Capítulo trece: Nuevos lazos

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Después de haber pasado todo el recorrido cantando los mejores éxitos de creedence y bromeando de cosas sin sentido, por fin llegaron a su destino.

Axel estacionó el vehículo y después de ello bajaron.

Al momento que Sam puso un pie en la tierra, sintió una especie de textura de arena movediza que rodeaba sus vans. El frío viento chocó contra sus piernas que estaban al descubierto por traer sus shorts cortos de mezclilla y lo único que la cubría de aquél helado ambiente era su camisa a cuadros.

-¿Por qué carajos se siente como si ya fuese invierno?- decía sacando su mochila del auto.

-Mm ¿Por qué quizás ya casi llega el otoño? Daah.-le respondió Axel con su tono burlón.

-Oh ¿Sí verdad?- contestó azotando la puerta del vehículo con la mayor fuerza que pudo.

-¡Hey, maldita sarnosa! ¡Voy a decirle al oficial que está ahí que eres una vándala!

-Ya, ya.- contuvo Raven al chico mientras lo jalaba de su suéter.

Estaba oscureciendo. Eran las 6 de la tarde y el sol comenzaba a ocultarse.

El lugar era una especie de terreno repleto por cientos de automóviles y personas que iban a lo mismo, disfrutar de aquél espectáculo.

La gran pancarta con líneas verticales rojas y blancas se alojaba al final de aquél terreno exhibiéndose como trofeo, mientras que delante había una especie de camino que conducía hacia el lugar y estaba rodeado por vendedores ambulantes.

Siguieron aquél camino mientras veían las cosas interesantes que vendían.

En uno de esos puestos, Axel no pudo contener su incontrolable hambre y se detuvo en uno de comida.

-¿En serio?- preguntó Raven viendo como el chico pedía dos hamburguesas con muchas papas fritas y tres rebanadas de pizza para él solo.

-¿Qué?- preguntó con confusión.

Ella no pudo responderle ya que vio como Eli se detuvo en un puesto para observar los hermosos peluches que se exhibían ahí. Los veía con tanta dulzura que le conmovió el corazón.

-¿Te gustó alguno de ellos?- le preguntó dejando a Axel de lado y acercándose hacia donde Eli estaba. Los ojos azules de la chica veían con ilusión a un peluche en específico.

-El conejo azul es precioso... ¿No lo crees?.- preguntó refiriéndose a un conejito azul cielo con un listón azul marino y ojos marrones. Este se encontraba al final de casi todos los muñecos.

-¿Lo quieres?- cuestionó al observarla más de cerca.

-Por supuesto que sí.- le contestó mientras comenzaba a buscar en su bolsillo su cartera para pagar por ese hermoso muñeco.

-Bien, entonces guarda tu dinero, yo te lo pagaré.- al decir esto, la atención de Eli se posó en el rostro de Raven.

-No, tranquila. No es necesario.- afirmó. -Traigo suficiente dinero como para pagarlo por mi cuenta, pero gracias de todas formas.- le sonrió amigablemente.

-No fue pregunta.- contestó la chica de cabellos azules con violetas mientras hacía voltear a su amiga con evidente confusión. -No se trata de si traes dinero o no. Es un regalo que quiero darte.- aclaró dejándola sin palabras.

Por otra parte, pero no tan alejados de ellos. Sam y Jasper veían con curiosidad los demás artefactos que se vendían en ese lugar.

Pero la atención de Sam fue llamada por uno en especial.

-Dios... ¿No te parece que son hermosos?- le preguntó la chica a Jasper mientras se detenían en un puesto de pulseras y collares tejidos artesanalmente.

-Sólo son un par de pulseras.- respondió desinteresado al verlas.

-Que las apariencias no te engañen muchacho.- dijo la dueña del puesto. Era una anciana de unos 70 años con apariencia llamativa. Llevaba puesta una camisa de manga larga y una falda floreada. En su cabeza se alojaba una especie de manta que le cubría la mitad del cabello blanco. Sus enormes arracadas combinaban con los grandes collares de piedras que rodeaban su cuello.-Antes se decía que el mayor lazo que podía unir a los seres humanos era un hilo rojo. Este era invisible y estaba atado en el meñique de las personas que ya estaban predestinadas a estar juntas. Por más tiempo que pasase o nudos que se le formaran a este hilo, era imposible que se rompiera. Era el hilo rojo del destino. Ahora las pulseras son consideradas como un mismo lazo que une a las personas y que a pesar de la distancia, tiempo o lugar, jamás las separa. Une tanto a parejas, como familias e inclusive amigos. No es la apariencia, es el valor que cada persona le da.

-¿Cómo sabe de eso?... Es una historia fascinante.- admiró Sam.

-Niña, las personas viejas como yo conocemos cientos de historias que fueron pasando de generación en generación.-anunció la anciana mientras los veía con nostalgia.

-Es demasiado interesante... Quiero esas dos.- señaló Sam a las únicas dos pulseras que se encontraban del color rojo en una esquina de su estantería.

-Como gustes querida.- le respondió con cortesía mientras tomaba aquellas pulseras.

Sam compró las pulseras y antes de irse le dijo a la mujer.

-Algún día vendré a escuchar todas las historias que usted tiene para contar.

La señora sonrió con mucha alegría mientras se despedía y los veía alejarse.

-Si sabes que todo lo que te dijo es mentira, ¿no?- le preguntó Jasper mientras se aseguraba de que ya no estuviesen cercas de su puesto.

-Tal vez, pero no me puedes negar que su relato fue interesante.- le respondió la chica mientras observaba lo hermosas que eran aquellas pulseras.

-Bueno, por historias interesantes como esas acabas de perder tu dinero.

-Yo no diría perder, más bien, invertir.- dijo mientras colocaba una de esas pulseras en la muñeca de Jasper.

Confundido vio por un momento ese accesorio para luego preguntarle.

-¿Es para mí?

-No imbécil, es para el señor que va pasando. Por supuesto que sí idiota, sino para quien más.- dijo mientras ella se ponía la suya. -Estos son nuestros lazos, jamás te la quites o lo estarás rompiendo.- y sin decir más ella siguió avanzando, recorriendo el lugar y observando cada cosa que este podía ofrecer.

Él se quedó sin habla mientras caminaban. No sabía como reaccionar, nadie jamás le había dado algún tipo de detalle como lo era ese, y no tenía idea del cómo actuar. Pero de lo que sí estaba seguro es que aquello lo puso de buenas. Habían empezado con el pie izquierdo y se había equivocado demasiado al suponer cómo era Sam, ella era agradable.

-Gracias.- dijo haciendo que ella volteara a verle nuevamente para luego dedicarle una tierna sonrisa.

Duraron de esa forma por unos pequeños instantes, sintiendo como las personas y el ruido a su alrededor simplemente desaparecían mientras los ojos ámbar y azabaches se veían fijamente.

El Diario de HannahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora