Existió una época, perdida de las memorias de los mortales, en dónde entidades divinas caminaban sobre la tierra, surcaban los celestiales cielos y navegaban sus hermosas aguas. Los dioses vivían sus pacíficas y tranquilas vidas disfrutando de la creación en su perfecto mundo, se alimentaban de los frutos del mundo, unas plantas cuidadas celosamente que florecían una vez cada siglo; sus flores tan azules como las profundidades marinas emitían un hipnotizante aroma que provocaba la tentación en las divinidades, quienes difícilmente se resistían a tan bellas; el momento del florecimiento era celebrado por todos, sin embargo lo mejor vendría después, pues comer los azulados frutos resultantes otorgaba felicidad eterna, sus jugos se derramaban infinitamente como grandes sacos que explotaban expulsando torrentes ríos enfurecidos y el crujido que provocaba al masticarse era tan fuerte como truenos en un día lluvioso, a pesar de ello, la suavidad al tacto de la lengua era tal que algunos dioses la comparaban con esponjosas nubes.
Una de las deidades, Malaharu, considerada la más bella tanto en el cielo, en la tierra como en el mar; era la encargada de cuidar las plantas que otorgaban el fruto de los dioses, labor que llevaba a cabo celosamente pues sus delicados cuidados garantizaban siempre la felicidad y dicha entre su gente. En una ocasión, un extraño viajero que decía ser proveniente de más allá de las estrellas, llegó al jardín donde se encontraban las plantas sagradas, fascinado e hipnotizado por el delicioso aroma que las flores a punto de madurar desprendían. Ante la presencia del extraño, la diosa se acercó con mucha cautela, sin embargo no tardó en descubrir que aquel individuo no era peligroso, de hecho, su elocuente hablar, sus modales y elegancia sorprendieron a Malaharu; dicen que su sonrisa, amabilidad y gentileza lograron enternecer a la diosa más bella tanto en el cielo, en la tierra como en el mar.
El extranjero realizó una petición a la bella cuidadora del jardín tras intercambiar palabras durante un largo rato. Había sido impresionado por las maravillas de aquella planta, y quería poder compartir aquella dicha y alegría con su pueblo quien desafortunadamente pasaba por momentos difíciles; tal vez un poco de felicidad y esperanza fueran lo que ellos necesitaban para poder volver a resurgir de sus complicaciones; por lo tanto, preguntó si podía llevar una de aquellas magníficas plantas consigo. Malaharu en un comienzo se negó apenada ante aquella petición, sin embargo tras escuchar la difícil situación que pasaba el pueblo de aquel extranjero y tras ser convencida con aquella amabilidad y elocuencia al hablar, la joven diosa aceptó ayudar.
Lamentablemente, no sería fácil, no podía entregar una de las plantas tan fácilmente a plena luz del día llamando la atención del resto de dioses. Por ello, le pidió al extranjero que regresara al jardín durante esa noche cuando todos dormían, tomara una de las sagradas plantas y la llevara consigo rápidamente antes de que corra el riesgo de ser descubierto, de esa forma él podría llevarle felicidad a su pueblo; ella podría explicar la ausencia de la planta justificándose con el ataque de alguna de las criaturas peligrosas del mundo, consiguiendo al mismo tiempo que dicha criatura sea cazada como venganza para su pueblo trayendo aún más la paz a su mundo. El extranjero aceptó encantado el plan y agradeció infinitamente a la amable diosa que se sentía contenta al sentir que realizaba una buena acción... A la mañana siguiente, el jardín estaba completamente vacío.
La joven diosa no cabía en sí, no entendía que había ocurrido, no solo su hermoso jardín ahora estaba vacío de las plantas sagradas, sino que el resto de plantas habían sido cruelmente destruidas sin ningún tipo de compasión. Los demás dioses cuando se enteraron de lo ocurrido, entraron en conflictos unos con otro, como si la ausencia de la planta significara también la ausencia de la felicidad y la paz en aquel mundo; no tardaron en entrar en guerras que trajeron caos y destrucción a ese bello mundo, todo ante la adolorida mirada de Malaharu que fue expulsada del clan y condenada a vivir en el aislamiento durante toda su vida despojada de su divinidad. La guerra acabó con el resto de dioses, y aquellos que sobrevivieron abandonaron el mundo buscando una mejor vida en otro sitio... Solo quedó la que una vez fue la diosa más bella tanto en el cielo, en la tierra como en el mar. Desde entonces, la joven lloraba incesantemente todos los días, sus lágrimas eran perfectamente redondas, brillantes y muy finas, tanto que al impactar con el suelo se solidificaban formando hermosos y perfectos granos de arena, acumulándose cada vez más mientras la dama viajaba por las costas de su desolado mundo.
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Alice vs las Fuerzas del Cosmos
Misterio / Suspenso¿Qué decisión tomarías si tuvieras las puertas abiertas a todas las opciones disponibles? Sin lugar a dudas no sabrías que camino elegir, el cómo sostener las riendas de tu vida. Esta es la historia y vida de Alice Díaz, hija de dos de los individuo...