Cap. 49: Tomando Cartas en el Asunto.

12 1 0
                                    

A veces la vida no es justa, tampoco da señales de ser sencilla, de hecho es todo lo contrario. Cuando menos lo esperas las cosas pueden descontrolarse y acabas sufriendo heridas, ya sean físicas o emocionales, especialmente esas últimas eran las que más tiempo duraban. Este caso era particular, después de todo, aquella joven mujer de largos cabellos castaños cargaba sobre sus hombros el peso de sus errores mientras sus manos, tobillos y cuello sufrían el peso del frío y antinatural metal que le aprisionaba.

En ese preciso momento, la expresión de la dama Díaz se notaba bastante seria, frívola, pero sobre todo muy concentrada en la labor que se encontraba realizando a cabo en ese preciso instante. Su brazo izquierdo se encontraba herido, una herida bastante grande provocada por una violenta bestia que hasta el momento le resultaba desconocida pero que sin embargo consiguió sobreponerse con la victoria, aunque evidentemente no saldría impune de aquella batalla. Aquella sangre azul todavía escurría por todo su brazo, sin embargo ella no parecía mostrar signos de dolor, ¿y cómo sentir dolor por lago así cuando ha experimentado cosas mucho peores? Sin ir demasiado lejos, aquellos grilletes en su cuerpo le provocaban un agónico sufrimiento cada vez que intentaba usar la magia aunque fuese de manera inconsciente por la costumbre que tal práctica conllevaba.

Se encontraba vendando la herida, usaba retazos de tela previamente arrancados de su propia ropa. Usaba la su mano derecha en conjunto con su boca para apretar la venda y crear un fuerte nudo para detener el líquido azul que buscaba escapar de su cuerpo a través de la fisura en su piel. Un fuerte apretón le provocó un peculiar ardor, aunque le resultaría insignificante, apenas sintió una leve agitación en forma de tic nervioso en su ojo izquierdo que duraría un ínfimo instante sin importancia. Con el nudo hecho, aflojó el fuerte agarre de su mandíbula permitiendo que la tela callera producto de la propia gravedad, aunque mientras esta se balanceaba, la agarró con su mano derecha y envolvió las puntas alrededor de su brazo, después tomó uno de los palos ardientes de la fogata frente a ella y que le ofrecía luz en la oscuridad de la noche para sellar las puntas. Curiosamente el fuego no parecía suponerle un problema ante el contacto con su piel, aunque aquello se debía por supuesto, a la alta resistencia de aquella mujer a las altas temperaturas, característica heredada de su madre y que fue desarrollando y fortaleciendo con el paso de los años.

Con la herida tratada, dejando que su propio cuerpo haga el resto del trabajo necesario para sanar por completo, la dama dirige su atención hacia el frente. Allí recostado al tronco de un árbol, se encontraba el objeto por el que terminó recibiendo aquella herida. Se trataba de una tablilla de piedra, una losa algo peculiar, de bordes desgastados y carcomidos por el paso del tiempo, la escritura que presentaba se encontraba levemente borrosa y apenas era legible, el idioma en forma general le resultaba completamente desconocido, posiblemente escrito por aquella civilización que creo dicha losa... Sin embargo, en el centro de aquella piedra de una edad incalculable, yacía un escrito casi ilegible, pero que evidentemente era completamente diferente al resto de lo que allí había grabado; y a diferencia de aquel idioma perteneciente a aquella civilización desconocida, este le resulta comprensible, se trataba de aquella lengua que investigaba y que en un comienzo, podría haber sido la causa de su propia decadencia y el comienzo de sus problemas: La Lengua del Universo.

Voces susurrantes hacían eco en su cabeza, hablándole con un tono de perspicacia; aunque en aquel punto, tal vez debido a la herida en su brazo y el agotamiento mental que podría haberle provocado las últimas semanas en las que estuvo llevando a cabo su investigación, creyó que su cordura se desvanecía hasta tal punto que incluso a ella misma se le hacía imposible analizar aquellas voces para comprender el significado de sus palabras. Estaba cansada, y era algo que se notaba en su expresión y movimientos, sin embargo el brillo de sus ojos no se apagaba, todo lo contrario; su fuego podría haber sido bloqueado por aquello grilletes, pero el fuego en su mirada se mantenía vivo y ardiente. Levantando su mano derecha en un intento de alcanzar aquella tablilla escrita, aunque nunca la llegaría a alcanzar debido a la distancia que les separaba... El leve sonido de sus cadenas se entremezclaba con el de aquellas voces... Tan... Hipnótico... Para bien o para mal, el tiempo le había hecho acostumbrarse a ese sonido metálico, el sonido de aquellas cadenas colgantes que le retenían, las cuales para su mayor comodidad se ataba alrededor de su cuerpo pero que en momentos de descanso como ese soltaba libremente... A veces solamente para escucharlas sonar, tal vez realmente estaba enloqueciendo, a veces creía escuchar voces distintas provenientes de aquellos sonidos. Sin embargo algo le detuvo de golpe, como si hubiese salido de aquel trance en el que se había sumergido junto con sus pensamientos, regresó a la realidad silenciosa cuando escuchó el inconfundible sonido de su espejo de trasmisión de bolsillo, el cual tras revisar entre sus pertenencias acabó sacando a la luz; era extraño, hace no mucho había hablado con sus padres, así que no esperaba volver a hablar con ellos tan pronto, aunque se sorprendió un poco al ver quien había sido aquella persona que le estaba intentando contactar, inevitablemente una pequeña sonrisa surgió en su rostro tras lo cual atendió sin problema la llamada en cuestión.

Alice vs las Fuerzas del CosmosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora