Epílogo

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Ya no existía la esperanza.

Se había consumido igual que su confianza. Igual que su felicidad. Igual que su alma.

Sus uñas arrancadas y mordidas sólo eran el recuerdo constante de lo que vivía, y de lo que la muerte y el miedo podrían provocarle a una persona.

Ya no existía la libertad.

Ya no existían los sueños.

Ya no existía el valor.

Ya no existían sus amigos.

Ella misma ya no existía.

Todo lo que un día conoció se esfumó en un abrir y cerrar de ojos.

Es difícil asimilar el cambio. El mismo ser humano es incapaz de asimilar la muerte. Simplemente, no puede.

¿Cómo podría asimilarlo cuando sucede en repetidas ocasiones?

De todas formas, ya nada tenía sentido.

Ni siquiera ella misma le encontraba valor a su propia vida.

Todo había acabado.

Todo era oscuridad ahora...


El Diario de HannahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora