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Fuego.

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El sol que entraba por la ventana golpeó mi cara obligándome a despertarme, sentía cierto calor del lado derecho de mi cuerpo además de un peso extra. Volteé, aún un poco dormida, para encontrarme con el cuerpo de Enzo abrazado al mío, su cabeza estaba escondida en mi cuello mientras sus brazos estaban enredados en mi cintura. Al principio me asusté ya que no sabía como había llegado a mi cama, ni siquiera lo había sentido meterse y eso me causaba escalofríos. Había olvidado aquella sensación de tenerlo así de cerca, odiaba que me empezara a sentir de esa manera nuevamente, tenía que mantener mi postura de que él me había lastimado y que no debía perdonar nada de eso.

Cada día se volvía más difícil, el famoso dicho de "Donde hubo fuego, cenizas quedan" era completamente real, lo irreal era que no me había pasado con nadie más y me irritaba bastante el hecho de que se veía hermoso durmiendo en mi pecho. 

Tenía barba crecida y sus cachetes se hacían más grandes cuando dormía, lo observé por varios minutos viendo cada detalle de su cara, parecía un bebé mientras hacía aún más fuerte su agarre a mi cintura. Inconscientemente, dirigí mi mano hacia su cara para acariciarla con mi dedo índice, me mordí el labio inferior mientras miraba con ternura como el sol alumbraba su cara. Mi dedo raspó sobre su barba y deslicé mi mano sobre su pelo, ese negro oscuro que parecía carbón pero a la ves era suave, era una sensación extraordinaria para mi tacto. La alarma de su celular comenzó a sonar haciéndome entrar en pánico, se removió un poco para volver a esconder su cara en mi cuello, con la intención de seguir durmiendo. 

—Enzo, — Lo moví un poco pero simplemente se quejó y se acurrucó más causando cosquillas en mi cuello, su barba hacía que me causara comezón así que nuevamente intenté separarme de él y despertarlo. — Enzo despertate. 

Finalmente abrió los ojos y me miró extrañado, se pasó la mano por la cara y se puso de costado mientras me miraba muy confundido. Se acomodó el pelo mientras miraba a su al rededor para saber en donde se encontraba, al parecer le agarraba amnesia después de dormir a este pibe. 

—¿Cómo llegué acá? — Preguntó con una voz muy grave y profunda que me causó cierto escalofrío en el cuerpo, lo miré sin siquiera sentarme en la cama y divisé que también estaba en cuero. — Ah, ya me acordé. 

Apreté los labios un poco incomoda y finalmente sacó su mano de mi abdomen, presté atención al tatuaje en ella, hacía que se viese mucho más grande y fuerte que antes. El cuerpo de Enzo había crecido en volumen, se sentó en la cama dándome la espalda antes de finalmente levantarse, no pude apartar la vista de su cuerpo y como si fuera adictivo, mis ojos se desviaron al tatuaje de la luna que tenía en la espalda, lo observé con más detalle y decía algo que claramente no llegué a leer bien debido a que se levantó. Comenzó a vestirse para finalmente entrar en el baño, el misterio de la luna en su espalda me mantuvo pensativa por varios minutos, no creía que fuera por mi aquel tatuaje pero todo indicaba a que algo tenía que ver. 

Me levanté de la cama en busca de mi celular, había olvidado de ponerlo junto a la mesita de luz y se encontraba donde estaba la televisión. Llevaba un camiseta larga negra junto a un short para dormir debajo, en Qatar hacia un calor infernal hasta en la noche entonces prefería dormir de esa manera antes de morirme de calor. Enzo salió del baño peinado y sin la barba, me sorprendió ver lo mucho que su cara había madurado con el tiempo, ya no tenía esa cara de nene como en River, era todo un hombre ya. 

𝗧𝗔𝗧𝗧𝗢𝗢 | 𝗲𝗻𝘇𝗼 𝗳𝗲𝗿𝗻𝗮𝗻𝗱𝗲𝘇 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora