Capítulo cuarenta y nueve: La casa

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-De acuerdo con la información, ustedes se dirigen a las afueras de la ciudad, ¿no es así?- preguntó el chófer del vehículo.

-Ehh, así es.- titubeó Axel al responder.

-¿Qué harán unos jóvenes cómo ustedes en un lugar cómo ese?

-No es asunto suyo.- respondió frívolamente Samantha, causando más conmoción en sus amigos.

-¡Hey! Disculpe la actitud de mi amiga. Ya está un poco pasada de copas. Iremos a una fiesta por esos sitios.- respondió rápidamente Axel. -¿Qué demonios te pasa? ¿quieres que nos echen?- susurró a su lado.

Sólo recibió una mirada amarga por parte de esta.

-Entiendo... Cuando era joven también solía ser algo temperamental y más al momento en el que inicié en esto de la bebida.

-Sí, cómo podrá ver. Somos algo nuevos.

-¿Universitarios?

-Dio en el blanco.

-Sam, ¿segura que estás bien?- escuchó la voz suave de Eli susurrándole en la oreja.

La chica no respondió.

Eli intercambió miradas con los demás.

40 minutos más tarde llegaron a un terreno bultoso que daba la entrada a lotes baldíos y esos parecían llevar a unos árboles altos y empinados.

-No puedo avanzar más. La ubicación del lugar no me lo permite.

-¿De qué habla? Tiene que llevarnos hasta el punto indicado.- refunfuñó Raven.

-¿Te parece que mi pequeño auto pueda avanzar por encima de esto?

-Es tu trabajo.

-Basta. Él tiene razón.- agregó Tom. -Muchas gracias señor.

-La cuota del viaje será menor.- le respondió.

-Pero por supuesto que lo será.

-Raven.- advirtió Eli.

De mala gana bajaron después de haber pagado y observaron cómo el auto se perdía en la lejanía.

-Perfecto. La luz de la luna apenas nos ilumina y el frío nos congelará.

-Deja de quejarte y sólo pon el maps para saber por dónde seguir.- contestó Jasper.

Sostuvieron sus linternas y empezaron a avanzar por dónde les indicaba Raven, metiéndose en las entrañas de lo que parecía ser un pequeño bosque.

Caminaron en la oscuridad por minutos, escuchando el crujir de las ramas y hojas secas bajo sus pisadas.

Jasper observó a Sam. Iba más atrasada que los demás. Parecía estar absorta en sus propios pensamientos. Perdida en sus recuerdos. Siendo amenazada por lo que su mente le hacía divagar.

Empezó a bajar el ritmo de sus pasos para poder igualarla.

-Que estés callada debe ser una de las mejores cosas que me podría pasar.

No recibió respuesta.

-Recuerdo la ocasión en la que duraste horas y horas hablándome antes de dormir. Al día siguiente llegué tarde a mis clases por culpa de eso.

Pero otra vez no obtuvo respuesta por parte de la chica.

-Solía irritarme, pero después entendí que era una de tus muchas particularidades, y que eso era propio de ti. Algo que podía convertirte en un pequeño grano de arroz entre tanta arena.

El Diario de HannahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora