Capítulo cuatro: El títere

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Esconderse en el baño de su cuarto para poder leer sin la presión de que el tipo que se encontraba afuera la descubriera, era más normal que lo que se puede escuchar.

El recuerdo de que cuando era pequeña siempre había tenido que escabullirse en lugares donde no la atraparan cuándo hacía cualquier travesura, se hizo aparecer.

Colocándose sus lentes y revisando la página en la que se había quedado, comenzó a leer nuevamente.

13 de abril de 1986

La noticia de la muerte de mi hermanito me afectó al grado de dejarme completamente tartamuda. Pero eso es un cero a la izquierda si hablamos de lo que pasó con mi madre.

Ella se recuperó del coma, pero hundida en la depresión, nunca paró de culparse a sí misma, ya que esa noche era quien manejaba. Y la culpa realmente no fue suya, sino la de un adolescente ebrio, el cuál cayó en coma y murió a los días.

Mi hermanito, la noche del fatal accidente, llevaba consigo su juguete favorito, el cual él siempre cuidaba y atesoraba.

Nunca hubo un día en el que lo viera sin ese dichoso títere, desde que mi padre se lo dio, fue como si marcara algo en el destino.

Ese muñeco, ese horroroso títere de madera, nunca me dejó en paz.

Su rostro era tétrico y muy pálido.

Tenía los ojos hundidos, las cejas arqueadas y la mandíbula abierta en una macabra sonrisa.

Era casi del tamaño de mi hermano, y lo que hace al asunto más escalofriante, es que por el mismo motivo de que medían igual, mi pequeño Harry le ponía al muñeco su ropa y sus zapatos, al igual que le pedía a mi madre que les compraran lo mismo cuando se trataba de vestir y calzar.

No podía comprender cómo los demás no sentían lo que yo cuando veían a ese estúpido títere.  No sabía como ellos no tenían ese miedo incesante y ese mal presentimiento que a mi me atormentaba.

Y... Seguro piensas... ¿eso qué tiene que ver ahora?...

No te imaginas lo mucho que esto influye ahora en mi vida...

Cómo si fuese una corriente eléctrica, un escalofrío recorrió por completo la espalda de Sam, dejándola sin aliento.

Mi madre se negó rotundamente a tirar aquél títere al igual que todas sus cosas.

No la culpo, su dolor es comprensible...

Pero al poco tiempo, todo se volvió extraño, muy, muy extraño...

Comenzó a tratar al muñeco cómo un ser humano real; lo "alimenta", lo mece, le cuenta cuentos y lo saca a pasear. Ella realmente lo trata cómo si el muñeco estuviese vivo, y me asusta su comportamiento.

Ni siquiera quiso limpiarlo y repararlo, ya que el títere está muy maltratado. Su ropa se encuentra rasgada debido al accidente, tiene un ojo casi caído por el impacto que recibió, y lo más horrible es que aún se pueden ver manchas de sangre secas en su traje de marinero blanco. Sangre de mi pequeño Harry...

Yo amaba a mi hermano, Dios sabe cuánto lo amaba, ¡Maldición! ¡sólo tenía 5 años! ¡yo hubiera dado mi vida por él!

Pero simplemente, el hubiera no existe. Él ya no está, y eso es algo que debemos de aceptar por más que nos duela.

Mi padre sufre en silencio al igual que yo, y no podemos mostrarnos frágiles ahora que mi madre nos necesita más que nunca.

Lamentablemente, esto me está afectando de una manera singular.

Imagínate el hecho de que tu promedio fuera perfecto, un diez limpio en cada examen. Fantástico, pues eso era lo que yo siempre lograba en cada parcial, y ahora simplemente no paro de reprobar.

Mi madre no lo ha notado, claro, ella sigue sumida en su dolor intentando que su muñeco la calme.

Mi padre quita ese sentimiento con el trabajo.

Ya casi nunca está, él simplemente trabaja y trabaja, y cuando vuelve sólo recibo un "La próxima vez te irá mejor, pequeña Hannah".

Mis amigos se comienzan a alejar poco a poco de mí, y he comenzado a recibir burlas por culpa de mi tartamudeo.

Y la cereza del pastel, es que desde hace días he comenzado a tener pesadillas, terribles pesadillas, pesadillas en las que ese tonto muñeco es el protagonista.

Sueño con él, acostado con mi madre, como de costumbre.

Él se levanta de la cama y comienza a caminar, recorriendo la casa, recorriendo cada rincón. Yo lo observo, y lo sigo, más él no nota mi presencia.

La manera en la que camina y él como su madera cruje al dar pasos, me eriza la piel. Es cómo si el accidente le hubiera afectado el mecanismo, es cómo si cojeara.

Su expresión cambia, pues ya no tiene la misma sonrisa de siempre. Su rostro se nota más, más tenebroso si eso es posible, sus ojos más hundidos, y es como si sus facciones fueran más... Más humanas...

Es difícil de explicar y difícil de entender, pero aquello se siente tan real, tan absurdamente real.

Incluso puedo verme dormida, puedo verme en la posición exacta en la que estoy, puedo ver a detalle todo lo que hago mientras duermo.

Es extraño.

Claro que he tenido pesadillas con ese muñeco desde hace mucho tiempo, pero eran pesadillas diferentes a las que ahora tengo, eran pesadillas distintas. Esas pesadillas simplemente no se sentían tan reales, no se sentían tan vivas...

Nada aquí está bien...

Hey idiota, necesito entrar.— la voz del chico y el sonido al tocar la puerta hizo que ella se calmara.

Se había quedado en trance leyendo, y sin darse cuenta había estado temblando todo el rato. Su respiración estaba agitada y sentía cómo su corazón latía con fuerza.

Con las manos temblorosas y la mente afligida se levantó.

Intentando no caerse, torpemente se recargó sobre el lavamanos. Tenía ganas de vomitar, y de salir corriendo, pues sentía un sentimiento extraño, semejante al de cuando leyó por primera vez ese diario.

Era raro, pues parecía cómo si el miedo de la pequeña, de la cual ahora sabía que su nombre era Hannah, se le transmitiera.

Esa noche no pudo dormir pensando en aquello. ¿Quiénes son estas personas?... ¿o al menos existieron alguna vez?, ¿es real lo que se dice en ese cuaderno o sólo es de alguien gastándome una absurda broma?...

Se preguntaba a sí misma mientras observaba el techo.

Era raro, pues mientras reflexionaba logró entender que nadie podía haberle gastado una broma precisamente a ella, ya que nadie estuvo observándola ni siguiéndola cuándo encontró ese diario. Además, fue una simple casualidad que lo encontrara, pero sin duda alguna, era una casualidad bastante inusual. ¿cuántas posibilidades había de que sucediera eso?... ¡Una entre un maldito millón!... Digo, las circunstancias no eran precisamente similares y eso convertía al asunto más inquietante.

Por un momento pensó en llamarle a Eli para contarle aquello, pero, apenas se conocían...¿De verdad podría confiar tanto en ella como para comentárselo?.

Si se lo decía a su madre, probablemente se alarmaría y exageraría las cosas con lo sobreprotectora que era.

Llegó a la vaga conclusión de que de momento sería su pequeño secreto, del cual no hablaría con nadie.

Si bien no era una detective, era una futura periodista, así que investigaría por sus propios méritos de que se trataba hasta llegar al fondo de todo eso.

El Diario de HannahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora