Al medio día, como bien avisó el tal Eriel, vino a la puerta de mi casa para asegurarse de que seguía ahí dentro. Seguramente me iba a soltar uno de esos comentarios empalagosos que me había soltado ya antes, pero en su lugar se percató que tenía los ojos un poco lloroso y me ofreció un pañuelo de tela para secarme el resto de lágrimas. Después sacó mis dos maletas, y ordenó a dos Betas que iban con él que tomaran las cajas ya embaladas para dejarlas en el coche.
A lo mejor alguien pensaría que hubiera sido mejor no haber abierto la puerta, amenazarles de que tendrían problemas con el Alfa del territorio por haberlo llamado, y quedarme dentro hasta que se terminaran marchando. Pero luego reflexioné sobre ello: ¿Realmente estaba haciendo bien en no encarar el pasado? ¿No podría decirle al Sr. Khan que no pensaba trabajar para él y que me dejara en paz? Después de haber llorado por varias horas y medicarme para que el Celo no me hiciera sentir en un estado de ebullición constante, ensayé un poco todo lo que quería decirle a ese hombre.
Estaba cansado de que no se me valorara en esa casa, pues todos mis esfuerzos obtenían muy pocos beneficios. En cambio, en estos seis meses que viví en este pueblo, absolutamente todos se portaron muy bien conmigo después de unas semanas viviendo entre ellos. Quizás porque la mayoría eran Betas y eso, en cierta medida, me hacía ser bastante común entre los lugareños; pero es que incluso los Omega parecían encantados de encontrarse conmigo en la calle y compartir un saludo.
El problema era que recordaba al Sr. Khan con un poco de... miedo. Verlo tan grande, corpulento y enfadado hacía que en mi mente siempre se preguntara si hice algo mal en su presencia. No era así. Fui un hombre de buen corazón que tenía buenas intenciones en una familia que parecía menos rota de lo que imaginaba.
Llegamos cerca de las tres de la tarde, ignorando por largo tiempo al lobo que no dejaba de flirtear conmigo con bromas, comentarios de doble sentido y miradas lentas. Boston fue temporalmente la muralla entre ambos, pese a que riñera de un modo poco severo al Alfa. Fue curioso ver a un Beta hacer eso, ya que ambos eran de rangos diferentes y la situación se hacían muy inusual a lo que veía en las ciudades.
Salimos del coche yo, Boston y otro Beta, mientras que Eriel me avisó de que pronto nos haría una visita porque "sería interesante ver a ese viejo lobo amargado haciendo algo nuevo". No entendí eso, así que me quedé plantado en la puerta.
No podía entender a esta familia: Un Alfa que me odiaba, pero que al mismo tiempo ordenaba que estuviera en su propia casa; un Alfa que flirteaba conmigo en base a su sentido del humor y amabilidad; y un sub-Alfa que se encargó de destrozar por completo todo un año de emparejamiento clandestino.
Me sentía como una de esas tontas protagonistas de las novelas románticas, encerrada en desventuras y eventos irracionales, como si fuera única y especial, pero que todo lo que volitaba a su alrededor no dejaba de ser surrealista. Ser el centro de la atención de tres hombres de un mundo opuesto al mío, mientras que yo sólo intentaba dar lo mejor de mi mismo aunque ninguno de los tres se pusieran de acuerdo con lo que podría pasar en el futuro.
Khan y su ira.
Eriel y su descaro.
Kent y su engaño.
―Tomaste la decisión correcta, Chase ―Boston palmeó mi espalda para arrancarme del mundo de mis pensamientos, aunque yo tuviera todavía demasiadas dudas. Cualquiera las tendría en mi situación, ya que era tan inusual como absurda―. Eriel habló con el Sr. Khan durante horas, tragándose varios gritos tras el teléfono que poco le afectaron. Tiene una relación familiar compleja, pero pese a ello siguen manteniéndose unidos tanto en lo bueno como en lo malo.
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𝕰𝚕 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎 𝕰𝚚𝚞𝚒𝚟𝚘𝚌𝚊𝚍𝚘 [También en Inkitt]
Hombres Lobo[Libro 1] Chase, es todo lo que un Beta NO debería de ser en la sociedad en la que vive: Le gustan las tareas del hogar, disfruta cocinar, su personalidad es gentil... pero, sobre todo, Chase no ama de manera «tradicional» y guarda un secreto que pu...