Capítulo once: Pesadillas

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Sam se encontraba leyendo el diario a medianoche como casi siempre solía hacer.

Era una noche fría y oscura. Era tan tétrico el ambiente que inclusive había neblina, una neblina realmente espesa. La única luz que alumbraba aquella habitación vacía era una vela blanca al lado de la repisa de la chica.

Jasper había salido por un par de cosas, así que Sam se encontraba completamente sola.

Una a una terminaba de leer las sucias y desgastadas páginas del diario mientras alimentaba su intriga de saber que más sucedía en aquellos misteriosos escritos. Pero su actividad fue repentinamente interrumpida; una ola de frío viento abrió la ventana de la habitación haciendo que las cortinas salieran disparadas hacia el interior.

La vela de Sam fue apagada abruptamente como si de un suspiro se tratase, sólo la luz de la luna que entraba por la ventana podía iluminar aquél cuarto oscuro y sombrío.

Samantha estaba dispuesta a levantarse para cerrar el orificio que dejaba entrar toda esa corriente de aire, cuando de pronto logró escuchar algo, algo que hizo que su piel se erizara por completo.

—¿Quieres jugar conmigo?...— susurró una voz chillona detrás suyo, casi a la par de su oreja.

Ella dio un salto de inmediato levantándose de la cama, y cuando volteó no podía creer lo que sus ojos estaban viendo.

Dio un par de pasos hacia atrás mientras observaba como un títere de madera estaba sentado en su cama mientras la seguía con su mirada profunda, tan penetrante, con esos ojos hundidos que al rededor parecían tener delineador negro, con esa sonrisa tan macabra y llena de un líquido espeso rojo, con esa expresión tan viva...

Sin darse cuenta tropezó con un zapato que se encontraba en el suelo y cayó. Cuando levantó de nuevo su vista hacia el frente, el títere ya no se encontraba en su cama.

Su corazón comenzó a acelerarse considerablemente, pues el haberlo perdido de vista era lo que más comenzaba a aterrarle.

Comenzó a buscarlo con la mirada llena de miedo, y de pronto, sintió como algo cayó en su mejilla.

Tocó suavemente con su dedo lo que sea que se encontrara en su rostro, y cuando lo vio sintió como un escalofrío recorrió su ser.

Era un líquido rojo, como el que el muñeco llevaba en su boca, pero lo que más le asustó fue saber de dónde había caído. Lentamente comenzó a levantar su cabeza para ver al techo, y al lograrlo, la histeria y terror se apoderaron de su ser.

Jasper, Tom, Eli, Raven y Axel estaban colgados con cuerdas enredadas a sus cuellos mientras que sus ojos habían sido arrancados, dejando así solamente cuencas vacías y ríos de sangre. Sus bocas estaban inhumanamente alargadas en unas especies de sonrisas malévolas dejando entrever dientes afilados y podridos. Sus rostros estaban carcomidos, con restos faltantes de carne... Y sus cuerpos, sus cuerpos eran lo peor... Estaban abiertos del abdomen, dejando ver todos sus órganos internos los cuáles colgaban y a la vez se desprendían de ellos.

Sam quiso gritar a causa del horror, a causa de ver esa escena, a causa de ver como sus mejores amigos habían sido asesinados de la manera más atroz posible. Pero, se dio cuenta de cómo su boca no emanaba sonido alguno.

Trató de moverse para tocar su garganta la cual era carente de su voz, pero no podía, no podía mover ni un sólo músculo, todo su cuerpo estaba inmóvil, congelado. Era incapaz de poder mover tan siquiera un dedo o de emitir algún sonido... Entonces las lágrimas comenzaron a caer de sus mejillas, y en eso, una risa tétrica y burlona retumbó en toda la habitación...

El Diario de HannahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora