Llegaron a la entrada de ese sótano. Samantha tomó su celular y trató de encenderlo para alumbrar la oscuridad que los invadía. Pero había un problema.
—¿Qué sucede?— preguntó Jasper quien se encontraba a su lado.
—No prende, cómo si la batería se hubiese agotado. Pero no lo entiendo, estaba completamente cargado en la tarde.
—Déjame intentar.— procedió a buscar el suyo. Pero era el mismo problema, no encendían.
—Demonios... Estamos jodidamente incomunicados.
—Espera... Creo que traigo un encendedor en mi bolso.— mencionó la chica.
Buscó en ese pequeño bolso turquesa hasta poder dar con él. Fijó su mirada una última vez en el diario antes de seguir con su plan.
—Bien, es hora.
Tomó el encendedor y comenzó a darle vueltas hasta que cedió. Jasper abrió la puerta del sótano aprovechando la luz y comenzaron a bajar.
Se sentían amenazados, cómo si en cualquier momento algo fuera a atacarlos.
Uno a uno bajaron cada escalón. Samantha odiaba admitir que conocía más de ese lugar de lo que realmente quería. Cuando dieron con el último piso, Jasper trató de encender la bombilla que colgaba del techo. No funcionó. Hacía años que la electricidad había sido cortada en esa vivienda.
—Creo que mejor buscaré unas velas.— dijo su amiga a lo cual él estuvo de acuerdo y la ayudó en el proceso.
Había varios muebles cubiertos con sábanas blancas. El olor a orina era fuerte, y el polvo se hacía notar demasiado.
Destaparon una pequeña estantería y en ella pudieron encontrar unas cuantas velas las cuales se dispusieron a usar.
Cuando estas empezaron a iluminar el lugar, pudieron darse el lujo de investigar con más libertad.
Jasper destapó una mesa que se encontraba al lado de la estantería.—Vaya. Este sujeto no perdía el tiempo.— eran bisturís e instrumentos médicos. No tenían manchas de sangre, pero si estaban oxidados.
El equipo no estaba completo. Hacían falta unas cosas. Seguramente ya se habían robado la mitad de ello, pero había sido amable de su parte el volver a tapar con sábanas aquellos artefactos.
—No sé qué responder al respecto.— comentó Sam mientras desmantelaba otro mueble.
Era un espejo, grande y viejo. Tallado en madera.
Vio su propio reflejo. Observó cuán demacrada se veía. Aquellas ojeras comenzaban a consumirle medio rostro, y sus labios resecos hacían juego con su apariencia de lunática.
—Esta era la camilla dónde los torturaba ¿no?— preguntaba su amigo haciéndola voltear para prestarle atención.
—Sí. Esa misma.— mencionó mientras se acercaba.
Colocó finalmente sus dedos en ella recordando la visión que tuvo, siendo la protagonista que torturaban sin piedad.—La muerte era mejor que acostarte aquí y sufrir los perversos deseos de aquél hombre.
—¿Hablas del padre de Hannah?
Samantha asintió.
—¿Qué fue lo que viste hace unos momentos? ¿Otra visión de tortura?
La chica iba a responder, pero fue interrumpida.
—¡Chicos!— gritó Axel. —Los estuvimos buscando por todos lados.
—¿Están bien?— preguntó Tom mientras bajaba las escaleras y se acercaba a su encuentro. Los demás imitaron esta acción.
—¡Dios! Sam, estás sangrando.— mencionó Eli.
—No es nada.— comentó su amiga. —Creo saber dónde está el muñeco. Hace unos momentos vi cómo la madre de Hannah era asesinada.
—¿Tuviste una visión?— preguntó Raven.
—Sí... La sombra atacó a su madre justo aquí, matándola de inmediato. Y una cosa más perturbadora que eso, cuando Hannah fue rescatada por los oficiales, ella observó que el títere también se encontraba en este lugar. Aquí también es el sitio dónde el padre de Hannah experimentaba con los niños. Aquí es dónde se originó todo.
—Entonces... Este es el lugar que debemos destruir, ¿no?— preguntó Axel haciendo que Samantha clavara su vista en él.
—Sí. Pero antes de eso, primero necesitamos destruir el diario y el muñeco, así que ayúdenme a buscarlo.
Todos se pusieron en marcha. En parejas tomaron una vela y comenzaron a inspeccionar ese sótano.
—Estas antigüedades han de valer una fortuna.
—No te distraigas Axel.— respondió Jasper.
—Seguramente también están malditas.— agregó Raven.
Samantha alumbraba cada espacio que se le posaba enfrente.
—Toma, ¿segura que estás bien?— preguntó Tom mientras le entregaba un pañuelo a Sam para que se limpiara la sangre de la nariz.
—Ah, sí... Tranquilo, no es nada.— aceptó el pañuelo amablemente y se limpió.
—Cuando acabemos con esto ve a ver a un médico.
—Estaré bien.— mencionó ella.
Siguieron buscando.
Abrieron cajones, estanterías, escritorios. Pero no daban con eso.
Comenzaron a desmantelar los muebles que estaban ahí en busca del títere.
Sillones viejos, mesas, inclusive una tocadora de discos descompuesta se encontraban bajo esas sábanas, pero no un muñeco.—¿Qué hacemos si no lo encontramos aquí?
—Buscar por toda la casa Eli.— respondió Raven.
—Tiene que estar aquí.— Sam seguía aferrada a sus ideales. Su intuición se lo decía, estaban cerca.
—Llevamos buscando un buen rato y ya casi acabamos con todo el lugar. Esta no es la única opción.
—Este es el punto de todo. Tiene que estar aquí.
—Escucha, Sam... —Raven iba a volver a hablar, pero Axel la interrumpió.
—Oigan... Lo encontré.
La vista de todos se posó en el chico. Él había desmantelado un viejo armario, lo abrió y dentro de este se encontraba aquél inconfundible muñeco.
Sam reconoció ese armario. Era el mismo de dónde Nora había emergido cuando ella se encontraba atrapada ahí, en su mente.
Ahora, ese viejo armario ocultaba un oscuro secreto.Habían encontrado al muñeco.
El silencio y la conmoción estaban reinando.
Había tanto que debían procesar. Ese muñeco era quien los había acosado tanto.
Y ahora, lo tenían delante suyo.Ese títere, ese viejo títere de madera que tantos problemas les había traído. Lo tenían de frente. Pero no había momento para estar varados en el shock inicial.
—Tómalo.—mencionó Samantha mientras sacaba el diario y sostenía la vela.
—¿Segura? Porque realmente me da cosa.— contestó Axel sin dejar de observarlo.
—Sólo tómalo y ya.— ordenó su amiga.
Obedeció y lo llevó con ella. Todos observaban.
Era tenebroso.Axel apenas podía tocarlo. Le provocaba una sensación extraña tenerlo.
Mientras sus amigos se observaban fijamente a los ojos, Sam comenzaba a acomodar las cosas en el suelo.
Por fin acabarían con esa pesadilla, por fin tendrían paz.
Tenían que vengar a Hannah por todo el daño que eso les había ocasionado.
Pero antes siquiera de comenzar, una risa los hizo estremecerse.
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El Diario de Hannah
Terror¿Alguna vez has tenido un amigo imaginario? ¿Alguna vez has fingido que tus muñecos están vivos al jugar con ellos? ¿Alguna vez has hablado solo? Qué tan alejado de la realidad es pensar que todo lo que creímos que era parte de nuestra imaginación...