Cap. 76: La Injusta Realidad.

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La caída de la primera hoja reseca marca el comienzo de la temporada otoñal, los suaves vientos empiezan a augurar la transición del verano hacia el invierno y las copas de los árboles adquieren hermosos colores marrones, rojos y amarillos, lo que en primera instancia sería un deleita visual pues el comienzo del otoño  marcaba también el comienzo de una temporada de festividades… Aunque al parecer la felicidad no era el sentimiento que abundaba en el ambiente.

Una lanza de hierro atravesó inmisericorde el pecho de un monstruo quien no pudo cubrirse a tiempo con su resistente escudo, sin embargo su muerte no tardaría en ser vengada por un camarada quien casi de inmediato decapitó de un zarpazo al caballero en cuestión. Ambos cuerpos cayeron al suelo, carentes de cualquier atisbo de vida, acumulándose con el resto que había en los alrededores y cuya sangre se escurría al suelo mezclándose en un mismo conjunto empalagoso y repulsivo. Dos ejércitos se enfrentaban violentamente en aquel campo de batalla, lamentablemente al parecer tanto ese, así como varios años anteriores, no habría celebración para darle la bienvenida a la temporada otoñal. El sonido de los gritos y gruñidos era ensordecedor, aquello era una masacre en toda regla, no existía ningún honor o ningún respeto, solo había odio hacia el bando enemigo. Los monstruos quienes lucían aspectos más salvajes y aparentemente desorganizados, pero realmente peleaban en conjunto guiándose por estrategias previamente pensadas para el combate, haciendo uso además de sus bestiales características para obtener ventajas en combate. Aquellos caballeros, quienes exponían en sus armaduras el escudo de Mewni, combatían bajo formaciones organizadas, usando equipamiento que les ayudaba a contrarrestar las monstruosas características de sus adversarios. El metal resonaba por todo el lugar, los pasos y golpes se fundían con los gritos agónicos, una masacre en toda regla, una en donde al final no se alzaría ningún vencedor pues ambas partes tuvieron la imperiosa necesidad de retirarse  al ver sufrido tan severos daños y pérdidas irrecuperables; después de todo, la vida de los miles de camaradas allí perdidos jamás regresaría; ni siquiera podían detenerse un momento a intentar recuperar sus cuerpos para darles un entierro digno… Aquellos que allí murieron, abonarían aquella tierra hasta que no quedasen ni sus huesos para el recuerdo.

La desesperanza y el dolor se veían reflejados en el pueblo de Mewni, muchos perdieron a familiares y seres queridos, y lo que era peor es que sabían que aquello no era el final. Sin embargo quien más afectada parecía estar era justamente la dama responsable de tantas vidas perdidas, la reina Moon Butterfly quien frotaba su frente con pesar y dolor, pues tenía puesta su fe y esperanza en aquella batalla para poner fin de una vez por todas al inclemente conflicto bélico que llevaban llevando con los monstruos desde hace ya casi diez años. Allí en el salón del trono se encontraba sentada sola, se culpaba a sí misma de las vidas perdidas, de verdad creía que esta vez todo acabaría, el fracaso de su décima campaña militar de verdad parecía afectarle bastante tanto psicológica como físicamente, después de todo aquella dama quien antaño era reconocida por su belleza y elegancia, ahora portaba un aspecto un poco descuidado y apagado.

-“No puedo entenderlo… Meses de preparación, meses de esfuerzos, todo tirado a la basura una vez más… ¿Cuándo va a terminar esta pesadilla?”

La angustia se notaba en su voz, lágrimas escurrían de sus ojos enrojecidos y carentes de descanso. Encorvó un poco su cuerpo mientras subía sus piernas sobre el trono para abrazarlas arrugando aún más su vestido celeste, no tan elegante y fino como aquellos que usaba en su juventud; después de todo no podía permitirse vivir con tantos lujos mientras su pueblo sufría y se llevaba la peor parte de la situación, por lo que en cierto momento vendió la mayoría de sus posesiones quedándose solo con lo imprescindible con el único objetivo de adquirir fondos que pudiesen ayudarla con el enorme problema que tenía entre sus manos; manos que siempre cubría con largos guantes hasta sus codos por alguna razón que todavía nadie cercana a su círculo sabía. De hecho curiosamente, el pueblo entendía y se compadecía de su reina, antaño llamada como la Inconmovible, sin embargo el significado de aquel título honorífico se perdió cuando durante los primeros años del conflicto bélico, la dama perdió en combate a su esposo el rey River; así que sabían que su reina entendía el dolor de perder a alguien, sabían que ella intentaba hacer lo mejor posible para poner fin a todo de una vez, sabían de sus esfuerzos y de la increíble persona que era, justo por eso el pueblo lloraba en silencio para no poner más presiones sobre los hombros de su líder.

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