Cap. 41: Atada con Cadenas.

17 3 1
                                    

Un cometa viajaba a velocidades siderales a través del frío y vacío espacio; a su camino dejaba una estela de brillante hielo que no tardaba en desvanecerse, como un suntuoso velo nupcial que le acompañaba allí por donde viajaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un cometa viajaba a velocidades siderales a través del frío y vacío espacio; a su camino dejaba una estela de brillante hielo que no tardaba en desvanecerse, como un suntuoso velo nupcial que le acompañaba allí por donde viajaba. Su viaje le hizo pasar cerca de un gigantesco árbol de proporciones desmedidas, sus hojas de tonos rojizos y naranjas otorgaban color a los tonos morados del universo mientras algunas ocasionalmente se desprendían de aquella planta perdiéndose entonces en la inmensidad del universo.

Aquel cometa era observado desde una de las ventanas del hogar construido en las entrañas de aquel árbol, mirada que parecía perderse en la inmensidad que había más allá del límite que permitían sus ojos. Aquel hogar, una vez cálido y lleno de júbilo, se sentía triste y apagado, como si algo se hubiese robado la alegría de sus particulares habitantes. Una joven mujer se encontraba sentada junto a la ventana en cuestión, sus ojos carecían del brillo y la vida que tenían hace casi un mes atrás, llevaba ya varias semanas, encerrada en su propio hogar limitándose únicamente a comer y dormir mientras se recuperaba lentamente de las heridas que había sufrido en aquel entonces. A su lado se encontraba su escritorio que también usaba como mesa de laboratorio para colocar sus instrumentos para estudios químicos, herramientas que parecían tener mucho tiempo de polvo acumulado que ni siquiera la dueña de aquella habitación se había molestado en limpiar. La cama se encontraba desordenada como era costumbre mientras que armas de diferentes tipos se veían esparcidas por el suelo.

Vistiendo con ropas de cuero y piel de bestias salvajes, aquella mujer de naranjas ojos apagados exponía una larga cabellera que acariciaba el sucio suelo; el traje de suntuoso pelaje marrón y negro cubría todo su cuerpo mientras una túnica confeccionada con la misma piel cubría sus manos y piernas, en una posición en la cual parecía abrazarse a sí misma mientras recostaba su cabeza sobre lo que podría ser su rodilla bajo las telas. Sus labios se encontraban cubiertos por una larga bufanda de tela roja que daba varias vueltas a su alrededor, tela común y corriente extrañamente, algo muy raro pues aquella dama siempre mostraba una vívida bufanda que creaba usando el fuego que ella misma podía crear. Leves movimientos de su cabeza, que parecía seguir con sus ojos el camino de aquel cometa que se observaba a la lejanía, provocó un extraño sonido, como metal chocando entre sí.

El suave sonido de tres ligeros golpes en la puerta de aquella habitación llamó la atención de su ocupante, quien habló permitiendo la entrada al lugar en cuestión. La puerta sería abierta, asomándose con una mirada seria y decidida una mujer de largos cabellos rojos y cuernos grandes similares a los de aquella dama de vacía mirada.

-“Madre.”

-“Querida, ¿crees que puedas venir a la forja? Hay algo que quiero intentar esta vez.”

-“Si… En unos momentos te alcanzo madre.”

La Forjadora de Tijeras Dimensionales asintió levemente y con firmeza ante las palabras de su hija, acto seguido se marchó de regreso a la forja para preparar lo que tenía pensado en su mente. Alice dejó escapar un pesado suspiro, supuso que a su madre se le habría ocurrido alguna otra loca solución para su problema; por ende se puso en pie, movimiento que provocaría ligeros sonidos metálicos; acto seguido retiraría la túnica que le cubría por completo, revelando de esa forma el origen de aquellos sonidos. Extraños grilletes aprisionaban sus manos y piernas, eran de un peculiar y desconocido metal negro, el cual emitía leves brillos verdosos, se podría decir que apretaban sus muñecas y tobillos, el simple hecho de verlos resultaba incómodo; colgados de dichas ataduras, se balanceaban cadenas que parecían estar fabricadas con el mismo material que los grilletes, cadenas de alrededor un metro de largo en la que sus eslabones al moverse con los leves balanceos resonaban entre sí con aquellos suaves sonidos metálicos. De hecho, poseía un quinto grillete con cadenas, aunque este se encontraba aprisionando su cuello, la bufanda conseguía cubrirlo perfectamente por lo que no era visible.

Alice vs las Fuerzas del CosmosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora