Cap. 73: Inmisericorde.

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A veces el camino correcto requiere de tener que llevar a cabo grandes sacrificios… Justo por ese motivo, los tres individuos más importantes y habilidosos de aquella era fueron convocados; se les daría la importante tarea de acabar de una vez con todas con aquella ardua y dura guerra que ya se había extendido durante varias décadas; una lucha sin cuartel entre la Alianza Sagrada conformada por el reino humano y sus aliados contra los monstruos de la Zona Negra, dirigidos por el Emperador Oscuro.

Emperador Oscuro… Tan solo escuchar el nombre de ese título era motivo suficiente para hacer temblar los huesos de los más débiles. Todos eran conscientes del enorme peligro que representaba, y a pesar de que se sabía muy poco sobre él, es cierto que la Alianza Sagrada estuvo a punto de vencerlo en una ocasión; por lo que estaban convencidos de que ahora, estando más preparados, si podrían llevar a cabo su cometido y eliminar la maldad del mundo.

La guerra perpetua ha cobrado mucho a todos, vidas y esperanzas han sido arrebatadas, a veces el mayor problema en un conflicto bélico no es el derramamiento de sangre que se pueda llevar a cabo, a veces experiencias tan nefastas suponen una pesada carga mental para muchos; la escases de alimentos y el aumento gradual del índice de pobreza ya era tan frecuente que al haberse perpetuado durante tantos años las propias personas habían desarrollado sus propios métodos alternativos para sobrevivir. La sociedad misma se encontraba bastante poco desarrollada, estancada en un punto tecnológico medieval en donde lo más destacable eran las ramas armamentísticas y de defensa. La magia podría haber traído grandes beneficios para la sociedad misma, sin embargo todos los esfuerzos de los estudiosos se centraban en el desarrollo de magia cada vez más poderosa y mortífera para así poder hacerle frente a las huestes de monstruos que asolaban el continente. La única y gran masa de tierra que existía en aquel particular mundo, rodeada de océanos diversos, a veces divididos por enormes secciones de lagos tan grandes que podrían ser consideradas como mares encerrados dentro de cordilleras; se encontraba dividida por las diferentes facciones que gobernaban el mundo. Pero la geografía geopolítica del continente estaba a punto de cambiar drásticamente, o eso era lo que se esperaba con el más reciente proyecto de ataque.

-“Nunca creí que me escogerían para tal labor justo después de mi ascenso. ¿Esto no es como demasiada responsabilidad?”

Se murmuraba a sí misma una elegante dama mientras caminaba en círculos en el interior de una gran habitación. El lugar era espacioso, con paredes de piedra recubiertas de elegante mármol blanco y columnas de granito negro en las esquinas, parecía un lugar de reunión pues había un número limitado de bellos asientos de madera laqueada y cojines rojos de bordes dorados, así como una mesa de cristal cuadrada central de modesto tamaño sobre la cual había una tetera de té caliente humeante con sus respectivas tazas aledañas esperando a ser usadas y unos cuantos bocadillos dulces esperando a ser disfrutados pues para eso habían sido fabricados por expertas manos en aquella prestigiosa localización. Aquella mujer en sí misma tenía un aspecto algo particular, vestía con ropas pálidas y holgadas que cubrían casi todo su cuerpo, como un lujoso vestido blanco que tenía ciertas marcas bordadas en la corta capa que cubría sus hombros y la mitad de su espalda con detallados hilos dorados; tenía un aire ceremonial y religioso, algo que se veía un tanto reforzado por el báculo con aros colgantes que usaba aquella mujer como bastón para caminar en círculos en aquel sitio; y por supuesto, su particular sombrero que cubría parcialmente su cabello y cuya forma se asemejaba más a una tiara ceremonial por la de detalles que traía incrustados en su estructura, pero sobre todo destacaba más que cualquier otra cosa, el pañuelo que traía en su pecho en el cual tenía el emblema de la religión que ella representaba, dicho emblema tenía la forma de una mujer cornamentada de largos cabellos que parecía cubrir uno de sus ojos con un flequillo; aquella que era conocida por la Fe que profesaba la iglesia unificada de la Alianza Sagrada como La Dama Roja, la Diosa Aka. De piel pálida y ojos marrones que mostraban una mirada nerviosa e insegura; orejas largas y puntiagudas de las que colgaban dos pequeños aros en cada una, lucían un tanto decaídas por el mar de preguntas y confusiones que se agitaba en su aturdida mente; su cabello dorado lucía corto, aunque lo más probable es que realmente fuese más largo y solo estuviese recogido debido a su sombrero, parte de su indumentaria del día a día.

Alice vs las Fuerzas del CosmosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora