Capítulo cuarenta y tres: Experimentos

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Un dolor incesante la consumía.

Aferraba sus uñas fuertemente a la barra de metal que recubría los lados de la camilla a la que se encontraba atada.

Su cabeza, no, todo su cuerpo y extremidades se encontraban amarradas en lo que parecía ser una camilla de hospital.

Su boca permanecía atada con un cinturón de cuero frío, esto hacía que sus gritos de dolor no fuesen más que simples mascullos.

Su cuerpo ardía por dentro. Las sustancias que le habían obligado a beber y aquellas inyecciones cargadas de insanidad la comenzaban a destruir lentamente.

Lágrimas rodaban por sus mejillas, ya no quería sufrir más esa tortura.

Nunca pudo ver la cara de su agresor. Llevaba días experimentando con su cuerpo en lo que parecía ser un viejo sótano. Pero sólo sabía eso.

La ceguera que le provocaba la luz le evitaba el poder distinguir el rostro del causante de las atrocidades que estaba viviendo.

Era una idea completamente apresurada, pero deseaba la muerte. Quería morir, quería dejar de sufrir, quería que todo eso acabara.

No tenía noción del tiempo. No sabía la hora o el día. Pero sabía perfectamente que el infierno había comenzado una semana antes.

Su agresor se lo había dicho.

Tenía la osadía de comentar al respecto, de anotar sus "Avances" en una maldita bitácora.

Sus actos eran inhumanos.

Había comenzado a cortar partes de su cuerpo.

Primero fueron sus uñas. Se las había arrancado con pinzas y utensilios mecánicos.

Las cosas comenzaron a avanzar y decidió cortarle partes de su piel. La arrancaba sin piedad, sin planteárselo dos veces. Hacía cortes con un bisturí médico para después arrancar cómo si de un trozo de pastel se tratase.

Pero eso no fue lo peor... Lo peor fue cuándo la durmió con analgésicos y cortó su boca, cuándo comenzó a deformar su rostro formándole una maldita sonrisa.

"Deberías sonreír más" Había dicho el sujeto antes de cometer su desquiciado plan.

Ahora mismo esa persona que se estaba encargando de destruirla se preparaba para comenzar a hacerle una extracción.

Veía cómo se colocaba su bata blanca y recogía sus herramientas, las cuáles no se atrevió a limpiar. Aún tenían un poco de sangre seca.

-¿Sabes qué haremos hoy?- preguntó de espaldas.

Tenía miedo. Muchísimo miedo. Anhelaba la muerte en esos momentos, pero no en manos de ese tipo. No quería saber qué le esperaría. No quería, simplemente no. Su ansiedad aumentaba. Y sus lágrimas eran incontrolables.

Aquella persona, protagonista de sus más terribles y agobiantes pesadillas comenzaba a acercarse hacia dónde ella estaba.

Comenzó a mover su cuerpo descontroladamente, aumentando su presión cardíaca, pues pudo visualizar que en las manos de ese sujeto se encontraba una enorme y filosa daga de hierro.

Se acercó hasta quedar lo suficientemente cerca de ella. Hasta la altura de su rostro.

-Lloras demasiado, pero no te preocupes. Yo haré que eso pare.- colocó la daga frente a su ojo, estando a centímetros de distancia.

Se alteró incontrolablemente. Pero antes de enfrentarse a ese cruel destino, pudo observar por primera vez el rostro de aquella persona.

Él clavó la daga fuertemente haciendo que todo se oscureciera.

Samantha despertó de golpe.

Se revisó rápidamente el cuerpo y acarició sus ojos.

Estaba sudando, y su respiración era agitada. La tranquilidad llegó cuándo pudo asimilar que aquello había sido un sueño.

Aunque de cierta forma, estaba inquieta. No podía describir lo realista que había sido.

Observó la hora en su teléfono celular.

-Las 5:00 a.m- dijo para sí misma y se recostó nuevamente.

Miró hacia el techo.

¿Qué significaba eso? ¿era una nueva pista?

No era incoherente teniendo en cuenta sus anteriores alucinaciones.

Pero, una pregunta más fuerte rondaba en su cabeza. Una que comenzaba a inquietarla.

La persona que estaba detrás de eso, la persona que estaba haciendo esas atrocidades... Lo reconocía perfectamente, había visto sus facciones.

No podía olvidarlo.

El monstruo que la estaba torturando... Era el papá de Hannah.

El Diario de HannahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora