17. 𝙶𝚛𝚊𝚗𝚍𝚎𝚜 𝚜𝚊𝚕𝚝𝚘𝚜 𝚍𝚎𝚜𝚎𝚜𝚙𝚎𝚛𝚊𝚍𝚘𝚜

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【Kent】

A veces en la vida debías de aceptar que no todas las decisiones eran tomadas de la mejor forma posible, especialmente cuando llevaba sintiendo semana a semana que esta forma de huir del país no estaba generándome la felicidad que creí que iba a tener. Supongo que mi padre tenía un poco de razón cuando me gritó, en el momento que entré en la universidad para sacar mi carrera de ciencias empresariales, que los años te daban la experiencia suficiente para saber cuándo habías pisado una mierda y cuándo en su lugar era un clavo.

Abandonar a Chase, rompiéndole el corazón, fue un clavo oxidado.

En un principio pensé que sería muy divertido ver cómo mi padre, cerrado de mente y cuadriculado, podría soportar a un lobo en lugar de un Omega que viviera bajo su mismo techo. Contaba los días para que me diera el suficiente dinero para comprar mi parte de la empresa, echarnos a ambos de una patada de su casa, y repudiarme aunque eso conllevara a sufrir décadas de habladurías entre familiares y miembros.

Por desgracia, mi idea fue errónea: Olvidé que Chase tenía un don natural para capturar corazones, sin importar el tiempo que tuviera que esperar. Era un poco terco.

Cuando lo vi por primera vez en ese bar, rodeado de Betas, me pregunté si me estaba mirando a mí o a mi acompañante. Supuse que era a ella, pues la chica era encantadora y tenía muy buen gusto para vestir, pero por desgracia era demasiado tonta para mantener el ritmo de una conversación divertida y tardaba en mucho en reírse.

Creí que era un sub-Alfa como yo, lo que me resultaba interesante que pudiera soportar la bobería de los Betas universitarios que seguramente acababan de graduarse. Su olor era confuso. Habían demasiados olores volitando dentro del local, por lo que decidí cortar la cita y volver a casa de mi padre para recoger una caja llena de recuerdos de mi madre desde hacía años. 

En el momento que puse un pie, mi padre estaba ahí derecho mirándome como si fuera la criatura más estúpida e inútil del mundo. Había llegado solo, con una marca de pintalabios en el cuello y perfume de mujer. Eso significaba que "estaba perdiendo mi tiempo sin darle nietos", cosa que me lo llevaba recordando desde que cumplí veinte. Peleamos bastante duro. Al principio las palabras eran lanzados como cuchillos a la yugular, hasta que terminamos llegando a las manos y soltándonos tantas cosas que sólo pude ganar sacando a relucir su incompetencia como esposo y como padre.

Khan era un hombre que con el paso de los años se había agriado por dentro, sintiéndose miserable porque ninguna mujer de ninguna clase cumplía sus expectativas. En mi opinión, buscaba a alguien que fuera como lo que conoció de mi madre: Dócil en apariencia, con su toque de carácter puntual para no ser estrictamente débil; pero que al mismo tiempo tolerara todas sus gilipolleces, exigencias y carácter de mierda. Claro, pero como encontró a nadie así, estaba seguro que hacía tiempo que se había resistido a buscar esposa y se satisfacía con prostitutas una o dos veces al mes.

Era vergonzoso que un Alfa estuviera solo. Era el pináculo de la jerarquía con poder, influencias, dinero, terrenos y un estatus que mantener frente a la sociedad que siempre te decía cómo debías de vivir, con quién podías acostarte, o qué clase de trabajos eran perfectos por tu tipo de personalidad. Y no tenía a nadie. Solo en un trabajo al que estaba utilizando como mecanismo de defensa, trabajando hasta que se le cerraban los ojos y su cabeza golpeara su buró en el despacho de la empresa; rodeado de tontos Betas que eran sus perros guardianes, pero al mismo tiempo masoquistas por pensar que un vejestorio como él podría ser algún día benévolo; siendo el hazmerreír de la familia, pues lo catalogaban como "El solterón eterno"; el que creía que crear ostentosas fiestas en su casa era símbolo de poder y que no sería derrotado por nadie.

𝕰𝚕 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎 𝕰𝚚𝚞𝚒𝚟𝚘𝚌𝚊𝚍𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora