Capítulo siete: Problemas

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—Sam, ¿Estás escuchándome?— preguntaba una Eli mientras tomaba un bocado de su yogurth con frutas y se lo metía a la boca.

—Oh... Si, si. Lo lamento. Es sólo que ayer me ocupé mucho con las tareas que les dije y no pude dormir bien. —mentía.

—¿Primeros días de clases y ya te inundan con tareas?— preguntaba Axel quien jugaba con uno de sus rizos color café oscuro.

—¿A ti no?

—La de economía y finanzas no es tan exigente como parece.

—¿Bromeas? Es una bruja. —le contestaba Raven. —Ella le daba clases a mi hermano y vaya que se sobrepasaba con sus trabajos.

—Entonces yo soy su favorito porque no me exige absolutamente nada.

—Tal vez porque te vió como su próximo Sugar Baby.

—Si fuera atractivo, te lo creo. Pero hasta el momento no veo mucha mercancía que ofrezca.— habló Sam.

—¡Hey!— exclamó atrayendo la atención de varios estudiantes en el comedor. —Ya quisieras estar con una obra de arte como yo.

—Pintura rupestre querrás decir.

La mañana pasó fugazmente, y solo quedaba una última clase por cursar. Sam cruzaba apresurada por los pasillos buscando su salón, intentando no llegar tarde. Finalmente encontró su sitio.

Se sentó en uno de los asientos del fondo. Nunca le había gustado ir adelante. Era una especie de inseguridad que desde hace mucho se le había forjado.

Comenzó a sacar su carpeta y un par de libros, pero al momento de girar su cabeza hacia abajo pudo deslumbrar que hasta el fondo de su mochila, un cuadernillo lila se alojaba.

Cierto, había colocado el diario esa mañana en su mochila para seguir leyendo. Como la profesora aún no había llegado, creyó que era el momento adecuado para leerlo.

Lo sacó lentamente, intentando no llamar la atención de nadie. Tratando de pasar desapercibida. No era como si fuese algo muy llamativo, pero la tensión del momento le hacía pensar lo contrario.

Se colocó sus lentes. Estaba lista y dispuesta a descubrir qué más pasaría en aquellos aterradores y tenebrosos textos.

Lentamente comenzó a buscar el lugar donde se había quedado, repasando una a una las páginas y recorriendo cada escrito como podía.

Lo encontró, pero antes de comenzar a leer alguien la llamó.

—¿Samantha?— dijo una linda y cálida voz que pudo reconocer bien.

Levantó su rostro, encontrándose nuevamente con aquella perfecta e impecable sonrisa que jamás en su vida había visto.

—¿Tom?— pronunció y al momento de hacerlo el joven asintió con su cabeza sentándose a un lado de ella. Rápidamente la chica cerró la libreta. Intentando no verse de una manera sospechosa, recargó su codo encima de ella, y se giró para ver de frente al chico. —¿Qué haces aquí?

—¿Ya no puedo estudiar aquí?— bromeó poniéndola nerviosa.

—No, no.— contestó rápidamente. —Me refiero a que esta clase es crucial para mi carrera. Es la que me puede ayudar para, ya sabes, yo, bueno, me refiero que... Agh, realmente no sé que estoy diciendo.— el chico rió suavemente por lo bajo haciendo que Sam se sintiera sumamente tonta y apenada.

—Te entiendo, a mi también se me revuelven las palabras. —dijo con un aire de comprensión que la hipnotizó por completo. —Creo que a lo que te refieres es que esta clase es necesaria para tu carrera, ¿no? Comunicaciones también es necesaria para la mía.

El Diario de HannahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora