25. 𝙲𝚎𝚕𝚘𝚜 𝚍𝚎𝚜𝚌𝚊𝚛𝚊𝚍𝚘𝚜

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Khan era un hombre envidioso, pero no era de los que lo mostrara abiertamente. Como hombre poderoso, sabía bien cuáles eran sus puntos fuertes y su escasez en otro ámbitos; pero no por ello iba a mostrártelo abiertamente. 

Durante los días posteriores a la pelea, Khan estuvo de un humor terrible hasta el nivel de cegarse. Intenté poner mi mejor cara aunque no la mereciera, soportando sus comentarios mientras preparaba sus comidas y recibía la pesada mirada de él en el coche para llevarme al trabajo. El pobre de Boston, aun estando entre nosotros, miraba con sospecha sin pronunciar ni una palabra.

Las horas dentro de la empresa se me hacían un poco incómodas porque no sabía exactamente si los demás olerían el embarazo. Algunas webs hablaban de que sólo alguien con una buena nariz podía hacerlo, pero como nuestra zona olía demasiado a ambientador, quizás nadie tenía la oportunidad de pillarme. Aun así puse todo de mi parte para que nadie hiciera ningún comentario o tuviera sospecha, aunque algunas mujeres andaban murmurando que se me estaba quedando una piel muy bonita y no sabían si preguntarme sobre qué tipo de productos usaba.

Lo escuchaba cuando paseaba para verificar el trabajo de los demás, escondido en la pared de la pequeña cafetería, e incluso en los pasillos que daban a las demás salas de trabajo. 

Eriel fue un encanto durante esos días. En sus descansos me mandaba mensajes para preguntarme sobre mi estado, si necesitaba algo o si quería hablar con él; lo que sí acepté unas llamadas para desconectar de las montañas de papeles y libros que Khan me envió para que hiciera un estudio de mercado. Hablar con Eriel siempre se sentía como una suave lluvia ante un sol sofocante —Khan— para al menos reírme sin sonar forzado.

En una de esas charlas, le pregunté a Eriel sobre sus golpes.

¿Esto? —rio levemente—. Khan siempre fue un hombre muy intenso, pero no debes de preocuparte. Sano bastante rápido y tengo experiencia aguantando sus golpes.

—Me asusté un poco por el ojo morado y labio partido...

¿Khan sigue molesto? —preguntó y yo suspiré sin poderlo evitar. La respuesta era obvia, por lo que él soltó una ligera carcajada—. No entiendo por qué se enfada tanto, cuando esto no tiene nada que ver con él. Eso es muy sospechoso.

En realidad yo entendía, en parte al menos, sobre el por qué estaba de mal humor respecto a esto que estaba llevando conmigo. Le había costado mucho meterme en su empresa, y cuando la tripa se agrandara tendría que buscar una excusa para mi ausencia; pero sobre todo también era consciente que yo llegaría hasta el punto de no poder cocinarle. Si ya le ponía caras a la señora que me ayudaba, no podía imaginar sobre qué pasaría por su mente cuando estuviera en los últimos meses.

—El Sr. Khan creo que se preocupa por mí, y todo lo posterior al embarazado.

Hmmm... —murmuró, llevándose algo a la boca para masticarlo—. Me ha ordenado que no me pase por su casa o me golpeará, y creo que si me paso por la empresa te puedo poner el problemas si aparecen los chismes. ¿Qué tal si nos vemos en tu casita? Al menos ahí sí podré pasarme a comprar tu estado... con fines médicos, por supuesto.

Puse los ojos en blanco y no pude evitar reírme.

—No eres ginecólogo, Eriel.

Pero tengo unas buenas manos para sentir a los bebes, seguro que estarán contentos de saber que su papi se preocupa mucho por ellos; y por ti también, claro. Sois un pack.

Así eran nuestras conversaciones: Hablábamos del humor de Khan, él hablaba de los bebés y coqueteaba un poco; aunque no me alegró mucho saber que Eriel era firme con sus idea de "Dar amor a todo el mundo". Es decir, no era monógamo, pero tampoco tan hijo de puta para desatenderme incluso después de que nacieran los cachorros. 

𝕰𝚕 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎 𝕰𝚚𝚞𝚒𝚟𝚘𝚌𝚊𝚍𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora