33. 𝙳𝚘𝚜 𝚖𝚘𝚌𝚘𝚜𝚊𝚜 𝚢 𝚞𝚗 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎 𝚍𝚎𝚜𝚊𝚐𝚛𝚊𝚍𝚊𝚋𝚕𝚎

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【Khan】

Siempre escuché decir a Dalia, cuando nos conocimos, que las casualidades no siempre eran dadas a gusto de uno mismo. A veces simplemente tenías que abrir los brazos y tomarlas, permitirles entrar en tu vida y dejar que todo se pusiera patas arriba; pero también estaban aquellas que resultaban ser falsas, siendo provocadas por factores externo por su conveniencia y ahí no podíamos decir nada más.

Quise creer que ese momento en el que Chase manchó el suelo de mi estudio era una casualidad, una que en cierto modo me recordaba que yo no había visto el nacimiento de Kent cuando llegó al mundo. Estaba tan mortificado de lo que me hizo mi esposa que sólo pude centrarme en mi trabajo y visitar la casa del placer, hasta que llegó el día de enterrar a la única Beta que tuvo la oportunidad de tocar mi cuerpo. Claro que también estaba dispuesta a escucharme, pero yo no le hablaba de toda mi mierda salvo algunos detalles aleatorios.

Miré la puerta donde escuchaba a Chase gruñir con fuerza y las mujeres pidiéndole que respirara, aguantara y dejara de tensar tanto los músculos o la cesárea podría ser peligrosa.

Todo ocurrió bastante rápido y todavía me temblaban las manos desde que dejé a Chase dentro de la habitación por órdenes de Lexie, diciéndome que llegaría un equipo de confianza lo más rápido posible. Aun receloso de que extraños invadieran mi propiedad, pensé en que Eriel diría algo como "¡Mis niñas importan más que tu estúpida territorialidad!". 

Después de hablar con Lexie se lo dije a Eriel... y no estaba para nada contento. Saber que se adelantó un parto era algo que, según sus palabras, no siempre era una buena señal; pero más le enfadó el hecho de que no pudiera estar ahí. No sólo porque tenía que estar en quirófano para una intervención bastante larga, sino porque Prince estaba sospechando de que estuviera demasiadas horas fuera de casa y volviera a su guarida a altas horas de la madrugada. Estaba empezando a sospechar que tenía un amante, cuando en realidad podría asegurar que Eriel tenía una larga lista de Omegas, Betas y Alfas en lo que había terminado en una cama... u otro lugar.

Sólo fue tajante de que lo mantuviera informado y no fuera un capullo. 


Toda la intervención médica duró cuatro largas, agotantes y ruidosas horas. Incluso me tuvieron que echar la de habitación varias veces cuando Chase gritó, suplicando que el dolor se detuviera; la propia Lexie me terminó amenazando de que si le causaba más estrés y todo empeoraba, me mandaría a Eriel para que me jodiera durante el resto del año por joder tan de seguido. 

Perdí la cuenta de las veces de que Boston me dijo que me relajara y yo le daba un buen empujón para que se quitara de mi camino, las heridas que me provoqué en mis propias manos con las uñas cortas por no saber qué hacer, la cantidad de veces que subí y bajé escaleras, e incluso los minutos que pasé sentado en un sofá de la planta de abajo sin saber cómo actuar en estos momentos.

¿Por qué estaba tan nervioso, si esas mocosas eran de Eriel y no mías?

¿Por qué me enfadaba el hecho de que Eriel fuera padre? 

¿Por qué, por un momento, pensé que yo también podría tener una oportunidad?

Era absurdo. Alguien como yo no debería de pensar en esas cosas, y mucho menos creer que si Chase podía gestar eso podría ser beneficioso para mi familia en términos generales. Es decir... ¿no era él especial? Todavía tenía un pequeño recuerdo de cuando yo y mi difunta esposa descubrimos la noticia, resultándome una abominación que un hombre ―además de un Beta― pudiera gestar. Ahora que tenía a uno viviendo bajo mi mismo techo... ¿era siquiera moral cuestionarme sobre este tema? ¿Realmente querría yo algo así? ¿No era eso algo que podría empeorar dada las normas sociedad de la ciudad en la que residíamos?

𝕰𝚕 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎 𝕰𝚚𝚞𝚒𝚟𝚘𝚌𝚊𝚍𝚘 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora