15. 𝙿𝚛𝚎𝚖𝚒𝚘 𝚙𝚊𝚛𝚊 𝚎𝚕 𝚝𝚘𝚗𝚝𝚘

236 31 9
                                    

【Chase】

El resto de la tarde después de la entrevista, lo aprovecho para memorizar algunas calles y no olvidar hacerme algunas fotos para así tener el lunes mi carnet de identificación. Estoy demasiado contento para prestar atención a las cosas malas que ocurren a mi alrededor, de la gente gritándose en un edificio sin que me importe y sobre todo paso de largo de una ruptura en pleno parque con bofetada incluida.

Aun siendo diciembre, el clima es aceptable a esta hora de la tarde, ya que no necesito parecer una cebolla con decenas de capa. O quizás es porque me siento tan feliz que no me importa el frío... al menos durante un buen rato pues, por cada rato aleatorio que pasa, poco a poco algo en mi cabeza comienza a drenar un poquito de esa felicidad, volviéndola en un sentimiento similar a la pena. Pienso en Khan y en Eriel, en cómo estarán y si no tendrá problemas con nuestros hijos, después pienso en lo mal que lo pasarán los niños por no tenerme en sus vidas como si los hubiera abandonado. 

¿Por qué he pasado tan rápidamente de la euforia a la tristeza de esta clase? ¿Qué lo ha detonado? ¿Quizás me siento así porque he perdido a mis dos crías y la sensación sigue palpitando, como un dolor fantasma, en mi estómago? ¿Quizás mi mente necesita desesperadamente volver al lugar que tomé como mi zona segura?

No dejo de preguntarme cosas que me terminan deprimiendo más hasta que mis piernas me llevan solas de nuevo al edificio, donde subo las escaleras principales y entro ya que la puerta está abierta. Berto me saluda amablemente desde su asiento, y a juzgar por su cambio de expresión parece que yo no tengo ahora una mejor cara dado los acontecimientos. 

Esto es un bajón, me temo. 

―¿Un día difícil? ―Me pregunta en un tono amable, casi paternal. Su mano todavía sujeta el bolígrafo sobre las hojas de la superficie del mueble, a la espera de seguir con ello. Aun así no sé qué decirle―. A veces las buenas noticias no se valoran lo suficiente pese a los problemas que carga uno mismo ―opina en un tono bajo, posando la vista en el escritorio―. Tu amigo, Savage creo que se llamaba, estuvo nervioso despotricando entre quedarse arriba o salir, hasta que tomó la decisión de marcharse con esa ruidosa motocicleta.

¿Oh? ¿Quizás ha recordado algo que olvidó estos días o a lo mejor escuchó alguna noticia negativa?

―Creo que estaba más preocupado por ti antes que por él ―acota, consiguiendo que repare mejor en su presencia―. No me extraña. Te fuiste por la tarde con una expresión muy tensa, y a lo mejor toda esa confianza que depositó en ti le hizo dudar de si fue suficiente.

―Él es... complicado.

―Oh, bueno, la gente siempre es complicada y eso es lo que la hace interesante de conocer con un poco de paciencia. ―Levanta su mirada para observar el pequeño reloj, el cual señala alrededor de las nueve de la noche aunque todavía haya algo de luz―. Seguro que, cuando vuelva, si le cuentas que has tenido suerte en tu entrevista de trabajo, lo animarás más de lo que crees.

Asiento con una pequeña sonrisa y me marcho hasta el ascensor. Antes de que la puestas se cierran por completo para elevarme hasta el último piso, mi mente genera dos preguntas: ¿Cómo sabe Berto que me han dado el trabajo? y ¿Por qué tengo la sensación de que él sabe demasiado de nosotros, aunque diga menos de lo que ofrece?


Aun cuando mis pensamientos tristes siguen en mi mente por rato más, no es hasta que escucho la puerta una hora y media más tarde. Savage ha llegado, seguramente sabe que estoy en casa si se ha percatado del portfolio en la isla de la cocina junto a las fotos que deberé de dar el lunes. 

𝕰𝚕 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎 𝕰𝚚𝚞𝚒𝚟𝚘𝚌𝚊𝚍𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora