Capítulo treinta y tres: Últimos suspiros

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Nora dormía plácidamente en su recámara. El viento helado del otoño entraba por su ventana y le cubría todo el cuerpo.

La única luz en aquella habitación era la que reflejaba su pequeña lámpara de noche.

Por lo regular dormía a oscuras, pero esa noche había sido una excepción por los sucesos que había vivido unas horas atrás con Samantha. Incluso le había costado demasiado dormir, pues no paraba de pensar en las cosas aterradoras que había visto, y los secretos atroces que había descubierto.

Poco importaba lo que pensaran de ella, si era una cobarde o una mala persona por no ayudarlos. Garantizar su seguridad era más importante.

Y aunque se mantuvo firme con ese pensamiento, en el fondo se sentía culpable por tales acciones que había tomado.

De pronto, algo interrumpió su tranquilidad.

-Nora...- susurró una tétrica voz.

Nora despertó de golpe. Con la respiración agitada y aún adormilada trató de razonar unos segundos. Inmediatamente se preguntó si aquel susurro que creyó escuchar fue un sueño o una realidad.

Aunque pronto aquellas dudas fueron aclaradas.

-Nora...- aquella tenebrosa voz provenía de su ropero, este permanecía abierto y de él emanaba una abrasadora oscuridad.

La reconocía, esa chillante voz...

La joven se levantó a rastras de su cama. Se armó de valor y se dirigió a las puertas del armario.

Las manos le comenzaron a sudar, mordió su mejilla internamente y decidió abrir más el ropero.

-Quiero que te vayas de mi casa.- dijo firmemente, pero no obtuvo respuesta.

Llevada por la adrenalina del momento, metió sus manos adentro. Una a una quitó las prendas colgadas que se encontraban acomodadas y las arrojó al suelo.

Después de haber dejado vacío ese pequeño espacio, llegó su sorpresa, la cual era provocada por notar que nada ni nadie se encontraba ahí.

Con un suspiro aliviado cerró las puertas del armario y volvió a su cama. Se acomodó entre las cobijas de lana y trató de conciliar el sueño de nuevo, pero algo interrumpió sus planes.

-Nora...- escuchó que dijeron a su lado.

Sus ojos se abrieron de par en par por la impresión..

Aunque su casa fuese la más alejada de todas, eso no fue impedimento para que los vecinos pudiesen escuchar aquellos gritos de horror y desesperación provenientes de la chica, los cuales cesaron de golpe en cuestión de segundos dando por terminados sus últimos suspiros.

El Diario de HannahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora