Cap. 38: Mi Propio Sendero.

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Una intensa lluvia roja precipitaba sobre una montaña, de manera ocasional en aquella dimensión las nubes solían cargarse de extraños y nocivos componentes que otorgaban una coloración al agua similar a la sangre, además el contacto prolongado con aquellos químicos podía ser mortal para los seres vivos del lugar. Llamada de manera bastante acertada como: "Muerte Roja", el observar las nubes y el clima constantemente era algo a lo cual ya la vida en aquel lugar estaba acostumbrado, cualquier indicio o coloración fuera de lo usual en el cielo era signo de que el peligro se avecinaba por lo que lo más seguro sería buscar refugio. ¿Pero cuál era el origen de dicha lluvia? Muchos habían sido aquellos que intentaron investigarlo, todos murieron por sobreexposición al mortal químico, siempre estancando todos los estudios dejándolos incompletos; así que el tema dejó de ser tomado como objetivo de estudio debido al peligro que conllevaba.

Sin embargo en la cima de aquella montaña, muy por encima de las nubes tormentosas que creaban aquel infierno rojo sobre la superficie, se encontraba un pequeño refugio creado a partir de un agujero de considerable tamaño en la piedra. Una puerta de madera rudimentaria impedía el paso hacia el interior de aquel lugar protegido contra los elementos de la naturaleza, como mucho lo más peligroso serían las fuertes ráfagas de viento, algo típico de la altura; sin embargo era algo que no parecía suponer ningún tipo de problema al ocupante de aquel lugar. La nieve y el hielo se tornaba rojo en la cima, probablemente debido justamente a los vientos que traían consigo el peculiar químico cuando se formaban las nubes de tormenta en el nivel inferior; era aquella nieve roja, cargada con la misma volatilidad que la lluvia que la provocaba, la que era usada como un material de estudio, después de todo era fácil convertir aquella gélida y fría sustancia en agua usando un poco de calor.

En el interior del refugio, podían verse decenas de instrumentos de vidrio y metal, distribuidos entre algunas mesas e incluso colgando del techo con cadenas; el sitio era iluminado por una lámpara bioluminicente que parecía emitir una constante luz morada bastante agradable y cálida para el individuo dueño del lugar. Dicho ocupante se encontraba sentado en una mesa realizando un detallado dibujo sobre una peculiar pieza negra que había encontrado recientemente, necesitaba esperar un poco a que los resultados de su último análisis estuvieran terminados, así que debía hacer algo útil mientras tanto. Su largo cabello castaño caía al suelo por detrás del espaldar de la silla en la que se sentaba, su mirada se vería seria y muy concentrada en su labor mientras su puño derecho creaba las líneas en el papel usando una pluma y tinta, al mismo tiempo con su mano izquierda, sostenía el artefacto, aquella llave por la cual tuvo que pasar una experiencia incómoda y difícil de definir para lograr obtener. La bufanda que cubría su cuello y tapaba sus labios, ondeaba levemente en aquella habitación como si se moviera con vida propia, sus ropas no parecían ser suficientes para cubrirle del frío gélido del lugar, sin embargo no parecía necesitarlo pues su cuerpo emitía su propio calor a su particular manera.

Finalmente un brillo tenue procedente de uno de sus instrumentos de laboratorio llamó su atención, dejó de lado la pluma colocándola con suavidad sobre el tintero, guardó la pieza de metal negro entre sus ropas y se puso en pie para acercarse al origen del brillo. Los resultados por fin habían llegado, las muchas horas de espera habían valido la pena, fue entonces que tomó el frasco brillante entre sus manos y lo acercó a su rostro para observarlo más a detalle; de esa forma pudo ver pequeños y diminutos grumos azulados en el fondo.

-"Yog'gue'rha... Entonces aquí también..."

Sus palabras, que se escaparon inconscientemente de ella como un murmuro apenas audible, fue suficiente para crear una distorsión que hizo temblar el espacio a su alrededor, los pequeños grumos en el fondo del frasco de vidrio brillaron con un poco más de intensidad antes de apagarse y deshacerse entre el líquido. Desecho del Vacío, Éter... Nuevamente volvía a encontrarse con aquella misteriosa sustancia que aún no comprendía del todo. Desde hace un par de semanas, cuando encontró la llave viajando a la Nube de Sueños, sentía una conexión leve con ese Éter, como si su cuerpo se hubiese vuelto algo más sensible logrando percibirla en el ambiente. A veces lo sentía con mayor o menor fuerza, justamente ese experimento que estaba realizando le confirmaría sus sospechas, la sustancia realmente se encontraba en todas partes, afectando en mayor o menor medida. Había visitado algunas dimensiones diferentes desde aquel peculiar viaje onírico, en algunos de ellos se sentía atraída hacia algo, hacia la nada que no parecía mostrarse, ocasionalmente como en ese caso específico en el que se encontraba actualmente, era tan fuerte que incluso solía encontrarse con fenómenos naturales extraños y variados, algunos como aquella llamada "Muerte Roja", eran bastante nocivos. Su conclusión en este caso fue evidente, y encontraría la explicación y origen de aquella lluvia tan temida en aquella dimensión; los suelos contienen grandes concentraciones de Éter que normalmente no son peligrosas, pero cuando se combina con el agua evaporada que se eleva formando las nubes mediante el ciclo hidrológico natural, provoca un desbalance que corroe y vuelve tóxica a la sustancia, sustancia que cuando se acumula en grandes cantidades se torna de ese color rojo sangre tan característico; en su mayoría intervienen muchos factores ambientales muy específicos que permiten este cambio en esa dimensión, por lo que no creía que fuera algo muy común de ver en otras dimensiones a no ser que presentaran características similares.

Alice vs las Fuerzas del CosmosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora