El ruido de la puerta abriéndose la hizo volver a la realidad. Se había sumergido en aquello que incluso perdió la noción del tiempo. Ella volteó, al parecer era su compañero quien regresaba todo empapado.
—Maldición, ¿no podrías tomarte el tiempo de tocar antes de entrar?—. dijo con clara molestia mientras se incorporaba. Estar leyendo siempre la hacía encorvarse.
Él la ignoró, actuando cómo si nada. Lo cual le provocó enfado a la chica, pero no lo suficiente como para insultarlo, ya que tenía muchas cosas en la cabeza como para hacerlo.
Ella observó por el rabillo del ojo como el sujeto comenzaba a quitarse la camiseta y la arrojaba a una esquina de la habitación. Eso la puso nerviosa, provocando un breve sonrojo en sus mejillas.
Intentando no voltear a verle, trató de concentrarse en procesar lo que había encontrado.
Lo que acababa de leer sin duda era algo fuerte. Algo con lo que no se debía jugar. La dejó pensando un buen momento, poniéndose en el lugar de la familia. Una extraña tristeza la invadía, una tristeza diferente a la que sentía generalmente. Esta era más profunda, más hueca. Era algo que no lograba entender, pero simplemente desde que había comenzado a leer esa página, esa extraña sensación se había hecho presente. Quizá solamente era su sentimentalismo y el hecho de que se ponía en la situación por la que pasaba la niña.
Iba a continuar leyendo, pues saber qué más decía le intrigaba, pero justo en eso tocaron la puerta.
Ella se levantó para abrir pero el otro chico logró apresurarse más rápido que ella.
Él la abrió.
—¡Ho!... Ho... Hola, pe-perdone, creo que nos equivocamos de habitación.— escuchó que dijo la dulce voz de Eli.
Inmediatamente ella cerró el diario y junto con sus lentes lo guardó en un cajón.
—Hola Eli.— dijo Sam poniéndose lo más rápido posible frente a la puerta, ignorando que el chico se encontrara detrás de ella. Parecía como si ella lo quisiese ocultar. —¿Ocurre algo?—. preguntó con una sonrisa forzada al ver la cara confundida de la joven.
—Bueno, decidimos venir a darte una visita...
¿Decidimos?
En eso logró notar la presencia de alguien; detrás de Elizabeth se encontraba una chica. No la había visto por el hecho de que estaba recargada en la pared del pasillo, alejada de ellas.
No parecía tomarles importancia, estaba muy concentrada en su celular.
Su apariencia era llamativa por así decirlo; vestía unos pantalones rasgados negros al igual que la blusa, botas militares y maquillaje sumamente oscuro. Su cabello tenía mechas moradas y azules.
Portaba un poco de joyería. Su collar de plata tenía la figura de un pentagrama al igual que sus aretes. Incluso logró notar que portaba unos pequeños pero llamativos tatuajes de serpientes en sus muñecas.
Sam la observó detenidamente. No pudo evitar hacer una mueca de confusión atrayendo su atención, a lo que ella habló.
—Si bueno, decidimos darte una visita, pero vemos que estás muy ocupada con tu novio.— dijo un poco ruda pero con una sonrisa. Falsa quizás.
—¡Ehh!— no pudo evitar exclamar.
—No queríamos incomodarlos. Supongo que será mejor que nos vayamos para que sigan en lo suyo.— dijo Eli recobrando su radiante sonrisa que anteriormente había sido borrada.
La cara de Sam se tiñó de rojo como si de un tomate se tratase. Sentía cómo su cara hervía, como sus orejas se sentían calientes, como sus mejillas se sonrojaban de una manera intensa.
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El Diario de Hannah
Horor¿Alguna vez has tenido un amigo imaginario? ¿Alguna vez has fingido que tus muñecos están vivos al jugar con ellos? ¿Alguna vez has hablado solo? Qué tan alejado de la realidad es pensar que todo lo que creímos que era parte de nuestra imaginación...