Toda la energía, valor y palabras de ánimo que tuve dentro de la consulta, desaparecieron de una patada cuando los ojos de Khan y los míos coincidieron. Parecía que dos piedras acababan de chocar, creando una chista que podría prender un incendio... aunque en realidad la chispa nunca llegaría a más porque teníamos más de un problema entre manos.
El primero de ellos era hablar con Eriel largo y tendido, pues este tema nos involucraba a los dos. Me sentía un poco mortificado el saber que algunas personas, en situaciones desfavorecedoras como la mía, habían terminando abortando en contra de lo que pensaran y a lo mejor el acto lo volvería irreversible. El temor de todo lobo: La esterilidad.
El segundo era lidiar con Khan y su primera reacción, la cual estaba al cien por cien seguro que no iba a ser buena. Las posibilidades de que ese volcán que tenía por cabeza explotara, vomitando toda la lava de su interior, eran tan altas que era estúpido creer que se iba a quedar tranquilo.
Rápidamente se puso de pie, envarado, y rápidamente miró a Eriel para saber las causas de haberme llevado al hospital y por qué tenía los ojos rojos. Nadie tenía que decirme que eso último enfadó a Khan, pero el rubio negó con la cabeza señaló el ascensor.
El trayecto desde el hospital, bajar por el ascensor y todo el trayecto en coche fue un auténtico calvario para recordarme que esto era peligroso. Nadie debía de enterarse de que yo, un Beta masculino, podía quedar encinta aunque el porcentaje fuera estúpidamente bajísimo. Cuasi imposible. Eso explicaba el por qué de los rumores: Si no acababa en aborto, sólo quedaba en un susto que la gente intentaba camuflar con un humor un tanto negro.
Bajamos los tres en casa cerca de las cinco de la tarde, cuando uno de los Betas de Khan salió disparado de la casa directo hacia nosotros. Se le veía muy nervioso.
—¡Se-señor Khan, tiene...!
—¿Quién coño eres tú? —le interrumpió Khan, mirándole con una mueca desaprobatoria—. Apestas a novato.
—¡M-Matt, señor! —Se puso todo lo derecho que pudo, sacando pecho y levantando la cabeza. Se veía tan ridículo que me llevé la mano a la boca para que no me vieran sonreír, aunque para su desgracia él si me vio y sonrió, provocando que Khan le gruñera para que dejara de mirarme—. ¡Lo... lo lamento, señor!
Suspiré, mirando a Boston para que echara una mano en esta situación o no terminaría nunca. No tenía ganas de tener a Khan toda la tarde y parte de la noche quejándose, como mínimo, hasta que fuera la hora de dormir.
—Matt, muchacho —se acercó Boston tras asentir a mi respuesta silenciosa—. ¿Por qué estás tan alterado? ¿Todo bien por casa?
—¡Un extraño entró en la casa! —exclamo al mismo tiempo que agitaba las manos de manera errática—. Le dije que no entrara o lo echaríamos, pero me pegó una patada y me dijo que él podía entrar aquí cuando le diera la gana. Que era el hijo del dueño.
Me quedé petrificado en mi sitio, e inconscientemente agarré muy fuerte el brazo de Khan sin importarme que todo el mundo me viera. La mirada que le dediqué a la puerta que estaba esperando a ser abierta, para mí, ahora mismo era algo que no quería hacer. No quería creer que Kent, después de casi un año, había vuelto después de desaparecer del mapa y sin siquiera darme una explicación de por qué me hizo tanto daño.
Kent era un fantasma del pasado. Uno que antes me había regalado muchas sonrisas y lágrimas, pero ahora mismo verle podría ser demasiado fuerte para mí.
¿Por qué volvería? ¿Por qué tendría que venir precisamente aquí? ¿Por qué nunca me dio ninguna señal de que yo sólo era un juguete? Es más, ¿qué demonios hacía volviendo si técnicamente había huido del país para dejarlo todo atrás?
ESTÁS LEYENDO
𝕰𝚕 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎 𝕰𝚚𝚞𝚒𝚟𝚘𝚌𝚊𝚍𝚘 [También en Inkitt]
مستذئب[Libro 1] Chase, es todo lo que un Beta NO debería de ser en la sociedad en la que vive: Le gustan las tareas del hogar, disfruta cocinar, su personalidad es gentil... pero, sobre todo, Chase no ama de manera «tradicional» y guarda un secreto que pu...