella. — ¿Para quién estás cocinando? — Señaló con la vista y parecía mantenerse serio, pero verla hacía que una sonrisa se le escapara en cuestión de segundos.

—Para los hijos de Lean. — Contestó bastante cortante, como si un cuchillo cortara el aire que parecía ser tan fino. La confusión se hizo más grande, si ella le había correspondido el beso, ¿No significaba que sentía lo mismo que él?

—¿Sos mamastra ahora? — Se burló aunque no fue de buen gusto para la chica, siguió en sus propios asuntos mientras Enzo intentaba llegar a ella para hablar sobre lo que pasó.

Enzo la miró con detenimiento mientras ella continuaba amasando para formar las bolitas, el pelo cortó le quedaba hermoso pero prefería el pelo largo en ella, le recordaba a toda su época en River y esos últimos meses en Argentina antes de mudarse a Portugal. Tenía tatuajes nuevos, analizó sus brazos viendo una frase que decía "New Starts" en el antebrazo de la chica, volvió a mirarla a la cara viendo que ella no dejaba de mirarlo tampoco.