Capítulo uno: El inicio

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Perseguir su sueño de ser periodista era lo que motivaba todos los días a Samantha Blower a dejar las sábanas e irse al colegio a estudiar. Después de ello, dirigirse a su trabajo de medio tiempo para conseguir un poco de plata con el objetivo de ahorrar.

Su madre siempre la apoyó en sus decisiones, al igual que su difunto padre. Y al fin, cuando terminó sus estudios decidió que era momento de dejar España para irse a una de las universidades más prestigiosas de Kingston, Canadá.

Era su sueño, y las posibilidades de ser periodista en aquel lugar eran infinitas. Así que empacó sus cosas y con el dinero ahorrado logró pagar su vuelo. Claro que extrañaría a su mamá, jamás había estado sin su compañía, pero Alice, como así se llamaba su madre, le dio un beso con dulzura en la frente, diciéndole que no se detuviera y que cualquier cosa seguiría ahí para ella. Sus palabras la impulsaron y siguió adelante, llegando al fin a un país lejano al suyo, llegando a una ciudad desconocida y una universidad que parecía ser prometedora, de la cual, por cierto, había ganado una beca completa.

Así que bueno, a eso llegamos el día de hoy.

Se encontraba parada frente a las instalaciones. Por internet ya se había registrado, pero aún así necesitaba reportarse. Estaba nerviosa, temblando. Una nueva etapa en su vida comenzaba y esperaba que fuera una buena, y que por supuesto diera los mejores resultados.

Las manos le sudaban. Veía a cientos de chicos alrededor del campus; unos estaban recostados en el césped conversando, otros atareados aparentemente por el caos de llevar miles de maletas, unos cuantos jugando con una pelota, varios cargando libros de allá para acá, y muchos instructores y chicos de fraternidad dando gritos y folletos para alentar a los demás con el objetivo de unirse a sus fraternidades.

Sonrió al ver como era la vida ahí, le encantó. Era lo que realmente buscaba y esperaba desde hace años. Era lo que siempre había imaginado.

Se adentró con la multitud a uno de los grandes edificios que reposaba enfrente de ella y comenzó a buscar el área de servicios para que le dieran su habitación.

La amable joven le dio la bienvenida con una reconfortante calidez y con base a ello le entregó las llaves. Le indicó algunas cosas, le dio recomendaciones y le entregó un folleto junto con un mapa de las instalaciones para que no se perdiese. Sam agradeció con una sonrisa y emprendió su camino.

Recorriendo el lugar, observó con detalle los largos pasillos repletos de estudiantes los cuales eran una multitud llena de caos.

Nunca se había imaginado cuán difícil podía ser organizar a manadas de personas.

Ahora comprendía el estrés que pasaba su adorada profesora de ciencias en la secundaria. Ella solía ser quien dirigía a grupos de alumnos en excursiones y una reconocida coordinadora en aquellas épocas. Muchos recuerdos le llegaron  instantáneamente.

Sonrió con nostalgia.

Cuando al fin encontró su habitación soltó su maleta frente a la entrada y observó. Analizó el hecho de que detrás de aquella puerta se encontraría su compañera, con la cual compartiría la habitación todo un año. Su cómplice con quien compartiría noches de secretos o quizá alguien, la cual no quisiera ver ni en pintura. Podría ser su mejor amiga, o bien, su peor enemiga. Meditaba el hecho de que lo que necesitaba más en esos momentos era una aliada, ya que había llegado a ese lugar sin conocer a nadie. Dejó a todos sus amigos en España, y, aunque no sintiera realmente una conexión con ellos, quería que detrás de aquella puerta se encontrara su alma gemela. Quería sentir que encajaba. Quería encontrar verdaderos amigos con los cuales compartir sus mejores momentos.

Estaba nerviosa. ¿Y si no le caigo bien? ¿qué pasa si nuestras personalidades no coinciden? ¿debería presentarme o dejar que ella hable primero? Pensó.

El Diario de HannahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora