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Melancolía I.

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Los chicos decidieron que la mejor manera de celebrar aquella victoria que tanto estaban esperando, era con una joda. A Luna no le sorprendía para nada que quisieran festejar de esa manera, después de todo, todos eran igual de fiesteros en el plantel. Estaba en su habitación terminando de maquillarse para aquella fiesta, Martina había vuelto por un par de cosas y además para prepararse.

La imagen del partido aún permanecía en la cabeza de la chica, le llamaba bastante la atención de que le haya dedicado un gol sin ser nada, estando así de alejados y que el único vínculo que tenía era el de "casi algo". Después de conocer a los hijos de Leandro quedó fascinada, eran adorables y muy educados, pero parecía ser algo que ella no quería aún. Creía que la apuraba un poco al conocer a sus hijos y a su familia, a Luna claramente no le gustaba nada la presión que le metían y prefería ir a su paso, tal cual le enseñó su padre desde chiquita.

—¿Hablaste con Enzo? — Preguntó Martina mientras pasaba su delineador por el parpado, esa pregunta descolocó a Luna quien estaba sumida en sus pensamientos.

La chica se quedó callada, claramente no había hablado con el morocho después del tremendo gol que se había mandado y más dedicado a ella. Se sentía apenada ya que el resto del estadio la miró en ese momento, no le gustaba mucho la exposición social y al parecer, estar con Enzo o Leandro le aseguraba eso. Estaba dividida entre ella misma, tenía al dulce y familiero Leandro, y al infiel pero demostrativo de Enzo, no sabía a quién elegir para no lastimar a nadie.

Elegir confiar nuevamente en Enzo era una idea peligrosa.

—No, ¿Tengo que hacerlo? — Cuestionó un poco perdida, no creía que fuera necesario pero una opinión ajena no iba mal.

—No sé, Luna. — Guardó sus cosas y se sentó en la cama con la vista fija en ella, la morocha la miró un poco confundida al ver que no hubo una respuesta concreta. — Somos dueños de nuestras decisiones, cada decisión que tomes tiene una consecuencia. Si te quedas parada ahí esperando a que las cosas cambien, eso no va a pasar.

—¿Qué hago entonces? — Dijo la chica un poco cansada de las vueltas en la situación. Poco a poco Luna caía en la locura de lo que se trataba la adultez, cada palabra que decía Martina tenía razón y claramente ella debería aprender de ello.

—Lo que vos quieras. No podes vivir con el miedo constante a que te hagan doler, no podes esperar toda tu vida al hombre perfecto y tampoco desconfiar de todo aquel que quiera acercarse a vos. — Respondió la castaña, sonrió un poco para tratar de consolarla pero Luna seguía en shock al ver la perspectiva que tenía su amiga de su vida. — Las cosas no te van a llegar a la puerta de tu casa, tenes que salir a buscarlas. Está bien, no me cae muy bien Enzo después de lo que hizo, pero también veo las cosas que hace por vos para recuperarte.

—¿Qué?, ¿Mintiendo y pegando pelotazos por qué sí? — Expresó sarcásticamente, sonrió irónica y se sentó en la cama de al lado mientras Martina se reía por lo que había dicho. — No quiero volver a pasar lo mismo.

—Hace otras cosas de las que no te enteras. — Sonrió mientras se reclinaba hacia atrás con sus manos, Martina sabía cosas de las que nunca fue capaz de contarle a su mejor amiga, la mayoría eran cosas que su novio le había contado y probablemente eso hizo que su forma de pensar sobre Enzo haya cambiado. — Enzo está a tus pies, y vos lo único que haces es patearlo como una mula. Se equivocó una vez y recibió las consecuencias de sus actos, si vos tomas la decisión de darle una segunda chance, también vas a recibir las consecuencias de esa decisión, pero por lo menos te arriesgaste y supiste que no te haría mal, o podría ser al revés.

𝗧𝗔𝗧𝗧𝗢𝗢 | 𝗲𝗻𝘇𝗼 𝗳𝗲𝗿𝗻𝗮𝗻𝗱𝗲𝘇 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora