35. Jugar con fuego es una guerra de poder

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【Khan】

La primera ronda había terminado demasiado rápido para mi gusto, y yo quería más. No estaba satisfecho con el resultado. Además, la experiencia de Kent era muchísimo más pobre que la mía pese a que seguramente se habría follado a una veintena de putas. La cantidad no importaba en el sexo, sino la calidad, y yo con todo el orgullo del mundo podía asegurar que era bastante bueno en ello por culpa de mi padre. Era un capullo y un tirano, pero se aseguró que jamás dejara decepcionado a nadie que cruzaba mi cama.

De la cama arrastré a Chase hasta la cocina tomado de mis brazos, bajándolo frente a la isla, y presioné mi pecho contra su espalda, con la boca junto a su cuello. 

Posé los labios sobre su piel, depositando un beso lo bastante suave para sentir que su piel se erizaba. No sólo por nuestra desnudez y rápido limpiamiento con papel, sino porque su reacción fue tan intensa como lo haría un alud. Inhaló mi aroma, temblando un poco contra mi cuerpo y en el segundo beso que mi boca entró en contacto con su piel exhaló un gemido ronco.

―Te voy a enseñar cómo jugamos los mayores, pequeño Beta... ―ronroneé en un tono bajo―. Los Hommes somos amantes muy... apasionados... y nos gusta follar varias veces el mismo día... Pero sólo los Alfas podemos hacerlo. Ese es nuestro secretito, el que te daré hoy.

Pasé mi boca por su oreja, permitiendo que mi cálido aliento traspasara la abertura, deseando que escuchara mis ganas de volver tenerlo dentro. Mis labios encontrarlo la parte superior de la oreja y le deposité una juguetona mordida ahí, escuchándole un jadeo de sorpresa. Me encantaba sentir cómo reaccionaba a mí, cómo se tensaba y se relajaba al mismo tiempo. Le puse las manos sobre las caderas sin importar el sudor de su piel y le di la vuelta lentamente. Ni se resistió.

Cuando estuvimos frente a frente, me miró a los ojos con los labios entreabiertos. Su pecho seguía subiendo y bajando con rapidez, y yo recordé vívidamente ese momento en el que Chase apretó tanto el culo que casi parecía querer arrancarme la polla del sitio. Era excitante. Era sucio. Era muy, muy distinto a follar a una mujer porque generalmente había mucha más lubricación de por medio y bastantes sonidos agudos.

Mi mano subió por su cuerpo, empezando por el vello del pubis, atravesando los abdominales que se estaban perdiendo en su barriguita con la marca ya sanada de la cesárea, y sobre todo los abultados pectorales que daban gusto amasarlos. Al llegar a su cara, palpando intencionadamente el perfil de su mandíbula, lo tomé del rostro y le pasé el pulgar por el labio inferior. Noté la suavidad y la humedad contra la yema del dedo. El pulso que notaba en el dedo meñique, ubicado en el cuello, me indicaba que su corazón se agitaba frenéticamente en cada contacto que yo le estaba dando con cuidado.

Tenía al lobo acorralado contra la isla de la cocina, apretando mi pecho con el suyo. Si lo empujaba lo bastante, los duros pezones que se le habían puesto a lo mejor me dejarían una marca en la piel. Tenía los labios a centímetros de los suyos, pero no lo besé. Cerré los ojos y disfruté de la sensación de su aliento cálido contra mi cara. Retrasar un beso, en estas circunstancias, era de ser un poco cabrón y quizás inadecuado... pero no me importó. Esta segunda ronda quería hacerlo más lento, que le diera tiempo a ponerse cachondo otra vez y que durara más de diez aburridos minutos en cuanto lo follé hasta que se corrió en la cama. Fue... decepcionante.

Lo raro era sentir el cosquilleo en la piel, la excitación arrollando la sangre de mis venas, y mi mente entrando en un caos. Me había follado a un lobo por mí mismo. A un hombre. Y encima iba a repetir de nuevo, como si esto no fuera lo bastante malo dado mi dureza ante las normas y mis pensamientos. 

―Pídeme que te bese ―susurré― y lo haré ahora mismo.

Quería escuchar que aceptaba, me deseaba, y supiera que yo era mejor opción que el bastardo de mi hijo. Me importaba una mierda que hubieran sido novios por un año. 

𝕰𝚕 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎 𝕰𝚚𝚞𝚒𝚟𝚘𝚌𝚊𝚍𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora