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Mil noches.

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Mis latidos aumentaron en el momento en el que ambos cruzamos aquella puerta, sus labios atacaron los míos como si estuviera sediento de ellos. Enzo tenía ese pequeño fetiche de morderlos y saborearlos como si fueran su postre favorito, aunque me encantaba que fuera de esa manera. Sin mucha fuerza, me acorraló contra la puerta, su mano se deslizó hasta mi pierna mientras levantaba de a poco mi falda, sin pudor y sin miedo. 

Relamí mis labios expuesta al placer al sentir como sus labios apresaban mi cuello, mi piel era bastante pálida y era muy fácil marcarla, claramente se podrán imaginar como estaba después de todo. Mis manos se enredaron en su pelo negro, esta nueva sensación causaba tantas cosquillas a lo largo de mi cuerpo que no podría elegir cuál era mi favorita, aunque disfrutaba mucho más como sus manos acariciaban mi piel. Mordí mi labio inferior al sentir como con delicadeza bajaba mi ropa interior, era tan experimentado que ni siquiera tenía que especificarle lo que me gustaba en esos momentos. 

Quería todo y más de él, la temperatura aumentaba en la habitación y fue más claro lo que pasaría después de que cerrase la puerta con seguro. Me veía fascinada por cada toque que él le daba a mi cuerpo, no quería que perdiese tiempo en desvestirme, realmente esperaba a que perdiera los modales conmigo. Uní mis labios como si de imanes se trataran, los suyos ya se encontraban hinchados de manera lujuriosa a mis ojos, era el momento para recordar cada cosa que me encantaba de él en el acto. 

No podría recordar en que momento ya nos encontrábamos casi en cuero, todo fue demasiado rápido y perdí la noción del tiempo entre sus besos. Puse mi mano en su pecho y lentamente hice que caminase en retroceso hasta la cama, una sonrisa traviesa se esparció en su cara y además de una mirada muy poco discreta a mi cuerpo desnudo. Se inclinó hacia atrás, usó de soporte sus brazos y analizó cada parte de mi, como si fuera una obra de arte. 

—¿Querés una foto? — Dije de forma poco decente, Enzo se mordió el labio inferior junto a una sonrisa. Todo esto sacaba un lado de mi que no conocía, nunca me hubiera imaginado estar de está manera frente a un chico. 

—Si te voy a poder ver así siempre... — Escaneó mi cuerpo de pies a cabeza, ya me tenía completamente desnuda y creo que no necesitaba más que eso. Una sonrisa juguetona se me salió de los labios y me acerqué a él con lentitud, con la intención de causar más tensión de la que había en el lugar. — Sí, si quiero una entonces. 

Sus manos se deslizaron desde mi cintura hasta mis caderas, delineó cada parte de mis curvas y bajó sus besos por mi abdomen hasta llegar al tatuaje de la rosa que tenía al costado de mi cadera, se rió recordando aquella conversación que habíamos tenido hace un par de días y me miró a los ojos a la hora de dejar un chupón en esa zona. Succionó y mordió hasta dejar esa marca deseada, ahora ya sabía cual era su tatuaje favorito en mi cuerpo. 

Deslicé mis manos por su pecho tocando cada parte de este, desde sus pectorales hasta sus abdominales sintiendo ese placer extraño al ver lo formados que estaban. Visualicé el tatuaje completo en su pierna, era magnifico y me causaba cierta excitación verlo, me reí al notar lo desesperado que estaba porque unamos nuestros cuerpos y decidí que no sería buena idea si quería sobrevivir. Me senté encima de él con delicadeza y su ayuda, su cuerpo era tan cálido que prefería pasarme unas vacaciones eternas en su piel. 

Nuestras bocas volvieron a unirse con cierta desesperación, sus manos acariciaron mi espalda desde el principio hasta el final, causandome estremecimiento de manera instantánea. Bajó sus besos hasta mi cuello nuevamente haciendo que eché mi cabeza hacia atrás, viajó a cada parte mientras rozaba sus labios en mis clavículas, nuestras miradas se conectaron en instantes causando una risa en ambos, delineó una camino hasta mis senos con sus besos y una pequeña carcajada salió de mí. 

𝗧𝗔𝗧𝗧𝗢𝗢 | 𝗲𝗻𝘇𝗼 𝗳𝗲𝗿𝗻𝗮𝗻𝗱𝗲𝘇 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora