Capítulo diez: Risas Profundas

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—¿De dónde lo has sacado?— preguntó una temerosa Sam con detenimiento en sus palabras.

Jasper estaba siendo demasiado obstinado. Observó unos instantes el diario que se encontraba en sus manos. Tenía miedo de que el chico azabache lo hubiese leído, de ser así, no podría darle una explicación congruente del porque lo tenía. Probablemente pensaría que estaba loca al igual que Tom. Comenzó a morder internamente su mejilla, mientras veía con atención las acciones del chico.

—Tranquilízate— dijo sorprendiéndola. —No leí tu cosa esa. No me importa lo que tengas escrito en ella.— soltó de forma grosera, pero que al mismo tiempo la calmó. —Tu profesora vino esta tarde al dormitorio a entregártelo, pero al no encontrarte me encargó personalmente a mí que te lo diera.— soltó un suspiro. —Eres demasiado predecible y como no volvías fui a buscarte a las aulas dónde te dan clases. Así que bueno, llegué justo a tiempo antes de que convirtieran tu cara en puré de tomate. Lo demás ya es historia.

—Vaya... Al menos tienes tu diario Samantha.— dijo Tom con ternura.

—Gracias...— respondió. —Fue un milagro que estuvieses buscándome y me encontraras. Realmente lo agradezco.— se sinceró.

—Tú me ayudaste, yo te ayudé. Ahora no te debo nada— y sin decir más, Jasper se dirigió al baño y cerró la puerta detrás suyo. Dejándolos con la palabra en la boca.

—Creo es un hombre de pocas palabras.— habló Tom intentando sonreír, pero esto le dolía. Los raspones se le marcaban más si intentaba hacerlo. Sam se percató de esto y rápidamente se dirigió a su escritorio.

—¡Dios! Perdóname Tom, con todo esto que estaba pasando olvidé por completo ayudarte.— sacó de una de las cajoneras un pequeño botiquín médico y volvió hacia donde el chico estaba. Se sentó al borde de la cama junto con él y comenzó a sacar alcohol y algodones del botiquín.

—No te preocupes, Samantha. Realmente no es necesario, estaré bien.

—Dime Sam.— sonrió. —Y claro que lo es, no puedes quedarte así. Se te puede infectar y será peor, créeme... Así que vamos, no te resistas.— empezó a colocar un poco de alcohol en el algodón y lo llevó lentamente a su rostro. —Esto puede doler un poco, pero tranquilo, sólo será por un momento.

Tom la veía fijamente, mientras ella estaba concentrada dando toques suaves en sus heridas para tratar de desinfectarlas.

—De acuerdo, Sam.— asintió sorprendiéndola y a la vez sonrojándola.

—Gracias.

—¿Gracias por qué?— preguntó con un poco de confusión y curiosidad.

—Bien... Trataste de ayudarme el día de hoy, y es algo que realmente agradezco cómo no tienes idea.— se sinceró con él mientras suavemente pasaba el algodón por su labio roto.

—Pero... Yo no hice nada.— su mirada se tornó un poco triste. Algo apagada.

Samantha se detuvo.

—Te arriesgaste a ser expulsado por mí. Me ayudaste a buscar mi diario, me tranquilizaste en los momentos que sentí angustia, me defendiste de ellos...— en ese momento lo vio a los ojos. —¿Ocupas más razones por las cuales deba agradecerte?.

Él le dedicó una sonrisa tan radiante y calmada, y simplemente la hipnotizó más de lo que ya.

—De acuerdo, sé que soy genial pero me subes más el ego.— los dos rieron por lo bajo, dando el inicio de una nueva etapa.

—¡Mierda! ¿no podrías agarrarte el cabello o algo?— decía Jasper enojado, interrumpiendo aquella tranquilidad en la que estaban y haciendo que instantáneamente los chicos se separaran dando un pequeño salto en la cama. —Cada vez que me baño hay una bola de pelos estancada en la cañería. Bola de pelos que casualmente son chinos.

El Diario de HannahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora