44. 𝙻𝚊 𝚚𝚞𝚒𝚗𝚝𝚊 𝚏𝚕𝚘𝚛 𝚍𝚎𝚕 𝚛𝚊𝚖𝚘: 𝙴𝚜𝚙𝚞𝚎𝚕𝚊 𝚍𝚎 𝚌𝚊𝚋𝚊𝚕𝚕𝚎𝚛𝚘

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Boston llamó a mi habitación un par de veces antes de que el sonido de un Kane llorón sonara tras la puerta entreabierta. Instintivamente mi cuerpo se movió solo, saliendo de la esquina en la que me había quedado paralizado durante un tiempo indeterminado, para tomar al niño que sollozaba cada vez menos contra mi pecho. 

Debía de tener un aspecto horrible para que Boston me ofreciera una mirada de lástima.

―¿Quieres una tila? ―me preguntó, pero yo negué, largándome hasta mi antigua cama que tenía un plástico para proteger las telas del polvo y la humedad. En cuanto me senté, él lo hizo también aunque manteniendo un poco de distancia―. Hace mucho tiempo, cuando estaba en mis veinte, un hombre Omega me rompió el corazón. ―Inició lentamente, cruzando sus dedos sobre sus piernas. Yo sólo miré en dirección al niño, quitándole las lágrimas con el dedo―. Pensé que me amaba. Los fines de semana me invitaba a su casa para verle pintar durante horas, absorto por su belleza gracias a la luz que entraba en la mirada, mientras yo me debatía si era normal que me gustara un hombre. Sin embargo, en el fondo sabía que sí. ―Levanté ahí la mirada, con los ojos picándome y seguramente hinchados.

―¿Y... qué pasó?

Boston dejó sus manos con palmas hacia arriba, como si dijera "nada. No recibí nada".

―Cuando supo que trabajaba como mozo, su interés se transformó en frialdad, supongo que con la esperanza de que terminara aceptando que los Omegas siempre decidían a sus parejas y no al contrario ―respondió con un toque amargo en la voz―. Tras pasar una semana, mientras hacía un recado, vi al Omega siendo follado por un Alfa en un callejón casi al anochecer; y cuando me vio, sólo me sonrió para que mi reacción fuera la peor del mundo. El dolor fue agónico, sentí que me asfixiaba. Así que reventé el objeto en mis manos con todas mis fuerzas contra el suelo y me largué directamente a casa. ―Con una sonrisa molesta añadió―: Mis compañeros de vivienda no tenían idea de lo que había pasado, pero terminé escondiéndome en mi habitación completamente roto y llorando tanto que me daría vergüenza volver a hacerlo algún día a esta edad.

―Los Omegas son horribles...

―Unos años después ―continuó su relato―, cuando empezaba a trabajar para el Sr. Khan, lo volví a ver mientras conducía para llevarlo al trabajo. Le vi en la calle con un niño en brazos. Durante el semáforo en rojo, volteó y él me vio, mostrándose totalmente sorprendido de que estuviera conduciendo un auto de lujo en lugar de limpiar un establo o un almacén. ―Hizo una pausa, cerrando ambas manos con fuerza y me dedicó una mirada seria―. Lo volví a ver unas semanas después, mientras hacía la compra con uno de mis chicos, e intentó volver a tener contacto conmigo porque seguramente descubrió que estaba trabajando para un Alfa muy importante.

―Déjame adivinar: Y educadamente le pediste que se fuera.

Boston soltó una gran carcajada que amortiguó con ambas manos en su boca al recordar que el niño también estaba aquí; dormido.

―Le mandé a la mierda, llamándolo desvergonzado y malagradecido, lo que desató que se pusiera rojo de enfado hasta que su bebé se puso a gritar y eso impidió que pudiera perseguirnos ―sonrió con un toque arrogante―. Con esto quiero decirte que, aunque no me digas que viste a Kent por la calle, todavía estás a tiempo de establecerte y buscar los mejores caminos para tener una vida feliz. Sólo... observa. Sé paciente. Toma la iniciativa cuando los demás estén receptivos. Quizás no estés en tu mejor momento, tengas miedo, o creas que todo puede irse a la mierda en cualquier momento; pero, si de algo estoy seguro, es de que Eriel y el Sr. Khan tienen hermosos sentimientos por ti. No son los mejores, tampoco son hombres fáciles, pero el dolor que sientes por Kent... se irá. Créeme. Lo hará.

𝕰𝚕 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎 𝕰𝚚𝚞𝚒𝚟𝚘𝚌𝚊𝚍𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora