Capítulo ocho: Ocultos

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—¡No puedo creerlo!— exclamó Sam quien compraba una botella de agua frente a la cafetería.

—Tranquila. La profesora es estricta pero con el pasar de los días seguramente entenderá.— persuadía Tom, tratando de tranquilizar a la chica.

—No, es que tu no entiendes— girándose hacia donde él estaba pronunció esas palabras.

—Explícame entonces.— le contestó. Viéndola a los ojos, viéndola con esa mirada con destellos brillantes.

—Es muy importante para mí.— trató de decir sin que sus labios soltaran algo de más.

Él pareció pensarlo un momento. Meditarlo.

—Acaso es tu... ¿Diario?— preguntó sosteniendo su mirada.

Sam se quedó helada. No sabía qué responderle, y no quería decirle la verdad.

No era momento para ello.

Él parecía ser un chico que utilizaba la ciencia y la razón, no quería que pensara que estaba loca por investigar algo que posiblemente era una broma universitaria.

—Si... Es eso, mi diario. Y la verdad no quisiera que ella lo leyera, ya que, contiene muchas cosas que son personales para mí.— sonaba angustiada.

—Mmm... ¿Pues que cosas tan malas escondes?— pareció interrogarla, algo que la puso demasiado nerviosa.

—Yo...— no sabía qué responder. La había tomado por sorpresa.

—Es broma, sé que es algo personal— sonrió de manera calmada y amigable como siempre lo solía hacer. —Te ayudaré a conseguirlo.

Lo dijo lleno de seguridad, pero con ese aire tan puro lleno de amabilidad. Sam quedó hipnotizada ante aquella declaración.

—No es necesario que me ayudes. No te preocupes, yo podré sola.— no quería meterlo en problemas, no quería que él terminara en líos por sus idioteces.

—Oye, yo entiendo eso del poder femenino, pero no está de más recibir un poco de ayuda de vez en cuando. Ya sabes.— la vio a los ojos.

—Pero... No quisiera perjudicar.— le dijo con sinceridad.

—Y no lo harás. No haremos nada ilegal ni en contra de las reglas, sólo vamos a recuperar algo que te pertenece.— guiñó el ojo y sonrió de una manera distinta. Con un toque de picardía.

Ella lo vio, desconcertada, sin saber qué era lo que le esperaba.

(...)

La brisa chocando con su cara y el leve movimiento que provocaba en sus rizos castaños le hacía recordar que no debía de estar ahí. Pero bueno, ya no había vuelta atrás.

Sacó sus pasadores para luego colocarlos en su melena. Así el cabello ya no se le vendría al rostro.

Estar afuera del aula, rodeada de los largos pasillos solitarios solamente empeoraba las cosas, dando un ambiente tétrico y oscuro.

Eran las 9:00 pm y el sol ya se había ocultado en un abrir y cerrar de ojos. Esa tarde se había quedado con Tom para planear aquello; el cómo recuperar su diario.

Después había ido con sus amigos para cenar y conversar un poco. Eli de cierta forma notaba su angustia, pero mintió usando el argumento de que tenía mucha tarea para más tarde y lo único que quería era descansar.

Elizabeth la hacía sentir culpable. La chica de ojos azules le ofreció amablemente su ayuda, diciendo que ella podía hacer sus deberes por esta ocasión. Raven y Axel se unieron a la causa después de que Eli lo propusiera. Sin duda alguna no los merecía, pero no planeaba decirles nada, o al menos nada aún. Era su pequeño secreto y no era momento para revelarlo.

El Diario de HannahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora